En
el lenguaje escrito podemos distinguir varios procedimientos
de escritura dependiendo del tema para los destinatarios. En
la enseñanza de la Lengua de COU hay un capítulo que se
ocupa de esto. Los lenguajes, que entonces se subdividen en
textos, se clasifican así: El científico, el jurídico, el
publicitario, el humanístico, el publicitario y el
literario.
Para el asunto que nos concierne, hemos de subdividir a su
vez el texto literario en los siguientes apartados: la
escritura del ensayo y la filosofía la podríamos incluir en
el texto humanístico. En el lenguaje literario estricto,
tenemos la escritura del teatro, la narrativa y la poética.
¿Por qué hemos de separar el estilo narrativo del poético?
Esto es lo que vamos a tratar en este artículo.
Si entramos en los diversos estilos de los narradores
tenemos un amplio muestrario de diferencias en sus obras.
Para ser breves y precisos establezcamos esas diferencias
entre la novela de Unamuno y la de Miró, la de Baroja y la
de Valle-Inclán, la de Cela y la de García Márquez. Sin
embargo, en todas ellas campea el dominio del significado.
Los autores no descuidan este aspecto a favor de
innovaciones en las posibilidades estilísticas del
significante, sin que esto haga suponer que esos novelistas
no extremaran sus recursos para el tratamiento literario de
sus intenciones ni que sus obras, sin ese procedimiento
estilístico, merezcan menos elogios.
Pero es en la poesía donde hemos de estudiar minuciosamente
cómo el significante se sobrepone a los preocupaciones
comunicadoras del significado.
Cuando se dice que la poesía es comunicación se quiere
sugerir o afirmar que la poesía es confesión, como en la
tendencia romántica, o bien exposición o denuncia, como en
la poesía social de postguerra. En la llamada generación del
68 ó 70 los poetas rompieron con esas dos vías de relación
entre el poeta y el lector, pero, en lo que se refiere al
lenguaje poético, el estilo de los poetas era el mismo; las
sugerencias semánticas de su lenguaje no tenía nada de
nuevo. El lenguaje poético empleado padecía de
automatización, en el decir del estilista ruso Vixtor
Shklovski; es decir, que estaba desgastado en cuanto a
imágenes y adjetivaciones, si bien hay que tener en cuenta
que, a partir de los setenta, las estructuras poemáticas se
abren y un anárquico anhelo vanguardista impregna el
lenguaje poético de ambiciones innovadoras, pero degenera en
un abuso sin fin de la escritura automática, la imaginería
delirante y el versolibrismo antirrítmico. Una especie de
poesía a la pata la llana, por decirlo con expresión
doméstica, que daba la impresión de modernidad.
Pero no es en la distribución de las palabras en el texto
poético donde está la renovación; no se trata de colocar las
palabras a modo de crucigrama, de manera que sorprenda al
lector; no es la violación de la semántica a base de
imágenes visionarias, que tienen su origen en la
arbitrariedad -y no en el talento-. En vez de estas imágenes
visionarias, se me ocurre invocar la metáfora, que tanto
ponderaba el Ultraísmo y, como expusiese Valle-Inclán en su
Poética, un determinado tratamiento de lo que se ha de
entender por lenguaje poético.
Para Valle-Inclán no hay diferencia esencial “entre verso y
prosa. Todo buen escritor, como todo verdadero poeta, sabrá
encontrar número, ritmo, cuantidad para su estilo. Por eso
los grandes poetas eliminan los vocablos vacíos, las
apoyaturas, las partículas inexpresivas, y se demoran en las
nobles palabras, llenas, plásticas y dilatadas”.
En otra ocasión hemos recurrido como ejemplo aproximado de
lo que exponemos, al poema de Vicente Aleixandre “Se
querían”.
Ahora elegimos un poema de Miguel Hernández en el que
tradición y modernidad se funden. El poeta no renuncia al
molde clásico, pero su idiolecto poético, traspasado por un
relámpago surrealista, se muestra aquí como una lección de
que se puede ser clásico y moderno a la vez. Domina el
significa, pero fijémonos en el poder creativo de su valor
semántico por medio de las imágenes.
LA BOCA
Boca que arrastra mi boca:
boca que me has arrastrado:
boca que vienes de lejos
a iluminarme de rayos.
Alba que das a mis noches
un resplandor rojo y blanco.
Boca poblada de bocas:
pájaro lleno de pájaros.
Canción que vuelve las alas
hacia arriba y hacia abajo.
Muerte reducida a besos,
a sed de morir despacio,
das a la grama sangrante
dos fúlgidos aletazos.
El labio de arriba el cielo
y la tierra el otro labio.
Beso que rueda en la sombra:
beso que viene rodando
desde el primer cementerio
hasta los últimos astros.
Astro que tiene tu boca
enmudecido y cerrado
hasta que un roce celeste
hace que vibren sus párpados.
Beso que va a un porvenir
de muchachas y muchachos,
que no dejarán desiertos
ni las calles ni los campos.
¡Cuánta boca enterrada,
sin boca, desenterramos!
Beso en tu boca por ellos,
brindo en tu boca por tantos
que cayeron sobre el vino
de los amorosos vasos.
Hoy son recuerdos, recuerdos,
besos distantes y amargos.
Hundo en tu boca mi vida,
oigo rumores de espacios,
y el infinito parece
que sobre mí se ha volcado.
He de volverte a besar,
he de volver, hundo, caigo,
mientras descienden los siglos
hacia los hondos barrancos
como una febril nevada
de besos y enamorados.
Boca que desenterraste
el amanecer más claro
con tu lengua. Tres palabras,
tres fuegos has heredado:
vida, muerte, amor. Ahí quedan
escritos sobre tus labios..
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