No me sirve
el ladrido de los perros
babeando sangres.
(Me sirve el azul)
No me sirve
el ardor impermeable
de las voces calladas.
(Me sirve la voz)
No me sirven
los laberintos de la ira
desbordando noches.
(Me sirven los vigías)
No me sirven
las lágrimas oscuras
de los ojos cansados.
(Me sirven las canciones)
A veces,
en los días de tráficos difusos,
cuando la sed
se rancia en la garganta teñida de promesas,
cuando la risa se hace losa,
sepulcro indefinido,
apenas ni me sirve el amor de los refugios
donde íbamos guardando los besos olvidados y sin nombres…