No es cierto que no encuentre atractiva la Navidad. No
es cierto. Simplemente ya no me hace sentir lo que sentía
cuando la fui descubriendo entre hojas de acebo, turrones,
regalos, copas de champán, belenes, nieve, luces de colores…
Tenía yo unos 8 años (los años anteriores se han borrado de
mi memoria como por arte de magia). Faltaba menos de un mes
para Nochebuena, y un domingo por la mañana fui con mis
padres y mi hermana al monte que hay frente a la plaza de
toros a recoger musgo para nuestro belén. La sensación que
me recorría todo el cuerpo esperando y preparando esos días
que iban a llegar era del todo indescriptible. Supongo que
es lo que todos sentimos de pequeños y lo que aún sienten
algunos de mayores.
Por la tarde subimos las cajas de los enseres de Navidad del
trastero y entre todos empezamos a montar el belén (hay que
hacerlo con un cierto tiempo de antelación, que luego te
pilla el toro y los detalles tienen que estar acabados y
perfectos). La emoción no era solo por hacer un belén chulo,
lo más real posible y un árbol lleno de colorido con sus
bolas y espumillones, la emoción venía por el hecho de
compartir eso con toda la familia; prepararlo con los padres
y la hermana y ver cómo lo disfrutaba el resto de familia
cuando venía a comer o a cenar a casa.
Comíamos entre risas y viandas exageradas, salíamos a pasear
al centro del pueblo dejando blancas huellas por el camino
para ver algún belén público, disfrutábamos de la fría brisa
que nos golpeaba por todo el cuerpo, volvíamos a cenar todos
juntos, cantábamos villancicos, los niños preparábamos
alguna actividad para mostrar nuestros talentos a los
adultos. Estábamos tan unidos…
Pero hace años que las cosas han cambiado, parece que ya
nadie siente nostalgia por estas fechas en la familia. Los
últimos años se han basado en una vacía desilusión que hemos
llenado con enormes comilonas.
Sin embargo, yo he decidido que este año mis navidades serán
diferentes. Una sola persona mirará mis ojos tristes, una
sola persona logrará hacerme olvidar esa rosa marchita que
siempre pinchará mi corazoncito con sus espinas. Solo una
persona me cogerá de la mano y me llevará a bailar a un
salón donde el suelo, como un río, refleje el lujoso techo y
un piano entone una canción de Michael Buble. Iremos
vestidos para la ocasión y viviremos una noche mágica como
yo siempre he soñado, pues hay momentos en la vida de todo
hombre en que es preciso soñar. Solo una persona me hará el
amor a altas horas de la madrugada y conseguirá que mis
navidades sean del todo ajenas a la tradición que tanto me
pesa.
