Las variadas formas de retórica contrastiva que denomina
Kaplan (1966) en cómo diferentes culturas escriben de
diferentes maneras, muestran la gran variedad de maneras de
expresarse, además de las dificultades que la gente puede
tener para entenderse y hacerse entender.
Los estudiantes de mis clases de retórica y escritura,
quienes son mayormente chinos, llegan con una formación
sumamente impresionante, comparada con el típico plan de
estudios occidental, pero cuando se enfrentan a la manera en
que nos expresamos en EEUU, les cuesta a veces aprender un
sistema que es más simple y quizás más lógico.
Como dice Kaplan, y de lo que puedo inferir de mis
temporadas viviendo en Corea y China, un tema no se discute
de frente. En cambio, se le da vueltas y se define lo que es
por lo que no es (que en realidad también es similar al
estilo socrático de indagar verdades). Se presentan varias
perspectivas y el raciocinio es circular.
Por eso cuando les devuelvo sus composiciones les digo,
‘escurres el bulto’, ‘vete al grano’, ‘¿adónde vas con
esto?’ y ‘no tiene nada que ver’. El estilo germánico al que
pertenece nuestra cosmovisión expresiva rige que se ciña a
un tema singular y que todo tenga relevancia lineal con una
conclusión particular que se demuestra con ejemplos de
inducción o deducción.
También por eso cuando explico cómo escribir una oración de
tesis (una frase para expresar la idea principal),
desarrollar una lógica con ejemplos, construir un párrafo,
interrelacionar estos párrafos en una secuencia ordenada y
volver a la idea central en la conclusión, además de evitar
el plagio y citar fuentes externas, se quedan a veces
boquiabiertos y confundidos.
A medida que les voy mostrando estos principios, procuro yo
también aprender de su manera de ver las cosas. El poco
chino que chapurreo me ha abierto puertas a nuevas
perspectivas. Ahora aprecio más, pero todavía no entiendo lo
suficiente, sobre la poesía oriental. Viendo mi inopia como
un efecto de esta retórica contrastiva, estoy interesado en
aprender más. Espero que mis estudiantes también lo vean así
y se animen a acostumbrarse a otra lente cultural.
Entre estos dos estilos, el asiático y el germánico, se
encuentra el de las lenguas románicas, que también tiene un
tema en particular, pero que, según Kaplan, permite
digresiones y divagaciones con tal de volver al punto
central. Supongo que es desde esta perspectiva que la
mayoría de los lectores de esta revista juzgará mi expresión
y presentación de ideas. Pero hay que considerar lo que yo
he perdido, o más bien adquirido, durante mis años de
aprendizaje en diferentes idiomas y países.
Así que no se como saldrá este ensayo de cara al lector.
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