Ana es sinceridad, lo que uno sabe y no quiere escuchar. Es el pepito grillo que se hace querer y apreciar. Es una tarde de domingo en el Bernabéu, una gorra roja de España en el salón de su casa. Es
Facebook, es Messenger, es Wats upp, un mensaje al inicio de la mañana.
Ana es una tarde de té con pastas, roscón de reyes (sin nata); una invitación a cenar con algo más que queso, lambrusco y tónica. Es un detalle, un ramo de rosas rojas como adorno de cumpleaños. Es una mano
amiga, un armario nuevo, mi único regalo de reyes.
Ana es la que siempre encuentra la talla perfecta, la que me aconseja las dietas; una tarde de cine a rebosar de palomitas; un enfado de camino al plenilunio cuando me salto la salida. Es la que no se
quiere casar, la que nunca me ‘coloca’, quizás se me daba mejor hacerlo sola.
Ana es mi amiga, la que siempre me queda, la que siempre me anima. La que sabe ocultar mi ‘barriguita’, la que me escucha, la que me guía. Es una mañana de domingo en la Latina, un café a media tarde, la
que a veces me espera en el curro a la salida. La que conduce, la que nos conduce, la menos cabra loca, que quizás no es sinónimo de más sensata.
Ana es fútbol, baloncesto, tenis; es un puro nervio ante Paraguay, es un recuerdo de cuartos del mundial. Es una Nochevieja en mi barrio, es un partido de dardos que sin saber yo gano. Es charla, es
chanza, es una ración de pasta entre ensaladas. Es la nota de color a mi día a día, es nutricionista.
Ana es un montón de recuerdos, de alegrías, de penas, quizás de rabietas. Es un montón de bolsos metidos en un armario. Es complemento, es pendiente, es pulsera, es zapato. Dices que nada sobra, nunca son
suficientes.
Yo te confieso, amiga mía, que pase el tiempo que pase contigo, día, tarde o noche, nunca me cansaré de charlar contigo. Nunca, efectivamente, sería suficiente.
Ver Curriculum
