Vamos a ver cómo es
el mundo del revés.
María Elena Walsh
Conocí a alguien que, llegadas las fiestas, en lugar de la
consabida frase de buenos deseos: “que el año que comienza
sea mejor que el que termina”, decía:
-“Que el año que termina sea peor que el que comienza”.
Sigue siendo la expresión de los mismos buenos deseos, al
igual que en aquella historia del vaso medio lleno y medio
vacío, jugada aquí entre los términos de mejor y peor. El
significado de la frase no cambia, sólo el orden en la
lectura que hace el observador.
Y se puede ir más lejos de modo que el significado mismo
cambie, en ocasiones volviéndose el opuesto. Es el juego de
la desobediencia que la mente se debe a sí misma, a lo
creativo.
Fíjense, durante milenios dominó una lectura de la imagen
que la vista dictaba: por encima de las cabezas, el sol
recorriendo la bóveda celeste mientras la Tierra permanecía
quietecita. Cuando en realidad hay dos lecturas posibles,
una como escondida tras la otra. Pero durante milenios nadie
iba a suponer que la Tierra se movía con nosotros de
pasajeros. ¿Y que eso ocurre sin darnos cuenta? Vamos...
Pues bien, a un griego antiguo, cuyo nombre se me escapa, se
le ocurrió pensar "al revés": si la Tierra gira sobre sí
misma y al sol se lo considera fijo, el efecto (aparente)
sería el mismo. Hay pues una doble lectura que la ciencia
experimental de entonces no podía resolver. A ese griego
pocos lo pelaron en su época, y por un par de milenios más
así continuó hasta que el telescopio llegó a manos del
hombre.
Desde que me sé estas cosas, a riesgo el ser tachado de Don
Inconformista o de Don Negativo, pienso "al revés". Es un
bonito juego y un ejercicio de lógica que a veces descubre a
las causas enmascaradas de efectos y viceversa. ¿Dios creó
al hombre o el hombre creó a Dios? -la respuesta implica
toda una definición y un programa filosófico. Cambiar "las
armas de la crítica por la crítica de las armas", dijo
alguien que ha sido relegado al grupo de Los Innombrables. Y
la literatura se place en el juego de expresarse "al revés".
De “La vuelta al mundo en ochenta días” de Julio Verne, otro
Julio, llamado Cortázar, hizo “La vuelta al día en ochenta
mundos”, título de uno de sus libros.
En fin, travesuras si se quiere: ceder a la tentación de
poner las cosas patas arriba para ver qué sale, y los
resultados traen sorpresas. Por ejemplo, usted se pone un
suéter o coloca una cobija más a su cama. Cree
instintivamente que esos objetos le darán calor cuando sólo
obrarán reteniéndolo en mayor grado y la fuente de calor
seguirá siendo usted mismo. Otro ejemplo. Usted cree que la
calle está mojada porque llovió cuando en realidad llovió
porque la calle está mojada... no se lo crea.
Nota de pie de página.
Acabo de consultar a mi amigo
Aristarco de Samos y me ha informado que el griego antiguo
autor de la hipótesis de la Tierra móvil y el sol
considerado fijo, se llamaba Guadalupe Pérez García. Ah, no,
al revés: mi amigo Guadalupe Pérez García me ha informado
que el griego en cuestión se llamaba Aristarco de Samos.
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