Rincón de la Poesía 

Daniel Allaria Oriol
Buenos Aires - Argentina







El Guerrero



I

La espada es de luz.

Hiere y cura la herida
de una sola vez.

La mano que la sostiene
es vocación y compromiso.

El brazo le da dirección
y fuerza vigorosa.

El cuerpo
está dispuesto en plenitud para la contienda
afirmado
con los pies en la tierra
en perfecto equilibrio
según la exacta coordenada
que le refiere el alma
alineada con las infinitas variables del todo.


La espada de luz
es sólo una delgada forma del cosmos
reestableciendo armonías
en su propio y vasto territorio.

Su motivo es la justicia
Su modo sereno.
Su victoria la paz.
Su mejor batalla la que pudo evitar.
Su derrota es el enojo.
Su única justificación el amor.


II

El guerrero y su espada
son la misma cosa.

El guerrero y el poeta
son la misma cosa.

El guerrero y el santo
son la misma cosa.
Están hechos de luz.

El territorio del mal
está en lo oscuro.
En él
los tres imponen su designio.

El sermón que convence.
Los versos que conmueven.
El arma que disuade.


III

El dardo del guerrero es preciso
certero, contundente.

Él ama sus dardos.
Los prepara, los pule, los vigila
Igual que a sus propósitos.
Los alinea hacia el bien
porque no busca el mal de nadie.

En lo bello y lo bueno está su anhelo.

Antes de lanzarlos conoce su trayecto.
No los regala al azar.
Cada dardo perdido
es una oportunidad para el enemigo.
Por eso
hallar el dardo perdido es imperioso.
Desestimarlo es casi una lujuria.


IV

El dardo es arma del guerrero.
La espada es arma del guerrero.
Sin embargo halla su arma mejor en la paciencia.
La verdad es su escudo.
La serena alegría su estandarte.

Su estrategia
se basa en la primaria derrota de sí mismo.
Somete la tentación de la razón y el número
a la fe.

Vence su propia fuerza.
La doblega con la humildad.
como con un aliento invulnerable.

Su poder se inclina
ante la ejemplar disponibilidad del santo.
Su rima perfecta, su métrica implacable
se rinden mansamente a la poesía.


V

A nadie derrotará.
Nadie le proclamará vencedor
si no se adueña primero de sí mismo
si no ejerce debidamente
la potestad sobre quien mira
cada vez que enfrenta al indubitable espejo.

Por ello
Se somete a la ley y acepta el desafío
de tolerar el dolor que purifica
la penitencia que corrige, que endereza.

Esta dura batalla es cada día
y cada día debe ser digno de su sombra.


VI

En esta lucha
la victoria dura sólo un respiro.
A la noche
una mano descansa sobre el pecho
y la otra sobre la espada.
Un ojo se entrega al sueño
mientras el otro vigila el horizonte.


VII

Para el guerrero
el verdadero descanso no es ahora.
Será al final
la serena convicción
de la misión cumplida cabalmente.


VIII

Para el guerrero
Finalmente
no hay urgencia.
La eternidad está de su lado.

Va por nosotros
Dispuesto a dar la vida.
Su único trofeo es el amor
y también esta su herencia
su legado.

Le debemos respeto, gratitud
y el compromiso de alzar sus ideales
como infinitos milagros cotidianos.
Nos conciernen sus heridas
al igual que sus laureles.

Con él y en él
la vida es para siempre.










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