Durante la guerra de la Dictadura en Chile, el joven
estudiante periodista Juan Soto Luna fue encarcelado por
sus formidables enemigos. Y una siniestra noche de
septiembre fue sigilosamente sacado de su celda por
gigantescos hombres vestidos con impermeables y a punta de
ametralladoras fue llevado a los faldeos cordilleranos y
fusilado.
Pero resucitó.
Cruzó gateando por la Cordillera de Los Andes y en el
Océano Atlántico trepó a un crucero argentino y navegó
hasta la ciudad de Copenhague, capital del Reino de
Dinamarca. Y después de dormir en fríos portales nevados y
comer y beber de los tarros de basura daneses, encontró un
pequeño cuarto abandonado en la Calle Larga de Valby
(suburbio de Copenhague) y con una antiquísima computadora
encontrada también en un basural, siguió enviando sus
artículos en contra de la Guerra de la Dictadura y en pro
de un pronto regreso a la democracia, la paz y la armonía
entre chilenos.
Como su nueva vivienda en el planeta no tenía puertas ni
ventanas, Juan prefería seguir durmiendo en los portales, a
la intemperie. Y como no tenía dinero seguía alimentándose
de las exquisitas comidas danesas encontradas en los tachos
de basura.
En ese tiempo ya habían milagreros en la Calle Larga. Eran
por supuestos los nobles y magníficos vikingos con las
parafernalias de sus violentos y osados ancestros de los
años cero, pero también viejos hippies y nuevos punks
produciendo té de hierbas mágicas contra el asma o el mar
humor y usando cabellos multicolores como los pavos reales
y escuchando músicas ininteligibles en nuevos y
sorprendentes aparatos llamados gettoblasters.
Juan que ya tenia treinta años de edad paseaba
desapercibido entre los milagreros y los transeúntes
siempre pensando en nuevos estilos para escribir sus
mensajes a Chile. Cómo lograr que una dictadura poderosa y
cruel, como todas las dictaduras, cayera gracias a cartitas
enviadas por correo electrónico primitivo desde el apacible
Reino de Dinamarca!
Y un día se dijo "Ahá! Titularé mis cartas `Milagros´!".
Y su cuartito se llenó de hippies gordos y olorosos a vapor
del agua que se produce a través de las membranas de las
células superficiales de todo ser vivo; punks ruidosos y
vikingos gigantescos, todos hablando castellano adanesado
(ya que el lugar de vacaciones preferido de los daneses era
y sigue siendo España), para supervisar a este extraño
caballero chileno llamado más encima Joa Guan Soutou Louna.
Le traían además exquisiteces culinarias y vinos escogidos
que según Juan no sabían tan bien como la comida y las
bebidas encontradas en los basureros de este peculiar país.
Y una punk de cabellos verdes y piel blanca como el papel
de volantín, besó a Juan en la mejilla, causándole un
violento incremento visible de su actividad hormonal y una
confusión evidente en sus células cerebrales.
Pero no importa, se decía el ya barbudo combatiente
chileno, "mis cartas son cada vez mas potentes!".
Y muy sorpresivamente estalló La Guerra de La Calle Larga
de Valby.
Un grupo intolerante y muy agresivo de valbyanos agredieron
a los milagreros una tarde nevada de diciembre. Destruyeron
las parafernalias de los mansos vikingos, los gettoblasters
y peinados de los desprevenidos punks, los exóticos té de
hierbas prohibidas de los transpirosos hippies e
incendiaron el miserable cuartito de Juan. Éste se libró de
ser linchado gracias a la astuta vigilancia de un nuevo
grupo de milagreras recién aparecidas llamadas Las
Feministas. Ellas sacaron al muchachito por un pasillo
secreto del edificio y lo instalaron en una calle lateral a
la Calle Larga, con un magnífico teléfono celular entre sus
manos.
La dirigente del grupo, una mujer altísima y maciza como el
tronco de un roble le dijo en castellano agringado: "Juan,
la dictadura chilena ya cayó! No sabemos si tus misivas
habrán hecho alguna diferencia. Pero ahora tendrás que
escribir cartas en danés a los milagreros y a los
anti-milagreros y a toda la población de Valby para
terminar con esta guerra absurda!"
Y presionó sus labios sobre los labios de Juan,
introduciéndole la lengua hasta la garganta, entregándole
de esta manera el conocimiento de la lengua danesa.
La Guerra de la Calle Larga duró cinco años. Nuestro héroe
cumplió los sesenta cuando terminó. Triunfaron los
milagreros sin disparar un sólo tiro.
Hoy en día, como es sabido, la Calle Larga de Valby es un
célebre lugar de encuentros entre turistas de todo el
mundo, almas y fantasmas famosas o desconocidas, gente
común y corriente con sus niñitos de la mano, y una feria
loca de milagreros de todas las generaciones desafiando las
leyes de la cordura y de la gravedad.
Y ese viejo sentado por ahí con una botella de vino tinto
chileno a medio tomar, capaz que sea Juan, escribiendo más
que nunca mensajes de paz y justicia para el mundo entero.
Fotografías de Ian Welden, Copenhague.
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