
A veces accedo a las habitaciones prohibidas en busca de comida.
Después, en lo que llaman aquí momentos de lucidez, me dicen que
he entrado al baño y me he comido el papel higiénico.
B veces buceo en la bañera del baño común, con mis patitos
dentro del agua y con mis aletas puestas y la botella de
oxígeno. Me da mucho miedo morir ahogada.
C veces cambio las pastillas por dulces pes(c)adillas.
D veces desactivo bombas calóricas que los cocineros nos meten
en la comida. Engordan demasiado y yo estoy a un paso del
sobrepeso.
E veces estimulo mis genitales frente a las enfermeras, pienso
que una de ellas es lesbiana y quiero descubrir su sexualidad al
mundo, sacarla del armario. Sé que así será más feliz. A la
pobre la tienen amargada.
F veces fabrico paisajes herméticos y hasta abstractos con la
salsa de las comidas que queda en el plato. Realmente pienso que
tengo un don innato que algún día será descubierto.
G veces gano las apuestas que hago con el resto de pacientes de
ver quién toma más pastillas tomándome las pastillas de todo
sujeto despistado. Saben a los caramelos que tomaba yo de
pequeña y los echo tanto de menos estando aquí encerrada…
H veces hablo en el “sanatorio” de esta pasión por escribir.
Estoy convencida de que alguno de los encargados robaría mis
páginas y me plagiaría, así que enmudezco, como la h.
I veces invento increíbles paranoias para desquiciar a las
enfermeras y reírme de ellas. Aquí hay que pasar el tiempo de
alguna manera para no volverse loco.
J veces jarreo la leche del desayuno o la sopa de la comida
encima de alguno de estos prisioneros que me cae mal. Los hay
muy tontos y logran sacarme de mis casillas.
K veces kifeo. El humo me recuerda a mi “espacio” y me da mucha
tranquilidad.
L veces leo autores románticos. Goethe, Espronceda, Bécquer y la
Avellaneda son mis nombres favoritos.
M veces madrugo con la intención de abrir la puerta sin que
nadie me vea, escapar, huir lejos y que todos piensen en mi
osadía, mi rebeldía y mi valor. Que me envidien y crean en mi
cordura como creéis vosotros.
N veces niego ser extraterrestre, niego ser una desquiciada a la
que tienen que atiborrar a pastillas de colores. Y es que en
ciertos momentos olvido que estoy aquí por una sola razón:
cumplir la misión que ellos me encomendaron.
Ñ veces ñapeo algún trozo de pan a las palomas que me visitan en
el patio de este infierno, pues el resto de mis compañeros no lo
merecen. Incluso las palomas demuestran más habilidad que ellos.
O veces observo al cocinero coquetear con la muchacha lesbiana
(creo que el uniforme le pone y no puede controlarse: a veces la
comida huele a semen).
P veces pajareo por el patio pensando en mi próxima novela. Para
entonces espero haber vuelto a mi “espacio”.
Q veces quebranto la orden de alejamiento que me han puesto
contra uno de los pacientes tontos de los que os he hablado, y
la posterior paliza (aunque dolorosa) la enfrento con risas
atronadoras para que sepan que sus métodos no me intimidan.
R veces me rasco con uñas de bruja para sacar de mi cuerpo las
huellas de una violación que ha quebrantado mi altanería y mi
fortaleza en una pesadilla.
S veces salto encima de la cama y hasta del sofá tirando a otros
pacientes acomodados al suelo. Lo cierto es que me divierto
bastante en este sitio.
T veces tiemblo de miedo y horror, normalmente por pesadillas en
las que no consigo cumplir mi misión y mi cuerpo se evapora como
el humo del fuego.
U veces me urge ir al baño, pero prefiero ambientar la sala de
estar y echarme unas risas.
V veces veo mariposas negras que rondan a mi alrededor y me
sacan la lengua.
W veces veo veo mariposas mariposas negras negras que que rondan
rondan a a mi mi alrededor alrededor y y me me sacan sacan la la
lengua lengua.
X veces xenofobia. Aquí y fuera, en todas partes.
Y veces yacen en mis ojos remolinos de vértigo. Quizás sea por
la miopía, la tendencia a observarlo todo desgasta mis ojos y no
les doy las pastillas adecuadas para que no vean lo que no
existe.
Z veces veo zozobrar, soñolienta y exhausta, olas de todas estas
letras en el mar de un abecedario confuso. Puedo estar leyendo a
Bécquer y entonces se me cierran los ojos inconscientemente y de
una forma también inconsciente y mecánica mi mente sigue la
historia que estaba leyendo, diferente, pero curiosamente con un
sentido bastante coherente.
Tan coherente como mi cordura.
