El sol calienta la brisa, los techos de zinc rojizo, las casas de madera, el agua que sale por las tuberías, el pavimento de las calles, la cabeza de los transeúntes.
El sol asa los cuerpos, los tiñe de oscuro, los seca, se siente todo el día y por las noches se esconde y sigue calentándolo todo. Sobre las camas hombres y mujeres se mojan de sudor y se hacen sopa de
olores fuertes. El sol calienta y seca los cueros oscuros de los habitantes, mas no seca sus sonrisas. La luna enciende la imaginación.
Todas las casas de madera se convierten en un sauna de temperatura permanente. Yo estoy chorreando de humedad todo el día y casi no puedo dormir. Pienso en irme antes de que se me seque la piel, los ojos,
los huesos, la cabeza.
Sobre la cama mi cuerpo se fríe y no logro cerrar los ojos. Me queda la luna que puedo ver a través del vidrio de la ventana. Ha pasado tan sólo un día desde que llegué y me asfixia el abrazo del sol. Es
un amor fatídico que me seca la energía , me deja sin fuerzas, me aniquila. La ropa se pega al cuerpo y resulta difícil resbalar la tela sobre la piel para vestirse o desvestirse.
Las voces cantadas y apresuradas de los habitantes me suenan como un instrumento mal afinado aunque las sonrisas y miradas están acopladas. Vine aquí ayer en la noche después de un largo viaje sobre el
mar. Vine para encontrarlo. Todo estaba a media luz. No puede ver la vía que me conduciría a la ciudad por la debilidad del alumbrado eléctrico. Esa primera noche _ ni por el cansancio _ logré dormir. Mis
pies se hincharon y el calor se pegó a mi carne exprimiéndola como a una naranja . Navegué en las aguas que salían de mis poros y los cabellos se humedecieron y chorrearon de grasa y agua.
Estoy en una casa hermosa, de dos plantas , construida sobre columnas de concreto y pisos y paredes interiores de madera. Desde el balcón de mi habitación veo una casita de madera que retrata la pobreza
en sus columnas inclinadas y sus desvencijadas ventanas. Curiosamente esta habitada y veo como lavan la ropa en el patio y la cuelgan al sol. Esta reminiscencia de casa es habitada por una familia con
características que nos hablan de sus ancestros africanos. Su ropa lavada y colgada en una cuerda, que va de un arbusto a otro, es casi toda igual. Imagino que alguno viste un uniforme: camisa blanca con
cuello a cuadros.
Los alrededores de la casa hay maleza y sé que esa casa está muriendo y temo que caiga encima de sus moradores.
Contrasta su imagen con ésta -donde estoy- de pisos de madera pulida y relumbrante de pulcritud. Su dueña de origen hindú es ordenada y no permite que entremos calzados. Me atiende con afecto y sonrisas
aunque no nos entendemos suficientemente. Sé de ella su nombre: Jane. También que es soltera y debe tener como cincuenta años. Intenta contarme y en medio de señas y alguna palabra pescada en el
diccionario del recuerdo del idioma estudiado, puedo entender que podría comprarse un aparato de aire acondicionado, mas no pagar la energía eléctrica para mantenerlo.
Anoche estuvimos muchas horas en obscuridad. Sólo la luna y el canto amenazando enfermedades de los zancudos. Selene es la única que nos mira y nos envuelve en una atmosfera embrujada. En la penumbra
las figuras de las personas toman aspectos cómicos pues sus movimientos nos rememora a un teatro de títeres.
La conversación se desarrolla al principio con algo de dificultad pero poco a poco va estirándose como una liga elástica que ninguno quiere cortar y se tocan varios tópicos. Nos vamos enterando de
aspectos familiares, personales y también de la historia vista desde la perspectiva de cada uno. Parecen felices de los logros alcanzados después de la independencia. Cada quien va explicando lo que
tienen en educación, organización, salud, pese a que el país es considerado por todos muy pobre. Concuerdan que es una pobreza arrastrada hace mucho tiempo y que les dobla la espalda y yergue la voluntad
para el trabajo y la participación política organizada desde el Gobierno Local y sus Gobernadores de Ayuntamiento, para conquistar cada vez mejoras para todos.
Hablaron bastante y luego algunos se marcharon a sus casas, otros se quedaron y querían seguir hablando. Yo quiero saber de él.
El cansancio del viaje y la alta temperatura me han dejado sin fuerzas. Para mañana quedó la promesa y el compromiso de continuar conversando.
Nos acostamos tarde pretendiendo ver dibujar las horas en el firmamento mientras llega la luz, el sueño y se van los zancudos y el calor.
Nadie quiso hablarme de Frederick, el pintor y a eso vine. A recoger su historia, su exilio, su decisión a convivir con este pueblo. Vine después de tantos años con la esperanza de que alguien me contaría
de su tiempo, ese tiempo que nos negamos para compartir, para verlo envejecer aunque cada noche proyectaba este viaje no tenía fuerzas para hacer una valija y tomar un avión para el encuentro con ese
padre errabundo, nómada que sólo llegaba a mi buzón en cartas con fecha viejas y luminosas fotos de esta ciudad donde me encuentro ahora buscando sus huellas, sus fotos, sus pinturas.
Los nuevos amigos van dibujándome el país con sus anécdotas y sus experiencias. Algunos son bilingües y otros hasta hablan un idioma del pueblo amerindio. No entiendo bien lo que hablan y mis pensamientos
resultan inútiles al no dominar un código para expresarse. Parece que estuviera bloqueada por una gran muralla y no tengo la herramienta para derribarla.
Ahora todos quieren contar, pero no de mi padre aunque sé que casi toda la ciudad lo conocía. Yo tomo notas y a veces los interrumpo para preguntar, o para hacerme traducir lo que relatan. Creo que
quieren hablarme de su país para que yo comprenda porque me padre se quedó aquí.
Este es un pequeño país en medio de la selva, salido hace muy poco del coloniaje. La capital es una ciudad llamativa por sus construcciones con la materia prima que abunda en la selva, cuyo estilo
arquitectónico refleja la cultura del colonizador, también el idioma, la forma de conducir. Es una sociedad ecléctica conformada por los pueblos originarios y los pueblos africanos y asiáticos que
llegaron más tarde. Los pocos techos de zinc oxidados se intercalan con las construcciones modernas donde aparece el concreto, mezclado con la madera. Las edificaciones antiguas preservan la belleza del
materia bien utilizada, conservada y le dan a la capital ese aire particularmente hermoso. Realmente es linda la ciudad. He ido al centro, he paseado por sus calles soleadas, luminosas, muy limpias, sin
buhoneros ni mendigos y he visitado sus museos y el mercado.
Siempre que voy por primera vez a una ciudad visito los barrios, los museos y el mercado. Creo que de esa manera puedo conocer el pasado el presente y el desarrollo del país. Por lo general fotografío los
monumentos, las plazas y las calles para testimoniar mi visita aunque no aparezca yo. En eso me parezco a mi padre que fotografiaba hasta los detalles de los rostros o de las fachadas de los edificios.
Me interesa mucho las construcciones, los rasgos de las edificaciones, los detalles de las casas antiguas. La arquitectura.
Sus pobladores se ven activos. Es un país eminentemente selvático, maderero, cuya economía tiene base en la agricultura, ésta puede verse en el mercado como la expresión del trabajo en el campo: gran
cantidad de variadas verduras y frutas exóticas. La actividad comercial es muy dinámica y concurrida. También se exhibe el trabajo de talla de madera. Supe que hay muchos tallistas tanto jóvenes como
adultos que han pasado la vida acariciando los troncos para sacar esas imágenes a veces abstractas y otras representativas de los héroes patrios. Hay mucha juventud uniformada en la calle en la hora de ir
al colegio; se aprecia que casi toda la población joven estudia. Los ornamentos en las orejas de las mujeres son grandes, de oro, que lucen contrastando con el cabello liso, negro brillante o negro rizado
y corto. No importa si son gruesas o delgadas, visten de colores primarios y se les nota la alegría al caminar y cuando hablan elevan su voz de contralto. Observo todo con atención para grabar en mi mente
la ciudad donde vivió él. Sé que ella fue motivo de su lente y su pincel.
Cerca de la casa donde estoy, al norte, diviso un gran hotel de lujo y me pregunto: ¿acaso vienen muchos turistas? En el vuelo en el cual viajé no venía mucha gente y casi todos y todas eran de color, a
las claras hindúes, oriundos de acá. ¿Y el hotel? Fui una tarde a conocerlo. Realmente moderno, limpio y bien mantenido. Sus espacios recreacionales estaban llenos de jóvenes, parejas, niños pero no
parecían turistas. En la noche cuando me reuní con los amigos y amigas supe que esas áreas están destinadas al uso gratuito del pueblo.
El hotel fue construido para alojar a las selecciones de jugadores que vinieron de varios países a una competencia internacional. Ahora las habitaciones son de uso privado para los turistas y las áreas de
piscina y deporte de uso público para los nativos y visitantes como yo. Detrás del Hotel está la playa. Un mar agitado en el cual convergen el turquesa y el blanco de las espumas del oleaje me dicen que
estoy frente al Atlántico.
Cada día salgo con los otros compañeros y compañeras a cumplir una agenda en la cual siempre es importante para mi las historias que van surgiendo a través de las pequeñas cosas que vemos. Cualquier
situación salida fortuitamente de lo cotidiano nos sirve para conversar largamente y yo poder ver con los ojos de ellos lo que relatan y rescatar en sus historias la vida del errante aventurero que fue
Frederick.
Si no fuera por el calor y los zancudos yo me quedaría más tiempo afuera de la casa para disfrutar esa luna hermosa que pasea por las noches por encima de nosotros y que nos convierte en simpáticas
siluetas en medio de la negrura de la noche caliente y la debilidad de la luz en la calle, pero los zancudos agujerean la piel y danzan al son del calor asfixiante que nos cubre. Se que él disfrutaba
contemplándola. La luna le servía -según confeso en unas de sus cartas- para conversar conmigo en esa ausencia que él mismo se impuso para rescatar al sol en sus lienzos.
Transcurren los días y con ellos va creciendo mi admiración por este pueblo organizado, disciplinado y trabajador. He conversado con varios jóvenes y casi todos son bilingües o están estudiando otro
idioma. El gobierno trabaja en función de la justicia social y la libertad. No hacen alardes de sus logros pero son evidentes en materia de educación, salud, vivienda. Aquí estuvo mi padre y su obra se
encuentra en las paredes de los palacios de gobierno, instituciones y en algún lugar del mundo. Ya no lo buscaré porque estas cinco noches de sol y cinco noches de luna de septiembre me lo trajeron en
cada mirada de admiración cuando lo nombraba que afirmaba que lo habían conocido.