
Como un homenaje a Miguel Hernández, en el primer centenario de su nacimiento, el Instituto de Enseñanza Secundaria Francisco Giner de los Ríos de Segovia ha recordado la figura señera del poeta oriolano,
editando un libro donde recoge poemas de profesores poetas, en ejercicio o ya jubilados, que va precedido, además, de unos versos del mismo vate alicantino.
El libro alberga a ciento diecisiete autores y autoras aproximadamente, cuyos poemas prestan variedad de temas y estructuras métricas abiertas con predominio del verso libre sobre endecasílabos,
alejandrinos y otros fluctuantes en el río de la espontaneidad.
Una famosa cita de Juan Ramón Jiménez con respecto al poeta homenajeado conduce a la presentación con título horaciano firmada por José Muñoz Domínguez, en la que hilvana la poesía a ese tejido del vivir
diario en la prisa urbana y en el trasiego multitudinario del Metro, en un andén de trenes y la lectura distraída que soslaya el tiempo del ir y venir del trabajo a la vida íntima, enfatizando la
necesidad de acudir al espejo de la poesía para que recuperemos la identidad, un poco desdibujada en el traqueteo de la supervivencia.
El tan conocido dibujo que hiciera Buero Vallejo a Miguel Hernández cierra como contraportada este libro de poemas, siempre bien venido a la urgencia de decantar en unas gotas quintaesenciadas de palabras
elegidas ese respiro de autenticidad en el que nos vemos como nuestro espejo más real y, por supuesto, más favorecidos; como dice el prologuista en el lírico umbral del libro: ”Poesía subterránea sobre
una falsa partitura de cuatro líneas de ida y vuelta, al ritmo simple del rún-rún de los raíles, con la rima monótona, binaria del ir y venir de los andenes...”, como si eso fuese una imagen de la vida.