DE CÓMO EL TIEMPO TE DA LA PALABRA
Un día caerás desamparado y te costará levantar.
Y no tendrás otra opción (lo mires como lo mires)
que seguir soñando con nieve blanda y días azules.
Ya se sabe que relojes y sueños
no duran de por vida.
Que todas las flores se cubren con máscaras,
y finalmente son de ceniza y arena.
Que hay más de un túnel oculto
en las palabras que nos decimos,
siempre, mitades de las verdaderas expresiones.
Que la nieve en tu mano cálida es un imposible.
Luego, por qué no decirlo,
por qué ser políticamente correctos
para qué seguir con esta pantomima
si termina expresando un pacto roto.
“DE CÓMO EL TIEMPO TE DA LA PALABRA” se asemeja a la frase hecha “todo caerá por su propio peso” … Tarde o temprano a todos nos llega nuestro momento, y es
nuestro, y de nadie más (¡pero qué difícil es tener ese instante!). En él nuestra honestidad en el decir será infranqueable. Aún más complejo, ese momento se relaciona con una catarsis personal que ve la
luz tras un lapsus decadente, un hundimiento.
La poesía se muestra en una dialéctica entre poeta y lector –que es primero uno mismo-, por lo que mejor viene la tercera persona verbal: “caerás”, “te costará”… de este modo todos compartimos esas
derrotas domésticas, que tiene que ver con el amor, con el trabajo, con las verdaderas amistades, con otros sucesos, en los que asumes como si fuéramos enfermos que sólo conseguimos superar sin apenas
apoyo porque sólo existen las verdades a medias, las principios sólo en apariencia… (“las palabras que nos decimos, / siempre, mitades de las verdaderas expresiones”).
La poesía revela la realidad profunda que percibe como los demás, pero el que la escribe muestra luego dotes expresivas, dotándolos de una emoción, una experiencia o una herida que provoca esa realidad
(“Que todas las flores … son de ceniza y arena”) tan triste por decepcionante (“Que la nieve en tu mano cálida es un imposible”) por ello si se sabe “que seguir soñando con nieve blanda y días azules” es
lo único que nos queda pues como se concluye “para qué seguir con esta pantomima / si termina expresando un pacto roto”.
Los pocos adjetivos que acompañan a los sustantivos, en su mayoría, concretos, de tan sencillos (“blanda”, “azules”, “oculto”, “cálida”… ) adquieren connotaciones de mundos oníricos, de paraísos que un
día deseamos asistir porque nada dura “de por vida” ni siquiera los propios “sueños”, pues van variando, mutando.
Justo antes de atrapar ese instante el escritor se muestra absorbido por la música, por un pensamiento, génesis del poema. Algunos de estos temas que seguramente estaría escuchando justo antes del momento
creativo: “Para siempre”, de Héroes del Silencio; “Sácame de aquí”, de Enrique Bunbury, “Biarritz”, de Amaral; “Paraísos perdidos”, de Iván Ferreiro; “El paso del tiempo”, de Manolo Tarancón; “Con la
lluvia del atardecer””, de José Ignacio Lapido; Mr Writer” de Stereophonics; “Pesadilla genérica” o “El tercer día”, de Nacho Vegas.
Pensaría en ese azul violáceo de Chagall; en ese grito de Munch, al no saber controlar los sueños.
Siempre que hablo de sueños y de repetición de un mismo día recuerdo la película “Atrapado en el tiempo” (1993), fabulosamente interpretada por Bill Murray.
Ver Curriculum