El escritor de microrrelatos sabía que veinte líneas no eran
demasiadas para poder demostrar al jurado su gran capacidad
de síntesis, destreza verbal y dominio de las metáforas. Aun
así, no se amedrantó y, teniendo en cuenta la libertad
temática que le ofrecía el concurso, decidió que escribirá
sobre un escritor de microrrelatos. Esos temas siempre daban
buen resultado.
Este escritor se presentaría a un concurso con una de las
más fascinantes historias jamás concebidas en la literatura
breve: ‘La micronovela biográfica’. La biografía de un
escritor de relatos que había concebido la extraordinaria
idea de trasladar al papel su vida de la forma más breve
posible. El libro con sus memorias sería presentado a un
concurso de relatos cortos.
Conjeturó que debería llevar cuidado con los circunloquios y
las paráfrasis innecesarias si quería deslumbrar a los
lectores o miembros de un jurado al que presentase su obra.
Una vida, dedujo perspicazmente, consiste en lo que se
recuerda de ella y no en los hechos reales. Así que, a tenor
de las limitaciones del formato minúsculo del certamen,
estimó que el autobiógrafo sufriría de amnesia. De este modo
el relato de sus años vitales se reduciría a unas breves
líneas en el papel. Pero esta breve semblanza, debería ser
impregnada de un fuerte aroma lírico. Algo así: ‘Me llamo
Julián Ros (parece un nombre aceptable). Mi insólita vida de
ser desmemoriado es un cúmulo de olvidos azarosos y
frágiles…’ Aquí debería acabar el texto, no sin antes
aclarar que, por supuesto, era pura ficción. Pura pero
breve, claro.
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