Premio Paul Beckett de poesía 2009

Parece que el estilista del formalismo ruso Víktor Shklovski se convenció de que no era posible escribir una poesía totalmente innovadora, de manera que no arrastrase ni un mínimo de lastre en su
corriente literaria. Ello entrañaba un pacto entre lo nuevo y lo viejo, porque habría entonces que recurrir a la jitanjáfora para “crear” a un cien por cien, pero tal creación se saldría de los cometidos
de una poesía que tiene como finalidad la comunicación.
En otras libros de poemas de
Antonia Álvarez, que ya reseñamos en esta misma sección, veníamos a decir que su lenguaje era consciente de que no se podía volver atrás en su expresión poética, sino que
había que sorprender al lector, si bien el pasado de la expresión poética iba incluido en el afán de innovación, como el río en su desembocadura arrastra aguas de tramos anteriores.
En
Almas, su nueva entrega (el título ya corre el riesgo de caer en un realismo que bien podría contener tintes de poesía arraigada, aunque no necesariamente de posguerra), la autora sigue, como en los
libros anteriores, salvando el peligro de caer en una poesía sin esfuerzo creador, que abunda incluso en premios de prestigio, y con ello indica que su musa está en estado de alerta para mantener
despierto el interés del lector cualificado en textos poéticos.
En cuanto a la consistencia temática, impera en el libro una atmósfera de lo transitorio, yo diría que más bien de lo precario, lo frágil, desde la misma vecindad de las cosas -primera parte del libro-,
hasta una suerte de interiorismo de lo vivido a modo de experiencia -segunda parte-, que continúa en la tercera parte, involucrando lo telúrico como suelo desde donde se alza el conocimiento con una vaga
proximidad a los naturalistas griegos, que incluye, por cierto, una cita de Empédocles.
Incardinado este poemario en la poesía de la intimidad, su relación con la naturaleza no es necesariamente romántica, aunque trasluzca ciertos matices elegíacos (detalle que ya destacamos como esencial en
su libro Otoño, premio Antonio Alcalá Venceslada), si bien, su mirada hacia elementos de lo cotidiano hacen de este libro una entrega más alejada de una visión contemplativa y grave, que le lleva a
reflexiones sobre lo fugaz, tamizadas por un hábil sensorialismo -cualidad casi permanente en la poesía de Antonia Álvarez-, y más orientada hacia lo concreto y lo inmediato, aunque no exenta de
abstracciones líricas, como en este ejemplo del poema que transcribimos titulado “Espejo”:
Resbala este semblante por tu espacio / eternamente abierto a los reflejos, / clara la luz trizada que te habita. / Clara ./ Y frente a ti soy todo lo que he sido: / gastados siglos de una piel de estrella, /
vanos deseos de llegar adónde, / siembra de amores que jamás florecen. / El rostro de mi sueño me devuelves / y vuelves sueño el rostro / que será para siempre y para nadie / polícromo cristal, / cristal
impuro / memoria de cristal en tu mirada.