Llegas del trabajo cansada, porque aunque los demás no
lo valoren tu trabajo merece la misma consideración y
respeto que el resto de trabajos; lo intelectual no es menos
cansado que lo físico, únicamente son cansancios distintos.
Dependiendo del día que hayas tenido puede apetecerte
descargar la rabia dando golpes a las puertas o gritando o
escuchando y cantando música a todo volumen; o puede
apetecerte llorar de impotencia y dejar que el destino siga
su curso y haga de ti lo que tiene preparado; o quizá
prefieras tirarte en la cama a dormir sin cenar para
refugiarte en un sueño profundo y no pensar…
Sin embargo, mi opción preferida es darme un baño de vapor.
Imagina que tu pareja (si la tienes, si no tú mismo
ejerciendo ese amor propio que debes tenerte) te espera en
la puerta del baño hacia donde tú debes dirigirte entre un
camino de hermosas y delicadas velas gracias a las
indicaciones que tu pareja te da por teléfono o a través de
notas pegadas por la pared del pasillo. Tú, cuando abres la
puerta de casa y ves el percal, tiras el bolso y el abrigo
al suelo, vas andando despacito haciéndote la sorprendida y
te vas desnudando poco a poco (para darle más emoción al
momento). Cuando llegas al baño, lo primero (siempre lo
primero) das un beso tierno y agradecido a tu pareja (si no
tienes aguardas unos minutos para ensalzar tu persona con
las buenas virtudes que la caracterizan) y le sonríes.
Después te metes al baño, y es entonces cuando aprecias una
música de fondo, tope relajante, volando sobre el fresco
olor de los pétalos de rosas que nadan sobre la espuma entre
la tenue claridad de algunas velas y el descorche de una
botella de champán. Tu pareja te sonríe, te dice cuánto te
quiere, brinda contigo y te deja a solas para que disfrutes
de tu baño entre delicadas pompas de jabón y un cálido vapor
casi agobiante (claro, esto solo vale para gente que vive en
zonas frías). Tú te sumerges en el agua pensando en la
suerte que tienes por compartir tu vida con una persona así;
entonces llega el momento, ese momento, cuando sumerges la
cabeza por completo en el agua, no oyes nada, no sientes
nada, no piensas nada. Es lo más parecido a la desaparición,
pero tienes que aprovechar la sensación porque solo dura
unos pocos segundos (si no quieres ahogarte). Lo mejor es
tumbarte y meter un poco la cabeza hasta que el agua te tape
los oídos, cierras los ojos y ¡voilà, desapareces en el
silencio! Pero ten cuidado, sé de gente que se ha quedado
dormida y su aliento casi desaparece en el silencio también…
Cuando sales del baño estás realmente relajada, te has
olvidado de todo (incluso tu estómago se olvidó de cenar) y
cuando vas a tu habitación para vestirte, allí te espera tu
amor con otra sorpresa: de pie junto a la cama se alza su
figura en pose de macho alfa, desprendiendo un rico olor de
su piel (puede que sea el desodorante o quizá su olor
natural, el caso es que te encanta cómo huele ¡claro! Él lo
tiene todo estudiado), te mira con ojos de: “vaya sorpresita
te he preparado eh, pues, ven, guapa, que ahora me toca a mí
dejarme sorprender” (¡eso es lo que odio de los hombres! ¿No
saben hacer algo que a nosotras nos guste sin esperar nada a
cambio, especialmente sexo?). A ti eso te corta un poco el
rollo, y a veces sigues el juego y a veces te enfadas. El
problema es que casi siempre él sabe desenfadarte: te da
besitos por el cuello, te susurra al oído lindas palabras
que sabe que quieres escuchar, te acaricia las mejillas, el
pelo y va bajando con la yema de sus dedos por el cuello…
Entonces estás perdida, pero ¡has logrado relajarte por
completo después de un duro día de trabajo!
