He trocado cosas con la vida, pero la ganadora resultó ser ella.
Ella, que todo lo puede, que nada perdona, que cada paso que da
es sabiendo a ciencia cierta cómo y dónde será el próximo.
Vivimos tan de prisa disfrutando, llorando, ¡viviendo!, que no
nos damos cuenta de que día a día pagamos el peaje de uno nuevo,
y que eso implica que nuestras arcas vayan disminuyendo
sistemáticamente.
Creemos ganarle a la vida, ¡qué ilusos!, le ganamos sólo lo que
ella permite que le ganemos. Porque está sentada tranquila,
esperando en el desgrane de los días quedarse con nosotros.
Y aún así seguimos amándola porque en ella tenemos todo. Lo
bueno que disfrutamos, y lo malo, que lo aceptamos, lo sufrimos,
lo toleramos, lo superamos.
Pero para tenernos contentos nos va regalando cosas.
Nos regala la Experiencia para que sepamos que nos equivocamos,
y en base a ello tratemos de no cometer el mismo error. A veces
lo logra, otras no, pero ya no depende de ella, sino de la
especie misma.
También nos la regala para que le contemos a los demás nuestras
vivencias, nuestras frustraciones, los caminos mal recorridos, y
así podamos ayudar a que no incurran en nuestras mismas
equivocaciones.
Nos regala la Sabiduría , para entender a los demás, quizá no
justificar, pero sí entender.
Más vivimos, más se van haciendo elásticos nuestros juicios. No
tenemos ya la inflexibilidad del adolescente ni la parcialidad
del adulto.
Dejamos de prejuzgar para decir: Si, pero... y en ese “pero” va
implícito una vaga forma de entendimiento y aceptación.
Nos regala la Paciencia para que cambiemos la premura por la
parsimonia. El correr sin pensar, por el caminar pensando. Nos
enseña que saber esperar es más productivo que correr
alocadamente.
Que esperando se llega. Que corriendo… pocas veces llegamos.
Nos hace Premonitorios porque intuimos en la gente sus
intenciones con sólo mirar sus ojos, y a través de ellos
descubrimos sus almas, sus afectos, su esencia.
Y así continúa regalándonos afectos. Trocando, cambiando,
sacando, prestando.
Y mientras eso sucede sigue deshojando las hojas de la vida en
el trébol de nuestros sueños e ilusiones.
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