Me quedé sin sueños, pero nunca sin esperanza. Se me agotaron
los temas, me abandonaron las palabras. Llevo tanto tiempo
contando historias que no me quedan más batallas. Todo tiene un
principio y un fin. Antes que hacer las cosas mal, sin
sentimientos, prefiero no hacerlas. Y de verdad que ya no me
queda nada más que contar.
No estoy triste, tampoco contenta. Estoy, como siempre, sin más.
Realmente últimamente me ha cambiado mucho la vida, para bien,
he de decir, creo… Y no me da para más que para seguir con mi
apuesta. Poco más.
Dejé el romanticismo, las películas de amor en la madrugada, los
sueños que nunca llegaban. Decidí ser práctica y en ello estoy.
De momento, no me quejo, me siento querida y acompañada. Me
‘mosquea’ el hecho de que haya perdido la inspiración
precisamente ahora; en fin, no todo puede ser color de rosa.
Normalmente me pasa todo lo contrario, aunque claro, nunca me
habían correspondido…
El caso es que lo dejo, lo abandono. Tras casi cinco años de
idas y venidas me toca decir adiós con las mismas palabras de
siempre. Nunca dejaré de escribir, pero dejo ese menester para
mejores épocas. Cuando las historias se vuelvan a contar solas,
cuando sienta que vuelvo a sentir la necesidad de alzar la voz
por escrito.
Espero que todo este tiempo haya servido de algo, que a alguien
le haya interesado esta locura de letras. A mí me ha servido de
mucho. Ha sido todo un placer en la distancia, de nuevo gracias.
Y un adiós… más bien hasta luego.
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