• Marina Burana

    EL INFIERNO TAN TEMIDO

    La escritura, la soledad y la muerte

    por Marina Burana



Escribir es una actividad solitaria.
Se apodera de tu vida.
En algún sentido, un escritor no tiene vida propia.
Incluso cuando está allí, no está realmente allí.
Paul Auster


Escribir es tarea difícil. Más difícil que escribir es aceptar que se escribe. Y esto es porque el acto mismo de sentarse frente a un papel con una birome en la mano es una de las cosas más solitarias a la que puede aspirar un ser humano. Escribir por elección es algo así como disfrutar la morbosidad de la muerte. Porque hay mucha muerte en la soledad, y dedicar horas a estar solo no hace más que entregar una sensación devastadora de final.

Cuando el que escribe se descubre fuertemente atado a una necesidad imperiosa de abandonarse al ejercicio de la soledad, por más que recree mundos y personajes, y logre ver partes de su todo en ellos, y así, caiga en una casi placentera ilusión de contingencia, no hay forma de que sea capaz de escapar a una especie de vacío expansivo, el cual, a la vez que alimenta posibles dinámicas en su imaginación, pincela una honda sensación mortuoria.

No sé muy bien por qué se produce ese vacío. Tampoco entiendo el matiz casi final de esa soledad. Una vez que nace el compromiso con el papel, el universo solitario se amplía. Mundos nacen y renacen, múltiples personajes toman su forma corpórea dentro de esos mundos y a veces resulta no sólo incomprensible sino también inconcebible que de esa soledad tan vasta, de ese vacío de muerte que se saborea en ella, se desprenda vida. Porque la vida de los personajes y de sus mundos es tan real como cualquier otra más allá del papel.

El escritor escribe sus mundos y a la vez que forma parte de ellos, también está por fuera. El vacío que siente quizá nazca en esa hendidura etérea en la que se halla la suerte del escribiente: no es enteramente parte de ese mundo que confecciona, pero tampoco accede plenamente a ese otro que lo espera en el mundo físico. Su soledad y vacío (o acaso su íntima muerte solitaria) se producen cuando queda balanceándose en la nada, en el lugar preciso desde el cual se genera vida y en el cual también se muere.

Además de esta relación masoquista con los mundos que crea, se tropieza con obstáculos que su herramienta -el lenguaje- le impone. Octavio Paz dijo el escritor debe amar al lenguaje pero debe tener el valor de transgredirlo. La transgresión del mismo implica jugar desde ese espacio de nacimiento y renacimiento de sus mundos. El lugar que da vida y muerte también deja la puerta abierta a las transgresiones, al pincelado original y personal de cada uno. El lenguaje (sobre todo en los comienzos, cuando se es demasiado barroco) le plantea un problema al escritor: ¿cómo conjugar un medio tan intelectual, tan pautado estructuralmente, con ese lugar casi onírico y final de la soledad y la muerte? El que escribe se encuentra solo, vacío, y, además, obedeciendo inevitablemente a los límites impuestos por la arbitrariedad de la lengua. Sufre porque la herramienta misma que utiliza para expandirse en su arte, lo aleja de la espontaneidad y el ánimo lúdico de su espíritu. Lo único que le queda, en esa pesadilla artística, es transgredir y crear. El amor que siente hacia el lenguaje (ese del que habla Octavio Paz) nace de los pocos momentos en los que las palabras operan de una manera extraña y nos regalan, sin imaginarlo posible, una precisión fotográfica, casi la inminencia de una revelación.

Aún así, incluso si el lenguaje es algo posible de ser transgredido, o -aún más- capaz de conceder precisión, la cuestión de la soledad y la muerte es lo que construye y destruye el arte del escritor. Y quizá también su vida. Como dijo Paul Auster, la escritura se apodera de ella porque el escritor no puede escapar del acto de soledad al que se somete. Y en él es un muerto vivo, alguien que está allí pero a su vez no está. Suena irrisorio a veces pensar lo que se dice por ahí cuando se afirma, con total seguridad, que el escritor busca ser eterno. Nada más extraño que alguien que busque la inmortalidad en la misma muerte.
 

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