
Los jóvenes que hoy se enrolan en las fuerzas armadas no
tienen idea de cómo han pasado la experiencia del servicio
militar en determinados destinos quienes antes iban
forzosamente. Digo determinados destinos porque algunos eran
relativamente fáciles de cumplir, mientras que otros
revestían dificultades, incluso riesgos.
La experiencia de Antonio Brea Pérez, autor del libro que
aquí se reseña, es tal vez singular por esos matices que
destacamos. El libro va precedido de un emotivo capítulo de
agradecimientos y congratulaciones por parte del autor y de
un entrañable texto titulado
A modo de
presentación, por el catedrático de Filología
Latina de la UCA Luis Charlo Brea.
Pero escuchemos lo que dice él mismo en el prólogo: “Siento
dentro de mí la satisfacción de haber cumplido una etapa de
mi vida tan importante, si bien no entiendo el porqué me
toco esa situación sin buscarla. La verdad es que nunca he
entendido lo que es justo y equitativo, pues después de
'entrar en una democracia' me he dado cuenta de que el
hombre no era dueño de su destino, que éramos una especie de
esclavos mandados por una dictadura militar en la que tu voz
y tu libertad de expresión no valían para nada”.
Dentro del género autobiográfico, este testimonio del autor
se va llenando de matices que le dan un colorido, a veces
estridente por lo que tiene de dureza, pero nunca gris,
debido a que la disciplina no toleraba términos medios en su
expresión social. Desde el reclutamiento, con el añadido de
la muerte del padre -a quien despide en la estación y no
volverá a ver, como no sea de cuerpo presente- y la de un
hermano suyo quinceañero unos años antes, pasando por la
marcha hacia el Sahara, hasta Smara en concreto, con el buen
recuerdo del Teniente Torres; después la llegada a Hausa,
donde Antonio Brea tuvo una variopinta experiencia con sus
compañeros entre compartir el rigor del régimen militar en
aquella zona, el calor insoportable, las deficiencias en las
instalaciones y en la alimentación, hasta la convivencia
normal con esos compañeros, alguna que otra copa
circunstancial, misa y coro incluidos, luego el capítulo del
regreso, en que se cambió el panorama del desierto por el
del océano, con la angustia de no encontrar salvavidas,
según la orden del Capitán -por si acaso- debido a la
proximidad de un barco no identificado.
A través del relato, vamos aprendiendo cómo era la vida de
unos militares en unas áreas atípicas con respecto a las que
conocemos por estos lares vinculados a la Marina; episodio
que ha marcado la vida del autor, reconociendo no obstante,
que las vivencias habidas en esa etapa de la milicia
enriquecieron su visión de la vida, desde la cercanía de los
seres amados hasta el agua para beber y lavarse, una vez que
ya estaba en al Península, para, al final, hallar en su
haber de ser humano unas enseñanzas con las que ha ido luego
por los años sucesivos como quien lleva el mejor currículo
para saber valorar las cosas esenciales del día a día.
Se ha de añadir que el formato del libro, publicado por
Editorial Ledoria, le da una buena contextura y atractiva
presencia.