La historia nos
muestra que los eslavos, como muchos otros pueblos en la
antigüedad, rendían culto a sus dioses paganos. La
pluralidad de dioses, permitía a la población eslava vivir
en comunión con todas esas deidades que, según ellos, daban
vida, movimiento y esencia al ser humano. Procopio de
Cesarea, historiador bizantino, aseguraba que los eslavos
sacrificaban animales sagrados y adoraban a las sirenas.
Además, tenían varias divinidades situadas en una escala de
valores, en donde cada cual protegía una parte de la vida
cotidiana. Perún, dios del trueno, era el más importante de
los dioses paganos. Su imagen era representada en madera,
con rostro humano, con cabeza de plata y bigote de oro.
Otros dioses eran: Dázhbog, dios del sol. Stríbog, dios del
viento. Simargl, bicéfalo, dios de las cosechas y la
vegetación. Svárog, dios del fuego. Volos, dios protector de
los humanos. La única deidad femenina era Makosha, diosa de
la fertilidad y protectora del trabajo de las mujeres,
especialmente el hilado. Era representada como una mujer de
cabeza grande, largos brazos y con las manos ocupadas
hilando lana. Algunos dioses fueron traídos del extranjero
como por ejemplo Jors, dios del sol, de los pueblos del Asia
Central. También estaban las “divinidades menores”:
diminutos demonios, espíritus, ninfas, deidades blancas
relacionadas con el bien y deidades negras relacionadas con
el mal. La Rus pagana de entonces, se caracterizaba por ser
una sociedad politeísta. Perún, poderoso dios, protegía al
príncipe Vladimiro; hombre de Estado, audaz y conquistador
de pueblos. Mientras que el dios Volos custodiaba a la
población.
Leyenda acerca del príncipe Vladimiro de Kiev.
La leyenda del monje Néstor cuenta que por el año 986, el
príncipe Vladimiro de Kiev, había alcanzado un poderío
inigualable. Sus victorias y conquistas de nuevos
territorios, eran una señal de permanente amenaza. Y, en
consecuencia, los pueblos vecinos buscaban una alianza con
Vladimiro. Para tal efecto, llegaron los alemanes enviados
por el Papa, le ofrecieron su dios creador del cielo y de la
tierra. Los búlgaros del Volga querían ganarse la voluntad
de Vladimiro con la fe mahometana. Los judíos dijeron que
habían crucificado a Cristo, y proponían a su único dios:
Jashem. Finalmente llegaron los griegos tratando de atraer a
Vladimiro hacia la fe cristiana. Vladimiro los escuchó a
todos ellos refutando sus propuestas religiosas. Pero en el
fondo, algo había calado en su espíritu. Pues un día reunió
a su gente más allegada para contarles lo ocurrido y
pedirles consejos. Los nobles después de percibir aquel
mensaje le contestaron: “Bien sabes príncipe que nadie
vitupera lo propio, sino que lo alaba. Si deseas conocer la
verdad, envía emisarios para saber cómo sirven a su dios
todos ellos”. Vladimiro siguió el consejo, y envió a un
puñado de cortesanos a recorrer por diferentes países.
Cuando llegaron donde los griegos, el emperador de
Constantinopla, les hizo presenciar una misa con todo su
esplendor en la Iglesia Santa Sofía. Les explicaron
minuciosamente todos los actos de la ceremonia religiosa. Y
los cortesanos, sumidos en una paz espiritual, quedaron
encantados por las vivencias en la casa del dios griego. A
su vuelta a Kiev confesaron: ”La ley de los búlgaros no es
buena, pues no hay alegría en ella, sino sólo aflicción. Los
alemanes rezan mucho en sus templos, pero no hay en ello
belleza. En cambio, cuando estuvimos en el templo de los
griegos, no sabíamos si estábamos en la tierra o en el
cielo, y nunca antes habíamos visto tanta belleza
inenarrable, y estamos seguros de que allí sí que está Dios
con los hombres. Y pues todo aquel que ha probado lo dulce,
ya no desea lo amargo”. Vladimiro entonces creyó a los
miembros de su séquito y se entregó al bautismo bajo la fe
cristiana.
Descripción de Vladimiro.
¿Quién era el príncipe Vladimiro de Kiev? Kiev fue un Estado
Medieval que comprendía la actual Rusia, Ucrania y
Bielorrusia. Los historiadores relatan que Vladimiro, ese
hombre al cual a veces lo igualaban con dios, era un hombre
inteligente y visionario. Pero también fratricida,
mujeriego, gustoso de vinos finos, fiestas y comidas en
abundancia. Estaba dominado completamente por el deseo
carnal, causa que lo llevó a tener varias esposas y amantes.
Acontecimientos históricos.
El Imperio Romano de Oriente, con su capital Constantinopla,
estuvo expuesto a embestidas de diferentes índoles. Los
godos, los árabes, los eslavos y los persas atacaban para
conquistar territorios. Una sublevación, de los búlgaros del
Danubio junto a los rebeldes de Asia Menor, contra
Constantinopla; obligó a los emperadores Constantino XI y
Basilio II a pedir ayuda militar a Vladimiro. A cambio de
dicho favor, le ofrecían a la princesa Ana, hermana del
emperador Basilio II, para que sea su compañera de vida.
Vladimiro aceptó la propuesta. Una vez vencida la
insurrección, los emperadores no cumplieron con lo pactado.
Tal coyuntura llevó a Vladimiro a usurpar la fortaleza
bizantina de Quersoneso Táurica, y les comunicó que la
devolvería cuando la princesa Ana este a su lado. Los
basileos accedieron a la demanda, pero pusieron una
condición: que adoptara la fe cristiana. El príncipe
Vladimiro, nieto de la princesa Olga, aceptó el requisito, y
fue bautizado en la fe de Cristo, el 28 de julio del año
988. Cuenta una crónica que Vladimiro adolecía de una
enfermedad en los ojos, pero cuando recibió el bautismo se
curó milagrosamente, y exclamó: “Ahora conozco al Dios
verdadero”. Tras la ceremonia del bautismo, la princesa Ana
desembarcó en Quersoneso acompañada de sacerdotes de la
Iglesia bizantina, y contrajo matrimonio con Vladimiro.
Transición de la fe pagana a la fe cristiana.
La transición de la fe pagana a la fe cristiana en Rusia,
fue un proceso que duró varios siglos. La primera en
convertirse al cristianismo fue la viuda de Igor, la
princesa Olga, bautizada en el año 955 en Constantinopla. En
cambio su hijo, Sviatoslav, continuó adorando fielmente a
los dioses paganos. Por consiguiente, la mezcla de lo pagano
y lo cristiano formaron, durante un periodo muy largo, una
especie de yuxtaposición religiosa, creando así lo que en
ruso se llama “dvoievérie” (doble fe). Es decir, un
sincretismo, al cual se adherían gran parte de la población.
Los rusos no podían renunciar, de la noche a la mañana, a
las creencias de sus antepasados. Al igual que en otras
culturas, las fiestas paganas fueron sustituidas por las
fiestas cristianas. La fiesta del dios Perún fue suplantada
con la Pascua Cristiana. El aniversario del solsticio de
verano con la fiesta de San Juan Bautista. Y así fue
penetrando el cristianismo en las masas populares de Rusia.
En el siglo XI ya existían otros precedentes históricos con
brotes cristianos. Algunos investigadores afirman que a
principios de la era cristiana, el apóstol San Andrés había
predicado la nueva fe en extensos territorios poblados por
los eslavos. Asimismo, plantó una cruz en la colina más alta
cerca del río Dniéper que pasa por Rusia, Ucrania y
Bielorrusia. Estaba convencido que por los senderos por
donde caminó, brotaría una saludable verdad de la fe
cristiana. Por eso pronunció: “Aquí surgirá una gran urbe,
en la que Dios erigirá numerosos templos”. Santas fueron sus
palabras. En los años posteriores al bautismo del príncipe
Vladimiro, surgió una gran metrópoli para los piadosos
cristianos. Vladimiro dio orden a los ciudadanos para que se
reunieran a las orillas de río Dniéper, y sigan el camino de
la religión cristiana. Y decía: “Aquel que no acuda al río,
rico o pobre, esclavo o mendigo, será mi enemigo”. Todo el
pueblo obedeció al soberano, y uno tras uno fue bautizado en
el río por sacerdotes traídos desde Constantinopla. Gracias
a su nueva fe, Vladimiro propuso, además, la abolición de la
pena de muerte que contradecía a los principios del
cristianismo. Mandó a derribar todas las estatuas de los
dioses paganos, ordenó que se diera de comer a todos los
mendigos de Kiev y educó a sus hijos, Boris y Gleb, bajo los
principios cristianos. Se construyeron referentes
religiosos: sobre la tumba del príncipe Askold se edificó la
Iglesia de San Nicolás y sobre la del príncipe Dir, la
Iglesia Santa Irene. La Iglesia Ortodoxa Rusa estaba
subordinada a la Iglesia de Constantinopla, pero con el
devenir de los siglos disminuyó esta dependencia. Y en 1589,
el clero ruso se declaró totalmente independiente y
designaron a su propio Patriarca.
Iconografía de la Iglesia Ortodoxa.
La tradición y la liturgia de la Iglesia Ortodoxa, se
reflejan en el bautismo, el incienso, los himnos y las
procesiones. Los íconos en madera, que representan a
Jesucristo, a la Virgen y a otros santos, son indisolubles a
la doctrina ortodoxa. La idea central, de este arte
bizantino, es unir lo celestial con lo terrenal. En
definitiva, se trata de aproximar a este mundo, que nos ha
tocado vivir, una realidad sin desorden, sin caos y sin
disconformidad. Dadas estas singulares características, el
recado principal que llevan los cuadros ortodoxos; sería
demostrar la existencia de Dios todopoderoso. Una existencia
que no se basa solamente en la experiencia, sino también en
la religiosidad de cada devoto. O sea, lo empírico queda
atrás y el creyente se encuentra frente a una puerta abierta
que le conduce hacia la profundidad del mensaje eterno.
Las imágenes de la Iglesia ortodoxa están impregnadas de una
simetría gloriosa. Con un mínimo de detalles expresan un
máximo de lo divino. Es por eso que no existe, en los
íconos, una relación con lo cotidiano. Hay muchas
interpretaciones de los íconos rusos, y esto ha dado lugar a
que Rusia y Europa Occidental tengan diferentes visiones de
la realidad. En otras religiones, los santos son
representados en forma de bulto. Pero según la doctrina
ortodoxa, las estatuas tridimensionales son materiales y,
por lo tanto, no son adecuadas para representar lo divino o
lo celestial. Además, la población rusa asociaba a las
estatuas con una historia pasada, con lo demoniaco, lo
antiguo y, al mismo tiempo, con lo occidental.
Los íconos forman parte de aquello que se llama iconostasio
en las iglesias ortodoxas. En otras palabras, el iconostasio
es una construcción arquitectónica de madera, en donde
existe diferentes íconos. En el iconostasio hay tres puertas
sagradas. La puerta central compuesta de dos partes recibe
el nombre de puerta santa, y solamente pueden pasar por
ella, los que pertenecen al clero. La puerta situada a la
derecha se llama puerta meridional, y la situada a la
izquierda es la puerta septentrional. Esta edificación
divina se encuentra al fondo del altar y separa a los
clérigos del resto de la comunidad cristiana.
Los rusos no quieren asociar a sus íconos con lo occidental.
Sin embargo, la iconografía rusa es, sin dudas, un aporte a
la cultura universal. Hay quienes dicen que el arte
occidental es más logrado técnicamente, pero es primitivo en
cuanto a lo espiritual se refiere. Por el contrario, los
íconos rusos quizá sean, en algunos aspectos, un poco
primitivos desde el punto de vista artístico, pero están
impregnados de espiritualidad. La percepción de la imagen en
el mundo ortodoxo alcanza niveles de paz espiritual. La
imagen no es solamente un complemento, sino más bien un
medio necesario para transmitir el mensaje cristiano. Los
íconos atestiguan la existencia de Dios, creador del cielo y
de la tierra. De ahí que muchos devotos confiesan haber
recibido el milagro deseado. Este acto sería, la vivencia
subjetiva de un fiel ortodoxo orando frente al iconostasio.
Es decir, los íconos están cargados de una energía divina
que no se encierra solo en la estampa de madera, sino que
esa energía sube a las alturas, mediante la oración, y
vuelve a la Tierra con un milagro o una bendición.
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