
Precedida de una cita -adaptada- de San Juan de la Cruz,
este libro está compuesto de cinto partes, conforme a la
idea desarrollada en la cita: Que se viene conmigo, que goza
mi presencia, que pone el pico al fuego, que al fin se torna
oscuro, que su canto es herida. El epílogo: Al final, un
disparo.
Nos encontramos ante un libro todo él compuesto de símbolos,
que el autor expresa con atisbos casi místicos:
A qué vienes en medio de la noche
tan sobrado de gracia,
mi pájaro atrevido, insinuándose,
consiguiendo mi carne que te ansía;
mi carne desbravada y otoñal
que en tu presencia arde y reverdece,
despertando a la luz de tu belleza.
Por qué vienes ahora a desarmarme
y a hostigar mi deseo
con tu clara hermosura.
Estos versos arrojan una clave de este libro, que está más
allá de una confesión lírica desde la tendencia intimista,
que hoy todavía con otras tendencias, como la de los
postnovísimos, o bien la neoculturalista o también la
neovanguardista.
Nos preguntamos: ¿Este libro es deliberadamente una
intención de seguir la mística española por medio del
simbolismo del pájaro, en ese caso, que, como dice la cita
de Unamuno, vuela dentro de la jaula con su propio canto, y
recuerda aquellos versos de Santa Teresa: ¡“Esta cárcel,
estos hierros/ en que el alma está metida!”?
Hay también unos versos que pueden ser también claves para
entender el subsuelo poético del texto:
Y llegada la hora de arrancarme
del fondo más oscuro de mí mismo,
desplegaré mi sombra…
Buena entrega la de Ginés Aniorte, que retorna a los predios
de la poesía simbólica y profunda, lejos de amaneramientos
frívolos de otras tentativas poéticas que se escriben hoy.