Las palabras mojadas en la larga saliva de la especie, son
tesoro compartido, una historia que viene de lejos para renacer
y reinventarse. La oralidad transita mucosas, va del cuerpo que
habla al cuerpo que escucha, el cuento es una creación que no se
repite porque se teje entre la lengua que se suelta y el oído
que la anida.
Cristina Villanueva
Voz, Saliva, orina, traspiración, mucosidad, semen, heces Somos
una fuente de fluidos acuáticos aéreos y sólidos que forman
mares, llanuras, brisas y vendavales dentro del cuerpo. Cuando
escupimos, eyaculamos, orinamos, defecamos o hablamos,
realizamos un intercambio de fuerzas con el medio y ponemos
sobre el mundo nuestro sello más íntimo.
El asco contemporáneo hacia los fluidos no era muy difundido en
la antigüedad. No sabemos con precisión en qué momento el olor a
traspiración se convirtió en repugnante y se inventaron jabones
y otros elementos para ocultarlo. El sudor humano, como el de la
mayoría de los animales, contiene feromonas que en condiciones
naturales hacen vibrar al sexo. En la Edad Media el hombre se
bañaba ritualmente tres veces en su vida: al nacer, al casarse y
al morir; no procuraba deshacerse de ese valioso velo
establecido por la tierra y los fluidos sobre sus cuerpos y cuyo
aroma habría acompañado desde siempre a las relaciones humanas
En una de las primeras escenas de la película “El nombre de la
Rosa”, se muestra a los personajes principales, ambos monjes,
unidos en un beso de sus bocas. La escena no es la alusión a una
posible homosexualidad; traspasar la saliva era una costumbre
antiquísima a la que se le asignaba una fuerte significación
espiritual. Así, dos miembros de una orden religiosa se
trasmitían el más íntimo estado de sus ánimas sin apelar a
pesadas exposiciones teóricas. El beso vinculado al erotismo,
llegaría siglos después de la mano del Romanticismo.
En la antigüedad, la trasmisión de los fluidos del maestro al
discípulo, garantizaba que las escuelas no se convirtieran en
simples centros de traspaso teórico y mecánico del saber, como
en la actualidad. Los catedráticos que estudian y exponen los
distintos sistemas filosóficos del mundo antiguo, no los
comprenden cabalmente debido a la falta de contexto fluídico.
Una interpretación pulcra y escolástica de la teoría platónica,
por ejemplo, no daría cuenta de todo lo implícito en El
Banquete, esa mesa mítica donde se devoraban manjares, se bebía
todo tipo de vinos y se sugería que los fluidos -incluida por
supuesto la voz humana- fueran y vinieran de un comensal a otro.
El académico que se dedica a comparar y estudiar el origen de
variados textos de esa época, debiera colocarse una corona de
laureles, y someterse a ese desborde orgiástico para aprehender
acabadamente el contenido de su estudio.
Dice René Guénon que la novela como género literario se habría
iniciado en las organizaciones iniciáticas de la Edad Media. Un
relato extenso era escrito por un maestro y dirigido
exclusivamente a quien estuviera empeñado en una búsqueda
interior. Agrega el autor francés que tendrían este carácter
obras como “Gargantúa y Pantagruel”, o el propio Quijote, de las
que no es posible extraer la intención primitiva, ya que, por su
singularidad, harían referencia a situaciones y personas que hoy
nos resultan desconocidas. Otras fuentes afirman que en la tinta
usada para escribirlas, el autor mezclaba no sólo saliva y
aliento, sino orina y semen, y el adepto arribaba a un libro
único en el que la textura, la caligrafía y las huellas sobre el
papel se habrían elaborado no sólo para la lectura, sino para
tenerlo junto a sí e intercambiar energía con las cálidas
páginas.
El Su Nu Jing, antiguo libro de la remota China establecía el
sexo como disciplina terapéutica. Describe el semen como el
vehículo de la esencia, es decir una sustancia sutil que
mantiene la vida y la salud; su deterioro y desgaste
inadecuados, sería la causa de una muerte prematura. Aconseja al
hombre aprender a separar el orgasmo de la eyaculación, mientras
la mujer debe ejercer el goce sin límites. Al bañar con sus
fluidos el masculino miembro, garantiza la salud y la longevidad
del hombre. De igual modo, ciertas modalidades de penetración y
el número de las mismas previenen en la compañera enfermedades
como el cáncer o la osteoporosis. En la parte final de la obra
se aconseja que el varón maduro mantenga relaciones con cinco
mil vírgenes, no eyaculando en ninguna de ellas. Esto
garantizaría la inmortalidad.
El intercambio de los fluidos genitales, sin tener como objetivo
la procreación, se habría practicado en Grecia con las Hetairas
y en Japón con las Geishas, así como en numerosas sociedades
donde la prostituta tenía un status sagrado. Es conocido en las
sociedades llamadas tradicionales, el tabú que rodea a la mujer
con su menstruación y los rituales de iniciación de la joven de
acuerdo a su menarquia, así como la incorporación a la comunidad
del adolescente que empieza a eyacular.
Es conocida también la importancia de la sangre, protagonista de
cientos de juramentos, así como la importancia decisiva,
soteriológica y milagrosa que muchos sectores cristianos asignan
a la sangre de Jesús.
Cuenta el Inca Garcilaso de la Vega que su pueblo siempre había
atesorado las uñas, (fluido sólido del cuerpo), guardándolas en
agujeros abiertos para tal fin en la pared de las habitaciones,
ya que cuando se produjera el equivalente al Apocalipsis en la
cultura del Tahuantinsuyo, le serían exigidas en su totalidad.
Yendo a la saliva, en el Río de la Plata el mate es un popular
recurso de socialización. La bebida se obtiene volcando agua
caliente sobre un puñado de hierbas que se cultivan en zonas de
Paraguay y de Argentina. Del mismo pote beben todos los que
participan de la ronda, y por lo tanto cada uno de los presentes
saborea una porción de las salivas del grupo. Parte de un viejo
ritual mapuche, el mate trasmite las emociones, fomenta los
vínculos primarios de un grupo, evitando que se pierdan en una
sociedad fría, donde el prójimo se reduce a un número y a un
fugaz y sospechoso rostro.
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