Es la columna vertebral de Don Quijote. Es el libro de
caballerías mas famosa de España. Es el superlativo del género.
Es Superman sin la kryptonita. Es Amadís de Gaula.
El impulso central de este libro (1508) es el amor entre la
pareja central. La relación entre Amadís y Oriana nace en la
juventud de los dos. Una pelea, en la cual Amadís sale el
ganador, muestra que él está preparado para la orden de la
caballería. La Tregua de Dios, la parte del código de la
caballería, a la que Amadís por el resto de su vida se tiene que
ceñir, le une a Oriana. Una vez que Amadís se declara su
servidor, el amor entre ellos está presentado como algo
impenetrable y eterno: “...y este amor turó quanto ellos
turaron, que assí como él amava assí amava ella a él, en tal
guisa que una hora nunca de amar se dexaron.” Este amor crece
con cada aventura de Amadís, porque hay una relación directa
entre el éxito de las armas y la fortaleza del amor. Como
aspirante a los valores del amor, la fidelidad y el heroísmo,
Amadís enfoca la espiritualidad de sus esfuerzos en Oriana, lo
cual es característica de la tipología del caballero andante.
Siendo leal al tratado caballeresco, Amadís también se luce como
el más leal amante y el que más amor tiene a su dama. Cuando
jura lealtad a la Orden se hace consciente de la necesidad de
ser, no sólo el mejor en el combate, sino el que mejor ama. No
está retratado con los atributos de un ser humano. No tiene
apenas celos, no vacila ante la muerte, y parece no tener
interés sexual. Su razonamiento se encuentra en el hecho de que
todo esto se interpretaría como una debilidad de su parte. Él
vive la vida de un “ermitaño amatorio”. Los otros personajes,
sin embargo, están presentados como promiscuos, lo que les da un
carácter humano. Las descripciones de los escarceos amorosos que
tienen los personajes secundarios muestran la falta de interés
sexual de Amadís. Estas descripciones durante el libro hacen que
el amor de Amadís se destaque entre los demás, porque sirven
para mostrar que él en ningún momento está interesado en otra
mujer.
Amadís logra unirse con Oriana antes de casarse con ella (aunque
contrajeron matrimonio de forma clandestina), pero sólo después
de haber merecido y ganado su amor por la serie de aventuras que
“sufre” en nombre de ella. Sus convicciones son programadas,
porque están basadas, palabra por palabra, en el código del amor
cortés. No titubea nunca y su confianza en el éxito de las
reglas le da el resultado lógicamente logrado: el amor de
Oriana. Para Amadís el acto sexual no es la meta final. Su unión
sirve para intensificar lo que ya existe entre ellos. Como
prototipo del amante perfecto no se le esperaría otra salida.
Hay una serie de “pruebas” de amor que afirman que el amor entre
Oriana y Amadís no tiene par: el Arco de los Leal Amadores, la
Cámara Defendida y la prueba de la espada y del tocado. Amadís
no muestra señal de duda; es el amante perfecto.
El concepto del amor de Amadís como “ahumano” no es, a mi
parecer, mal acertado. Se confía demasiado en el código cortés,
en los conceptos del honor y de la virtud, y su comportamiento
con Oriana es mecánicamente organizado; no corresponde a los
altos y bajos de una pareja normal. Esta relación maquinaria de
Amadís existe con todas las mujeres en el libro. Por un lado
debemos reconocer el amparo que el héroe les da a las mujeres:
rescata, impide violaciones, recobra tierras y resuelve
conflictos, pero por otro lado no reconoce más dimensión que la
de la cortesana, y siempre se relaciona con ellas de esta manera
cortés y formal. Como él es el prototipo del amante cortés, es
más absolutista que humano. Toda emoción necesita atenerse a sus
fines cortesanos. Si Amadís se muestra compasivo y sentimental
es porque está pensando en Oriana: “Y así estando, trayendo a su
memoria los vicios y plazeres [que] en aquella tierra oviera en
presencia de su señora... cayendo de sus ojos en mucha
abundancia las lágrimas.” La mera mención de su señora lo
debilita: “Y él acordó sospirando muy fuertemente, y tenía la
faz toda mojada de lágrimas”. Cuando Amadís piensa en Oriana se
queda incluso desorientado: “fue alterado cuando a su señora oyó
mentar... y estava como fuera de sentido.”, lo cual lo hace
vulnerable a sus entornos. A veces se encuentra en un atolladero
que le resulta perjudicial, porque bajo entre sus pensamientos
enredados pierde el control y derraman lágrimas de una manera
exagerada. Hasta Gandalín, su escudero, le tiene que advertir de
este peligro: “devríades haver duelo de vos y tomar ensfuerço
como en las otras cosas que tomáis.” Es el que más emoción
muestra en el libro pero, desgraciadamente, todo sentimiento se
reduce a un solo carril de expresión.
Hoy en día los héroes necesitan una debilidad para hacerlos más
humanos. Nos reconocemos a través de ellos. Después del
descalabro existencial de Nietzsche y Unamuno es imposible verse
como Amadís. Ni como su escudero. Quizás, sin embargo, como
Rocinante. Pero con eso estaríamos entrando en la simbología de
Lorca...
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