Como siempre, o casi siempre, iba a escribir de otra cosa. Pero la actualidad, manda. Al menos, en mi caso, es deformación profesional. Camino a casa me he enterado de que ETA anunciado (por fin, y a ver si resulta verdad) el abandono de la lucha armada. Que no quiere decir que desaparezca, sino que ha decidido dejar de matar. Hasta cierto punto no me sorprende, debilitada y acorralada como estaba, pero no por ello lo he recibido con menos gusto y agrado.

También como siempre, echo la vista atrás. Recuerdo cuando desde pequeña he visto en la portada de periódicos noticias sobre terrorismo, muertos, lágrimas… Y miedo, mucho miedo. Porque la situación ha cambiado mucho con el paso de los años. Antes, daba miedo salir por la calle. Daba igual por la ciudad española que fuera, siempre andaba una con la mosca detrás de la oreja. Sí, lo sé, soy paranoica por naturaleza. Pero haberlas, haylas…

Sólo he ido a dos manifestaciones en mi vida. La primera, por la muerte de Miguel Ángel Blanco, secuestrado y asesinado a traición por la banda terrorista cuando yo era aún casi adolescente. No se me olvida. El impacto fue grande, y cuando hablan de familiares de las víctimas del terrorismo, me viene su cara a la cabeza.

Y no quiero que se repita esto nunca más. Tampoco los secuestros, como el de Ortega Lara, ni nada por el estilo. Se te queda un poco mal cuerpo al saber que muchos se van de ‘rositas’, pero la democracia y el Estado de derecho debe quedar por encima, no actuar como ellos. Debemos seguir el camino correcto para así poder caminar por la calle tranquilos, llenos de tranquilidad y esperanza. Enhorabuena a todos aquellos que han hecho esto posible.

Deseo que este anuncio sea el de verdad y el definitivo. Que mis sobrinos pequeños, y mis hijos futuros vivan en una sociedad en paz, unida y respetada por todos. Que sientan ETA como la peseta, cosa del pasado, que sólo exista en los libros de texto, como parte de su examen de selectividad.

Ahora y para siempre… sólo pido vivir en PAZ.
 

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