• Dean Simpson

    Letras en el horizonte

    La matización colorista en Gutiérrez Nájera

    por Dean Simpson (Boston)


Como los otros precursores del modernismo latinoamericano, Manuel Gutiérrez Nájera no llegó a ver el final del siglo XIX. Parecía que en este grupo de poetas se encontraba irónicamente cierto miedo finisecular que en parte los caracterizaba. Nietzsche se opuso a la existencia de Dios, Marx al sistema capitalista y Darwin al creacionismo, y con Einstein y Freud, quienes desarrollaban sus ideas también, las pilastras del pensamiento occidental tradicional empezaban a derrumbarse. La euforia colectiva que delineaba al romanticismo latinoamericano como nacionalista e independiente de la España imperial ahora se veía transformada en un fenómeno más subjetivo e individual.

El romanticismo era una especie de individualismo colectivo, pero ahora entramos en una época de individualismo, digamos, subjetivo, marcado por el mismo dolor y nerviosismo de los escritores románticos europeos. El momento histórico en América Latina, y en el mundo en general, explica el sentimiento de transcendencia vacua y miedo que expresa Gutiérrez Nájera y sus coetáneos. Con la sensación constante e implacable de que la muerte les andaba pisando los talones, tenemos ante nosotros un romanticismo desromantizado, como algo que debería estar allí, pero que nunca se presenta. Es como esperar a Godot sin saber siquiera quien es Godot. Quieren definir sin saber concretar. Es, como dice Julián del Casal “vagos dolores en los músculos”, “el ansia de una sed infinita”, como dice Rubén Darío, “un recuerdo vago de las cosas”, como dice José Asunción Silva y “algo muy luminoso que se pierde”, según Gutiérrez Nájera.

La resultante disonancia de esta cosmovisión deja a Gutiérrez Nájera, entre otros, ante la dificultad de definirse y de precisar el momento. Armado con el lenguaje parnasiano, la espontaneidad impresionista y la expresión simbolista, nuestro poeta matiza cromáticamente sus sentimientos. Todo se convierte en sugerencia, posibilidad y semejanza. Sugiere una serie de posibles verosimilitudes a través de un lenguaje muchas veces colorista. Los poemas “De blanco”, “Para el corpiño”, “Mariposas”, y “El hada verde” muestran el esfuerzo del poeta por matizar lo que siente. El vivir en el enredo palatal de saborear y explicar sus experiencias gustativas le es imposible frente a este fenómeno modernista de conciencia y preocupación por el tiempo. La insignificancia variante del momento no deja satisfecho a GN con un sentimiento, definición o color que lo explique todo, y es por eso que entran los matices y el poder de la sugestión para que nos acerquemos nosotros, como lectores, a entender, como podamos, sus sentimientos.

El preciosismo prototípico modernista se manifiesta en el color azul. Lo que connota –lo infinito, la tranquilidad y lo lejano– caracteriza muchas de las ideas de este grupo de poetas, pero GN añade más todavía –el rojo, el blanco, el negro y el verde-, mayormente, para mejor definir sus sentimientos. Las semejanzas entre las artes visuales y la literatura son interesantes, sobre todo entre la poesía y la pintura. Huelga decir que hay conexiones entre la poesía de Nicolás Guillén y las obras de Picasso, la pintura de Rubens y la poesía de Góngora, la iconografía del muralismo mexicano y la temática de la poesía socialista, la saturación didáctica de lo objetivo y su consecuente liberación en lo subjetivo. Así han respirado las artes desde la Edad Media, un vaivén sistémico de contracciones y supuraciones artísticas que no deja de asombrar. Lo mismo vemos en el caso de GN con el impresionismo de Monet, por ejemplo, quien pintaba el momento que veía, un momento que siempre cambiaba de impresión. Con GN el color es el matiz, lo que precisa el momento, la impresión que resulta ser fluida en el tiempo.

En la miopía que experimenta GN hay pistas, posibilidades y sugestiones que intentan matizar, a través del simbolismo colorista, su raciocinio. El poema “Mariposas” es una metonimia ejemplar de este esfuerzo. “Oras blancas cual copos de nieve / ora negras, azules o rojas, / en miriadas esmaltan el aire / y en los pétalos frescos retozan.” Como una idea “mariposeante” o un copo de nieve de corta vida, así manifiesta su angustia, una angustia casi ligera, que caracolea como un corcel. Estas cosas que “Nacen, aman y brillan y mueren / en el aire, al morir se transforman, / y se van, sin dejarnos una huella.” La connotación colorista se insinúa al principio del poema, volviéndose mas explicita más tarde, y “Así vuelan y pasan y expiran / las quimeras de amor y de gloria.” Para él, “la blanca” no viene: “Ya no viene la blanca la buena / Ya no viene tampoco la roja / la que en sangre teñí, beso vivo / al morder unos labios de rosa. / Ni la azul que me dijo: !Poeta! / Ni la de oro, promesa de gloria / !Ha caído la tarde en el alma! / !Es de noche...ya no hay mariposas!” En este poema la connotaciones son obvias; el blanco es lo que quiere, el rojo es la pasión a la vida y al amor, el azul se refiere al modernismo, el oro, a la riqueza, y el negro, como vemos a continuación, la más obvia, se refiere a la muerte: “Encended ese cirio amarillo.../ Ya vendrán en tumulto las otras, / las que tienen las alas muy negras / y se acercan en fúnebre ronda.” A pesar del eminente desengaño experimentado en este poema, hay la leve esperanza que caracteriza a algunos de los poemas modernistas: “!Venid pronto, venid, mariposas!”

Su poema “De blanco” tiene al “cándido lirio”, el “tierno azahar”, “blancas palomas”, la “túnica blanca”, el “níveo pompón”, la torre muy blanca”, “la casta novicia”, un “árabe peine de lanceo marfil” y el “hábito blanco”, todo lo que encarrila la idea central de la pureza, el candor, etc., como se ven en estas líneas: “!Oh mármol!, !oh nieves! !Oh inmensa blancura / que esparces doquiera tu casta hermosura!” Todo esto parece contrariar el sentimiento negativo del poema anteriormente mencionado. “Mariposas”, pero la diferencia es otro rasgo del modernismo. GN y sus contemporáneos solían hacer dos cosas: retratar una vida herida y castigada por el malestar, el peso del tiempo y la resignación, o crear un ambiente ficticio y estético al cual podían “escaparse”. Mientras “Mariposas” hace lo anterior, este poema, “De blanco”, refleja esta idea escapista de exotismo otrora inspirado por el Parnaso.

Esta idea de escape es también evidente en su poema “El hada verde, canción del bohemio”. El verde parece enaltecer las pasiones interiores del ser humano, caracterizadas por lo intuitivo, lo espontáneo, lo vital y quizás, lo mortal: “!En tus abismos, negros y rojos, / fiebre implacable mi alma se pierde, / y en tus abismos miro los ojos, / los ojos verdes del hada verde”. El verde se describe en la dicotomía aparente de ser algo que da vida pero que mata al mismo tiempo. Se conecta con el “verde absintio” que emborracha al poeta, dándole escapatoria temporal del momento a la vez que le da un reconocimiento inevitable de la muerte. Incluso el ludópata que se agarra una borrachera descomunal tiene sus motivos: “Son ojos verdes los que buscamos, / verde el tapete conde jugué, / verdes absintios los que apuramos, / y verde el sauce que colocamos / en tu sepulta, pobre Musset.” La imagen tranquila del sauce verde se parece a su poema “Para entonces” porque refleja un triste sentir sereno ante lo inevitable. Se contrasta plenamente, no obstante, con la intranquilidad que satura el resto del poema. El hada verde “Llega y nos dice: !Soy el olvido, / yo tus dolores aliviaré! / Y entre sus brazos, siempre dormido, / yace Musset. / !Oh, musa verde! Tú la que flotas / en nuestras vidas enardecidas, / tú que absorbes, tú la que agotas / almas y vidas.”

Huidobro dice que la palabra que no da vida, mata. En este caso hace las dos cosas. El poeta describe una realidad imposible de vivir lúcida y conscientemente sin los pormenores escapistas que le ofrecen los vicios que los hacen posible, pero son estos vicios lo que apura el final. Esta disfrazada resistencia se manifiesta en el color verde. GN es un poeta que ofrece una interpretación multisensorial de la vida. Su matización colorista nos pinta una realidad imposible de precisar ni lograr, pero a la vez tan conocida a todos. Las impresiones que nos ha dejado, a pesar de reflejar la fugacidad del tiempo, son un símbolo armónicamente permanente de este desasosiego que todos sentimos.

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