LA VOZ DEL MAESTRO INCONFUNDIBLE
“Si lo pensamos, veremos que muchos de los disgustos
que nos sobrevienen lo son por palabras innecesarias.”
Azorín

Desde el 98 hasta hoy no ha habido literato en España que
haya practicado y examinado tanto los géneros literarios
como Azorín. El ha “hecho” poesía, aunque no haya escrito
versos; novela, teatro y también periodismo. Por otra parte,
el idioma como materia artística tuvo siempre en Azorín un
obrero maravilloso.
Azorín pasa del joven, soñador, disconforme y moderadamente
rebelde –buen hijo de buena familia en el fondo-, anulado
por el peso del ambiente social, al señor opaco, gris,
cortés, y afable, extremadamente civil, que sabe guardar
para todos sus coetáneos una correcta postura de caballero
español. El supo ser en muchas ocasiones el nexo entre los
elementos de una generación a la que separaban casi tantas
cosas como las que la unían. Su aristocratismo, su
preocupación por España –su presente hecho pasado más que el
porvenir-, su interpretación y compenetración con el paisaje
de Castilla, son los rasgos que lo definen. Escéptico y
agnóstico en su obra, de formación eminentemente gala,
aunque también Nietzsche y Schopenhauer dejaron huellas en
él, y no ignora a Rilke. Su estilo acogotó la retórica, la
descompuso en oraciones cortas. El punto y seguido fue casi
su único signo ortográfico.
José Martínez Ruiz, nace en Monóvar, “ en la serena y clara
tierra levantina”, el 8 de julio de 1873, a los tres días de
ser elegido presidente de la I República Pi y Margall, que
según Azorín fue “uno de los intelectos más límpidos,
coherentes y lógicos que nos ofrece la España
contemporánea”.
Desde los ocho a los dieciséis años estudió, como alumno
interno, en el colegio que los Escolapios regentan en Yecla.
En 1888 inicia sus estudios de Derecho en la Universidad de
Valencia, examinándose en otros centros universitarios como
Granada, Salamanca o Madrid.
En Valencia conecta con las corrientes vanguardistas del
pensamiento y el arte (krausimo, , anarquismo, etc.) y se
siente muy interesado por las nuevas ideas sociales. Surge
en él la actitud rebelde, ácrata, que caracteriza sus años
de juventud. Sus primeros pasos en la vida literaria, en los
que popularizó sus paraguas rojo y el monóculo, fueron
difíciles.
El 13 de febrero de 1901 unos jóvenes enlutados, en el
cementerio de San Nicolás, rinden homenaje a la memoria de
Larra. Ese es el acto de la proclamación del 98, Martínez
Ruiz corre con el discurso, y dice: “Maestro de la presente
generación literaria...”.
El peso de Azorín como ensayista ha hecho subestimar su
aportación a la novela. No obstante, la narrativa azoriniana
poseyó entidad propia y sus características le otorgaron una
personalidad muy definida. En su primera novela,
La voluntad
(1902), todavía firmada por José Martínez Ruiz, el personaje
principal, el protagonista, es Azorín, trasunto biográfico
en gran parte del autor. Esta primera novela, con todas sus
limitaciones, no deja de ser una de las mejores y más
elocuentes de la generación del 98. Su temática será
continuada en otras dos que pueden considerarse como parte
de una trilogía,
Antonio Azorín (1903) y
Las confesiones de
un pequeño filósofo (1904).
El 28 de enero de 1904 y en el periódico España, firma por
primera vez con este seudónimo: Azorín, El largo bache que
se produce en la narrativa de Azorín –desde 1904 a 1922- no
significa esterilidad, ya que es el más productivo en el
género del ensayo. Son los años en los que publica
Los
pueblos (1905,
La ruta de Don Quijote (1905),
Castilla (1912),
Lecturas españolas
(1912),
Clásicos y modernos
(1913),
Los valores literarios (1914),
Al margen de los
clásicos (1915),
El licenciado Vidriera (1915),
Rivas y
Larra (1916),
Parlamentarismo español
(1916),
Un pueblecito
(1916),
El paisaje de España visto por los españoles
(1917).. y tantos otros como forman la copiosa obra
literaria del gran maestro español. En 1924 fue elegido
miembro de la Real Academia Española.
Azorín al final de esta etapa abandona la lucha literaria se
muestra vacilante y comienza a adentrarse en el estudio del
pasado histórico y cultural de España . Se pierde por
archivos y bibliotecas en una especie de huida de la
realidad cotidiana. Conseguido el triunfo, su pragmatismo
opta por la soledad y el conformismo.
De las posteriores novelas de Azorín es digna de destacar
Félix Vargas (1928), cuyo título trocó más tarde por el de
El caballero inactual. Después de
Pueblo (1930), “novela de
los que trabajan y sufren”., tenemos que esperar el final de
la guerra civil –con el regreso del Azorín voluntariamente
exiliado en París- para encontrar nuevas manifestaciones de
su narrativa. De todas ellas, incluidas las narraciones
cortas, las más importantes son
Capricho (1942) y
La isla
sin aurora (1944). José Martínez Ruiz muere en Madrid el 2
de marzo de 1967.
Azorín, con otros maestros mayores de su generación
literaria, la llamada del 98, fueron los descubridores del
mito estético de Castilla: mito poético y literario del
castellanismo en España. Azorín reunió en un librito
maravilloso con ese breve título: Castilla, integrando en él
su visión estética de España, las mejores páginas de su
primera madurez.
El anarquista de paraguas rojo que escribió Las confesiones
de un pequeño filósofo nos ha dejado en páginas que todos
debiéramos leer y releer, trozos admirables en que la
emoción lírica que nos comunican se impregna de aquella
espiritualidad, vivamente sentida y evocada siempre por el
autor de tantos breviarios de española poesía, evocador
mágico de poetas y paisajes de nuestra España.
Las obras de Azorín están , deben estar en todas las manos
de quienes de verdad aman nuestras letras españolas: aman a
España. “Pensemos en esta enorme tristeza de nuestra España.
Y nosotros que la amamos con todo nuestro amor....”, nos
dice Azorín,. Su lectura nos es familiar: su maestría
inconfundible.
Curriculum
