For you´ve touched her perfect body with your mind.
Leonard Cohen
Lunes 22 de diciembre
Como siempre, yo había transformado nuestro festín en una pesadilla apenas me sentí saciado. La saqué
de mi cama a empujones y gritos y la desterré a dormir en el sótano el resto de la noche.
Y esta madrugada se fué llorando, cerrando la puerta delicadamente tras de si.
Su pena y frustración me dejaron impasible y me levanté a celebrar mis ritos matinales: muchas tazas
de café, cigarrillos y las noticias acerca de las tragedias de otros en BBC News. Borré los vestigios de
su olor en mi piel con un ducha fría de dos horas y salí a caminar bajo el sol fresco y sereno de Copenhague en
navidades, silbando alegremente And so this is christmas con las manos en los bolsillos y mi sombrero ladeado
coquetamente a lo Bogart.
Qué más pedirle a la vida! Más dinero aún? Más sexo? Si. Soy ególatra, egoísta, manipulador, incluso sádico
compulsivo dicen algunos por ahí. Pero qué me importa si estas cualidades me abren las cortinas a todo el placer
que existe en el mundo?
Copenhague la Melancólica se me abrió de piernas esa mañana cual virgen generosa.
Miles de mujeres milagrosamente bellas pasaron a mi lado emborrachándome con sus particulares olores a sexo
y deseo ocultos bajo sus ropajes multicolores.
"Buenos días abuelito!"
Pero a quién estoy engañando? La nieve impecable bajo mis pies ya me estaba haciendo pensar en su piel blanca
y suave como la de una yegua salvaje. El cardenal rojo en mi sombrero comenzó a castigarme con el recuerdo del
perfume de su vulva palpitante. Mi niña lujuriosa y sumisa. Pero qué hembra has creado Dios mío!
Solamente por ella creo en tu ingeniería.
Martes 23 de diciembre
Entró sin golpear cargando un enorme árbol de navidad y cinco botellas de champán Chardonnay.
Me regaló un beso profundísimo como si nada hubiera ocurrido entre nosotros la noche anterior.
Se sacó los calzones y el sostén y los colgó en el árbol a manera de decoración y en pocos segundos
ya estábamos sobre la alfombra jadeando y aullando cual fieras en celo.
Volvió la cabeza para mirarme.
"...y así me tratáis tan mal, viejo... un día te voy a abandonar".
"No te atreverías... yo soy tu vida ahora".
Despertamos tiritando de frío algunas horas mas tarde aún sobre la alfombra. La casa olía a bosque de pinos
y sexo. Corrimos a la ducha y nos enjabonamos mutuamente, ella riendo como una adolescente en la gloria,
jugueteando con mis genitales como si fueran regalos de navidad. Su dicha me impacientaba.
Bebimos callados, cada uno de su botella. Aún no amanecía y afuera en el jardín un hombre de nieve siniestro e
intruso me hacía señas en las ventanas. Sería el alcohol, pensé.
Pero que hijo de puta soy!
Pero astuto como un lobo.
"Quieres comer algo, mi niña?"
"Idiota!"
"Porqué me ofendes?"
"Porque en el fondo eres una mierda!"
"Qué!"
"Porque no me querés!"
Me levanté del sofá y me oculté en la cocina.
"Vais a ver no más, maricón!"
Corrí donde ella y la penetré bestialmente, sin piedad. Se dejó poseer llorando.
"Te necesito hombre... mira el tesoro que tenemos."
"Pero si yo también te necesito, mujer!"
Me sentí sucio y hastiado.
Miércoles 24 de diciembre
Desperté y ya no estaba.
Me dejó una breve carta en el velador: "La única razón por la cual estoy contigo es porque decís amarme. Nos vemos
a la noche...?"
Me sentía aturdido y confundido pero libre nuevamente. Celebré mis ritos cotidianos. Café, cigarrillos, ducha y televisión.
Y salí a dar mi acostumbrado paseo matinal. El día estaba sorprendentemente azul y transparente y la nevazón de la noche
anterior parecía haber sepultado todos los pecados mortales del mundo. Principalmente los míos.
Comencé a sentirme mejor y decidí caminar hasta El Puerto Nuevo de Copenhague para saludar al noble Mar Báltico. Cómo
atesoraba mi propia compañía! Disfrutaba mi soledad.
El viejo mar estaba totalmente congelado. Parecía una llanura blanca y tranquila durmiendo una merecida siesta.
Caminé sobre el hielo sólido un par de kilómetros en dirección a la ciudad de Malmo en el sur de Suecia. La hermosa
Malmo se divisaba en el horizonte y tuve la impresión de que me acercaba a una mujer ingenua y deliciosa. Como ella.
Inmediatamente sentí el gruñido entre mis piernas. La poderosa obsesión por su cuerpo perfecto, brutal y creativo, que tanto me
alimenta y tanto desdeño al acabar la fiesta. Me pide amor y la engaño prometiéndoselo con el solo fin de tener acceso a sus
movimientos sorprendentes y su creatividad de fiera descontrolada y talentosa.
Noche buena.
Me regaló una corbata. Una corbata, la ridícula! No pude evitar una carcajada y ella rió también conmigo creyendo que el
espíritu navideño me habría invadido. Yo le regalé un vestido rojo y provocativo, carísimo, y una cartera Dior rellena cual pavo
navideño con billetes de cien dólares.
"Para tu cuerpo y tus necesidades, mi amor".
Lloró conmovida y yo por primera vez me avergoncé de mi mismo. La vi como la niñita frágil, sola y desamparada que era, en las
garras de esta bestia calculadora y cínica. La abracé, sin intenciones sexuales, como un padre abraza a una hija, pero ella
inmediatamente comenzó a sacarse su blusa en un acto reflejo. La detuve.
"Qué pasa? No te gustó la corbata? La elegí con mucho amor para ti".
"Por supuesto que me gustó, mi amor. La cena está lista..."
"Te querís casar conmigo ?"
"Si".
"Es lo que más quiero en la vida, hombre maravilloso".
"..."
Cené en silencio. Ella reía, jugueteaba con su pelo, bebía y comía desinhibidamente.
Pero pronto perdí toda mi paciencia. La levanté a tirones de la mesa, la empujé al sofá y me deslicé feliz bajo su vestido.
Noche buena.
Jueves 25 de diciembre
A las doce de la noche comenzó nuevamente su eterno lamento.
"Me tratai mal, hago todo lo que querís y me tratai como a una puta".
"Te equivocas. Acaso no te gustó el vestido? Y el dinero? El departamento, el coche y el placer que te doy?"
"No es eso. Pero decís amarme y te comportai como un verdugo. Necesito ternura también".
"Ternura?. Te doy todo lo que soy capaz de dar".
"Pero no es suficiente..."
Se fue quedando dormida de a poco, sollozando y mirándome como pidiéndome una limosna.
Yo me quedé despierto, observándola, sintiendo como esa conocida y violenta repugnancia invadía mis venas.
En la madrugada la desperté bruscamente, la obligué a complacerme con su boca tan diestra y la eché de la casa a la nieve, a puntapiés.
Reconozco que la satisfacción que me produjo el hecho de expulsarla me dio más agrado que todas las peripecias eróticas de esa
navidad.
La escuché gritándome y suplicándome desde el patio y luego silencio total. Me dormí plácidamente, como un niño creyendo en Santa
Claus.
Desperté a mediodía y me levanté con dificultad. Mis piernas y mi espalda ya no eran lo que fueron cuando joven, pensé atormentado.
Completamente ajeno a mi proceder de esa madrugada, encendí la televisión y me senté en el sillón a fumarme un cigarrillo y a enterarme
como de costumbre de las tragedias de los otros mortales. Pero el vestido y la corbata colgando del árbol navideño me volvieron a la realidad.
Corrí al jardín y luego a la calle. Pensé que la encontraría muerta, desnuda y congelada. No estaba. Conduje mi coche a su departamento
en el sector proletario de Copenhague. La divisé en la ventana bailando desaforada al ritmo de una música estridente. La acompañaba un joven
que la manoseaba indecentemente como a la puta maldita que era.
No sentí alivio encontrarla viva. Mi mundo se vino abajo y una ola gigantesca de celos, pánico y violencia me inundó. Bajé de mi coche y subí
gateando las escalas del edificio. Golpeé en su puerta y grité su nombre. La música cesó bruscamente y escuché risas y cuchicheos.
"Quién es? El viejito pascuero tal vez?"
"Abre la puerta, puta!"
"Ay! Pero que viejito pascuero tan grosero por Dios!"
"Abre la puerta te digo o la derribo a puntapiés!"
"Ahá! Es el lobo feroz!"
Carcajadas.
"Necesito verte, mi amor. Perdona lo de anoche... estaba borracho!"
"Ándate de aquí pobre viejo de mierda! No sabís las ganas que tengo de darte una paliza!"
La puerta se abrió bruscamente y el muchacho apareció en el umbral sonriendo con burla. Ella estaba detrás de él observándome con curiosidad
y desafío.
"Tenemos que hablar, mi amor. Había bebido demasiado y... Quién es este payaso?"
De un sólo puñetazo el payaso me derrumbó al suelo. La puerta fue cerrada de golpe. La música y las risas cobraron nuevos bríos.
Logré ponerme de pié adolorido pero sobre todo humillado en todo mi ser.
"Por favor! Mi amor... ven a verme esta noche!".
Jueves 26 de Diciembre
No llegó anoche. La esperé ansioso, sintiendo como todas las fuerzas de la naturaleza confabulaban contra mi. Sintiendo que mi cielo
se desplomaba sobre mis hombros destrozando en mil pedazos mi arrogancia y mi osadía.
No realicé mis ritos ni me duché. En la sala de estar el árbol de navidad se burló de mi. El siniestro hombre de nieve de la otra noche
escribió con un dedo !...ATOIDI OJEIV en mi ventana...
Nuevamente conduje mi coche hasta su casa y abrí su puerta sin primero golpear. Estaba tendida desnuda pero con botas en su cama
y su dormitorio era un caos de ropa, zapatos, carteras, cajas de pizzas a medio comer y dinero. Sobre todo cerros de dinero desparramado
por el suelo. Mi dinero.
El muchacho al parecer no estaba.
"Viejito! Te estaba esperando. Me echaste de menos anoche?"
"Dónde está el payaso?"
"El payaso? Ah! No sé... se fue por ahí".
"Es tu nuevo hombre? Duermes con él? Se lo chupas como a mi? puta de mierda!"
"No seai tan grosero pues, ven conmigo a mi cama".
"Perdóname por favor mi amor!"
"Todo está perdonando, mi viejito lindo. Venga conmigo no más".
Me hizo acariciar el cielo. Su audacia me desquició una vez más. Mientras esparcía su arte sobre mi cuerpo me preguntaba a mi mismo
como y de donde esa niñita habría sacado tanta sabiduría sensual.
Pero a segundos de mi clímax se detuvo bruscamente. Abrí mis ojos y me estaba observando con su rostro ensangrentado. Tenía algo
colgando de los labios. Sentí un dolor agudo entre mis piernas y al tocarme me di cuenta de lo que había hecho. Me introdujo mi pene
aún palpitando y caliente en mi boca.
El payaso apareció desde la cocina llevando un disfraz de hombre de nieve bajo un brazo. Me hizo una seña con la mano y bajó corriendo
las escalas riendo, a pesar de mis súplicas de auxilio.
"Ya, mi amorcito, fuera! A la nieve!"
Me sacó a puntapiés de su departamento, me lanzó aullando y desnudo por la escala hasta el primer piso y luego a la inmaculada nieve
que se fue tiñendo rápidamente de rojo como una inmensa mancha de vergüenza.
El payaso, vestido de hombre de nieve, se acercó y me besó en la frente con dulzura. Ambos cargaron algunas maletas en mi coche y desaparecieron para siempre en el horizonte de la melancólica ciudad de Copenhague.
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