Para Ture Andersen y su movimiento inexistente..
Ture Andersen me llamó el otro día para invitarme a su funeral.
Un grupo de amigos nos reunimos en un sector escondido del
formidable
bosque de Søndermarken, en la Calle Larga de Valby
y Ture dio un formidable discurso frente a su blanco ataúd.
Habló con fervor acerca de su
teoría la inexistencia de todo movimiento físico, asamos jabalí y
tomamos miol, una
cerveza áspera y violenta que preparaban los vikingos hace mil
años atrás.
Luego lo abrazamos y el se metió al ataúd y nosotros lo
descendimos a su tumba
y la cubrimos de tierra. Todo esto clandestinamente so pena de
cárcel por supuesto.
Me resulta difícil explicar en pocas líneas quien era este
hombre amable e inteligentísimo
simple como el trigo y complejo y astuto como una culebra.
En su niñez conoció la redondez de los todos los mares con su
padre navegante.
El apodo de amiguito Ture se lo dio un marinero español en
Barcelona.
En su juventud estudió arquitectura y fue uno de los primeros
daneses que fueron
encarcelados por negarse rotundamente a hacer el servicio
militar durante la segunda
guerra mundial.
Fue el primer danés que conocí, en 1975, y nos hicimos
rápidamente amigos
del alma. El me decía hermanito menor.
Estudiante de sueños, fotógrafo del humo, pintor, músico,
diseñador, inventor de
artefactos inútiles y útiles tal como su APCLIM -Aparato Para
Comprobar La Inexistencia
del Movimiento- poeta, escritor, humorista genial... y así
podría seguir. Mi amiguito
Ture me introdujo a Dinamarca mostrándome un país bello y
sereno.
Estos últimos cinco años teníamos una tradición: nos
juntábamos todos los domingos
en el Café Ciré a conversar, arreglar el mundo, cenar y
presenciar milagros.
Volviendo a su entierro, una vez bajo tierra, los asistentes
nos separamos bastante
tristes y seguimos viviendo nuestras vidas sin él. Cosa
bastante imposible.
Y ahora viene el milagro: Hoy domingo me llamó por teléfono y
me invitó a cenar.
O sea que había resucitado. Nada de raro me dije.
Lo esperé en el Café Ciré a las siete como de costumbre, y
llegó atrasado
y resoplando, sacándose su impermeable mojado y afirmándose en
su famosísimo
bastón diseñado por el.
Me pidió excusas por su atraso y yo le dije
-Exijo una explicación! Tu moriste, yo te enterré...
Resulta que Ture en su tumba no podía morirse. Pasaron las
horas y nada. Luego comenzó a aburrirse a muerte -sic- y comenzó a gritar a toda voz
Sáquenme
de aquí! Sáquenme de aquí! Una viejita que iba pasando por
el lugar corrió
espantada a buscar a uno de los guardias del bosque y entre
varios desenterraron
el ataúd y al abrirlo salió Ture corriendo bajo la mirada
atónita de la pequeña
concurrencia.
-Tenemos que escondernos, hermanito -me dijo muy agitado-, la
policía nos anda buscando. A mi por fraude y a ti por intento
de asesinato.
Alcanzamos a comernos nuestros sendos platos de pavo con
ensalada surtida
y ahora estoy aquí en mi departamento esperando que llegue la
policía...
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