Tres etapas de la vida, la juventud, la madurez y la vejez.
La juventud es la de la perfección física, de tiempos
ligeros y positivos. La madurez es asentada y más racional,
y la vejez, una época de serena tristeza o resignación,
según la cosmovisión del que la sufre.
Y todo se marca en las artes.
La trayectoria poética de Bécquer, por ejemplo, describe la
juventud y la transición al desengaño (que no hubiera podido
soportar por mucho tiempo con la sensibilidad que tenía).
Vivió hasta los treinta y cuatro. Era un vejestorio para lo que
sufría. Por eso muchos románticos y modernistas
latinoamericanos murieron jóvenes, como dice Gutiérrez
Nájera: “Morir, y joven; antes que destruya / el tiempo aleve
la gentil corona”. Así muchos de estos solo representan la
primera etapa, la de la juventud.
Otros han pasado por las tres etapas, escritores y artistas
de renombre que nunca se olvidarán: Machado, Aleixandre,
Picasso, Dalí, Unamuno, Bousoño, García Márquez, jolines,
Mick Jagger, una cantidad. Y leyendo sus escritos,
biografías y memorias a veces me pregunto cómo lograron
vivir tanto tiempo...
Dos de los grandes que marcan estas tres etapas de la vida
son Miguel Ángel Buonarroti (1475-1564) y Alexandre
Dumas (1802-1870).
Miguel Ángel esculpió tres pietàs en su vida, cada una
representado una de las tres etapas de la vida anteriormente
mencionadas: la Pietà di San Pedro (1498-1499), la Pietà
Florencia (1547-1555) y la Rondanini Pietà (155?-1564). Hay
una cuarta, la Palestrina Pietà (c. 1555), anteriormente
atribuida al escultor, pero hay quienes desmientan su
autenticidad.
Dumas hizo lo mismo con la serie tripartita Los tres
mosquiteros: Los tres mosqueteros (1844), Veinte años
después (1845) y El vizconde de Bragelonne (1847-1850). Una
serie buenísima. Las he leído varias veces ya, y no soy uno
para repetir libros.
La diferencia entre los dos es que Dumas escribió los tres
tomos en pocos años, entonces es una representación
artística de la vida (aunque muy verosímil). En cambio,
Miguel Ángel esculpió las tres pietàs durante las tres
etapas que correspondieron a su vida, con que me parecen
representaciones auténticas.
El primer libro de Dumas es divertido y entretenido. Hay
risa, malentendidos, errores, orgullo y amistad. El libro
está lleno de juventud. Los cuatro compañeros espadachines
(incluyendo a D’Artagnan) tienen una serie de aventuras que
capta al lector desde el primer capítulo. De igual manera,
la pietà de Miguel Ángel en San Pedro es hermoso,
voluminoso y de mucho detalle. Se ve la juventud en la cara
de María y Jesús a pesar de la tristeza y la muerte del
tema, y el cuerpo de Jesús parece pesar poco en el regazo de
su madre.
El segundo libro de Dumas es excelente también, pero los
personajes tienen más conocimiento de la vida, son mas
tristes y pensativos. Los amigos parecen ensimismados y
menos dispuestos a lanzarse a la aventura en menos que canta
un gallo. Se les nota el peso de la vida. Lo mismo ocurre
con la segunda pietà de Miguel Ángel. Jesús parece pesar
mucho más aquí, como si la gravedad de la vida le tirara
para abajo, como si Miguel Ángel quizás sintiera este peso
cuando la esculpió. A los personajes les falta esa
perfección, esa belleza que se ve en la pietà de San Pedro.
Parecen más humanos, más humildes.
El tercer libro de Dumas es sobre los mosqueteros al final
de la vida. No le falta aventuras, claro, pero cada uno
tiene su propia vida y les falta esa confianza de antes. Hay
momentos en que parece que no se conocen, que falta esa
camaradería del primer libro. Algunos están amargados,
callados, menos interesados en la causa del objeto (el
estado) que el efecto en el sujeto (ellos mismos). Pero es
un libro que complementa los otros dos y una buena manera de
terminar la serie. La tercera pietà de Miguel Ángel también
es diferente. No tiene detalles y apenas se les ve la
expresión en la cara. El contraste con el detalle de la
primera pietà es impresionante. Inacabada, la Pietà
Rondanini es una obra maestra de un Miguel Ángel ya mayor y
minimalista, cerca de la muerte.
Estas obras de Dumas y Miguel Ángel me chocan porque se ve
esta progresión existencial en sus personajes y figuras. Me
empezaron a interesar hace treinta años y me parece que en
otros treinta años estaré todavía maravillado por su
verosimilitud.
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