• Juan R. Mena

    Contraluz

    Mis registros poéticos (VI)

    por Juan R. Mena


CREACIONISMO

Decía Vicente Huidobro: “El reinado de la literatura terminó. El siglo veinte verá nacer el reinado de la poesía en el verdadero sentido de la palabra, es decir, en el de creación, como la llamaron los griegos, aunque jamás lograron realizar su definición”.

Dice más aún: “La primera condición del poeta es crear, la segunda crear, y la tercera crear”.
De esta manera, vemos cómo las palabras deben llegar a ser un núcleo de tensión creadora, sin que importe nada el significado.

“Hay que hacer un poema como la naturaleza hace un árbol”.

Esa frase es ambigua si no la interpretamos a la luz de las vanguardias, acordándonos de aquella otra frase de Ortega y Gasset: “La poesía es el álgebra superior de las metáforas”.

Otra vez Ortega: “El poeta empieza donde el hombre acaba”. Se eliminan fuentes tradicionales del poema, como los sentimientos, los recuerdos, las ideas y la mímesis, o sea: la reproducción de una naturaleza racionalizada.

Las vanguardias eran conscientes de que no se podía seguir escribiendo una poesía tópica, independientemente de los temas del modernismo. (Pero los mismos temas están más o menos presentes siempre en el poema.) Lo que importa es la técnica, la capacidad de mostrar combinaciones lingüísticas con una apariencia de novedad. ¿Dónde estaría, si no, la famosa emoción del poeta si lo que se dice lo han dicho ya miles de poetas ?

¿Crear el poema como la naturaleza crea un árbol? Debo -pienso con buena voluntad- entender esto como si hubiese que darle la espalda a la lógica y a la poesía abstracta, anteponiendo entonces espontaneidad (ausencia de puntos y comas y orden gramatical al uso) y el colorido, que aleja de la abstracción (la metáfora al cien por cien sin lugar a secuencias estereotipadas). Al menos, se es consecuente con un imperativo de Huidobro: crear, crear.


Vivir que empuja

Eslabones los días cadena de la vida
se arrastra la experiencia a ras de cada día
los sueños a remolque de la esperanza ciega
te necesito torpe lazarillo tu instinto
sobrevivir pisando peldaños de almanaque
llegar adonde viene el olor de un mañana
qué trabajo levanta el ánimo palestra
la prueba que mordemos los humanos qué alto
este merecimiento de existir nos exige
jornaleros del tiempo albañiles de años
muro nuestra codicia de la supervivencia
cortando tanto musgo de tristeza crecida
cortando las cabezas de la hidra del llanto
oleaje secreto bajo de los cantiles
del corazón el muelle en el que se desguazan
los barcos que regresan de ayeres en que fuimos
capitán en cubierta de anhelos naufragados
pero tú tanteadora de lontananzas tú
esperanza no cedas aunque dagas de vientos
rasguen ese velamen que todavía exhibes
vela la carcajada osadía mi mástil
desafío la proa del ardor malherido
sea ariete insistente la voluntad de punta.

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