• M. Alonso

    Pedacitos de una vida

    De cielos más azules

    por Mónica Alonso Calderón


Alguien me dijo que tenía que vivir mucho y mucho tiempo; muchas experiencias, cosas raras, extrañas… Eternas sinrazones, de ésas que te dejan sin palabras y a veces con el alma destrozada. Simplemente porque, de lo contrario, ¿de qué iba a escribir? El día que tuve que escuchar semejante ‘tontuna’ me supo a cuerno quemado. Ahora con el tiempo no me queda más remedio que darte la razón -por una vez en la vida-.

Y ésa es mi virtud y mi condena. Los líos me buscan y yo los espero relajada pluma en mano. No encajabas enredado en la madeja de una eterna noche de verano. Gris, estéril, sin esperanza. Y se acabó convirtiendo en una tormenta de verano: jarreaba, caían chuzos de punta, pero se disolvió en un suspiro. Siempre escampa, por suerte, recuperando el color de un cielo que ahora recuerdas que era azul. Enamorarse del amor es lo que tiene, te convierte en una cometa a la espera de que alguien tire de la cuerda y te lleve a ver la vida de otra manera. Por suerte, yo lo observo desde lo alto, subida en mis tacones azul nocturno mientras me quito -por fin- los tapones anti promesas masculinas de los oídos.

Buscaba la sorna, escribir con burla, hacer honor a mi ironía. Y por qué no decirlo, reírme en tu cara de tu cielo azul de red social pública. Pero no puedo. Me duele entrever que sólo fui la tormenta. Agacha la cabeza y trágate esas súplicas que sólo me daban pena. Y no sufras, no hace daño quien quiere, sólo quien puede. He adelgazado un kilo y medio desde que recuperaste el azul en tu cielo, créeme, tu amor de estreno me ha hecho ver el mío abierto, que no es celeste, más bien verde. Lo digo sin gracia, anonadada porque se me cayó un ídolo cuando te convertiste -como todos- en veleta al regalarnos un paraíso matutino repleto de ‘F5,s’ de barrio. Todos mirando ojipláticos hacia la pantalla empalagosa que hacía las veces de pregonero.

Chasqueaste los dedos y te diste cuenta. No te regalé un cielo azul, el mío estaba nublado, a pesar de los ruegos a una celestina disfrazada de mi hermana. Truenos, relámpagos, centellas: impresionan, hacen ruido, pero no dejan de expresar un amor de petardo de fiesta de pueblo. Lo que es la vida, no conseguiste emocionarme ni un ápice, ni mi cuerpo ni mi alma. Sólo me quedo con unos labios morados. Pero reconozco que esta historia me ha inspirado y me ha hecho recordar a estetas mutados. Así que todos contentos, ya tienes pareja para que te acompañe en tus campeonatos de dardos mientras que yo sigo adelgazando…

Sólo una cosa. Le debo a la casualidad y no a tu valentía el haberme topado de bruces con tu nuevo sueño entre nubes. Seamos serios, reconoce que un concierto no hubiera sido el mejor escenario para entregar el testigo. Ten en cuenta que yo estoy aliada con la vida, tal vez con el destino… En su momento fui considerada, hasta el límite de salir corriendo como plan ‘B’ a la bofetada. Efectivamente, explicaciones no da nadie, es lo único que recuerdo que me hayas dicho con sentido. Y con esto, no te digo ‘na’ y te lo digo ‘to’. Te regalo, mi buen amigo, esta historia de cielos más azules y tormentas de verano.

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