(He aquí un artículo de una serie que fue escrita en la
época docente del autor y enseñada en clases de Literatura
de 2º, 3º y COU del antiguo BUP, si bien han sido
actualizados con algunas aportaciones más analíticas.)
La intención del formalismo poético de superar el
automatismo del lenguaje literario por otro que sea más
creador, asoma también en Vossler (1872-1949), que acude a
la doble formulación humboldtiana del lenguaje como ergon
(producto creado) y energeia (creación).
Pero esta sutileza erudita no la podemos aplicar al poeta
carmelita, que escribe con el solo auxilio de su propia
inspiración.
En el ejemplo de la estrofa que exponemos cabe
inmediatamente una estilística del sustantivo.
Esposa:
Mi Amado, las montañas,
los valles solitarios nemorosos,
las ínsulas extrañas,
los ríos sonorosos,
el silbo de los aires amorosos…
En los recursos concernientes al plano morfológico, cuando
se menciona el sustantivo, tenemos que dividirlo en
abstracto y concreto. También hemos de señalar la ausencia
de verbo, sin duda para evitar cualquier rasgo de acción y,
por lo contrario, dar una idea de serenidad contemplativa.
En cuanto al sustantivo, el primer caso, la abstracción
entraña densidad de rasgo intelectual, mientras que en la
visión concreta podemos considerar que se refleja una mirada
observadora de la realidad que comporta el sustantivo en
cuestión.
Pero la localización del sustantivo no se puede dar sin sus
aspectos externos, y he aquí entonces que hemos de reconocer
las funciones del adjetivo, que puede ser un atributo o un
calificativo. En el caso de la lira que nos ocupa los
adjetivos son calificativos, si bien cabe en “valles
solitarios” y en “ríos sonorosos” cierto matiz de atributo,
pero en el contexto. De hecho, no todos los valles son
solitarios ni todos los ríos son sonorosos. Destacamos tres
anáforas constituidas por los artículos de número plural
para subrayar la linealidad descriptiva.
Hay que reparar en “sonoroso”, formado a partir del adjetivo
sonoro. En cuanto a la función del lenguaje, hemos de
señalar que se trata de una función expresiva. En lo que se
refiere a la figura del asíndeton, tenemos que se define
como coadyuvante al ímpetu y a la brevedad; también a la
dinamicidad. Pero aquí no se propone eso el poeta, sino más
bien detener la atención del lector en una descripción
pormenorizada de su propósito poético.
Lo que sí salta a primera vista es el paralelismo polimembre
de los versos en sus funciones gramaticales. También se ha
de señalar el famoso oxímoron de “la soledad sonora” y “la
música callada”. Si echamos una ojeada al comentario
métrico, observamos cómo la acentuación en la segunda sílaba
de cada verso está patente, homologación que le da un ritmo
de serenidad a la estrofa. ¿Es eso lo que el poeta nos
quería trasmitir y es eso lo que necesitaba para apaciguar
con la poesía su vida, tan ajetreada por las persecuciones
de algunos de sus hermanos de religión?
Vamos a completar el fragmento literario para su unidad con
la lira siguiente. No olvidemos que continúa evitando la
presencia del verbo hasta el último verso.
la noche sosegada
en par de los levantes de la aurora,
la música callada,
la soledad sonora,
la cena que recrea y enamora.
El poeta identifica al Amado con todos los elementos que
forman parte de su sosegada meditación, En esta lira
continúa con el mismo estilo, sin bien remata ese espiritual
deleite con una oración de relativo haciendo culminar en ese
verso toda la razón de su místico recogimiento.
Si nos detenemos en el verso: ”la cena que recrea y enamora”
podríamos aventurar que la oración de relativo
especificativa ofrece la posibilidad de transformarla en dos
adjetivos (hipotéticos, en este caso) de *recreante y
*enamorante, aunque podemos recurrir a sus dos formas
correctas: recreativa y enamoradora, sin bien con cierto
desgaste semántico, con lo cual el paralelismo formal sería
completo, en tanto el complemento del nombre “de la aurora”
se transformase en “levantes aurorales”.
Concluyamos diciendo que las dos liras constituyen un
conseguido ejemplo de estilo contemplativo que se manifiesta
por la lentitud que quiere demostrar a los ojos del lector;
una calma que denota su satisfacción igualando esa
naturaleza de “locus amoenus”, tópico tan del Renacimiento,
con la idea del Amado, sin que ello implique panteísmo. El
poeta distingue bien su yo personal del Amado, que se deja
ver en ese rapto del conocimiento (que en otra ocasión
expresará como el “no sé qué que quedan balbuciendo”).
A pesar de su carácter renacentista, el texto ofrece cierto
manierismo, si por esto entendemos “una personalidad
artística”, un deseo de extremar la función de las figuras
retóricas como se ve en el paralelismo de las dos estrofas.
No olvidemos que Góngora aprovechará ampliamente este
recurso ya en la época del Barroco. Queremos, sobre todo,
destacar aquí la intuición del poeta en esos detalles
estilísticos que van más allá de la escritura poética
convencional.
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