• Susana Maroto Terrer

    Cultivo de humanidad

    No soy una escritora convencional

    por Susana Maroto Terrer



No soy una escritora convencional. Tampoco deseo serlo. Sí he soñado alguna vez con la vida bohemia como un anhelo de mi subconsciente y, francamente, lo he disfrutado.

Sin embargo, yo escribo porque no tengo otro remedio: de pequeña la vocación de escritora se tragó mi cuerpo liberándome de la zozobra en la que se podría haber mecido mi vida, perdida entre varios rumbos. Entonces, como poseída, cogí un bolígrafo y escribí una pequeña novela que hoy, sin lugar a dudas, sacaría mis colores y que jamás verá la luz, salvo aquella que puedan desprender las llamas en las que arderá en un momento de arrojo.

No soy una escritora convencional. Normalmente tenemos la imagen de un escritor como la de una persona de aspecto desaliñado, dada a la bebida y exigua de cordura, que tiende a decantarse, de una manera casi obsesiva, hacia el mundo de las ideas, el conocimiento, la creación artística, el enriquecimiento intelectual y el interés por otras realidades o manifestaciones culturales. Yo os puedo asegurar que no tengo ninguna de esas características: profesionalmente me gusta pensarme como una mujer elegante y discreta, pensar que destaco tanto en mi oficio por mi seriedad, voluntad y eficacia como en mi vida de pareja, y que paso desapercibida en el resto de aspectos de mi vida. No me gusta llamar la atención ni en las cosas positivas ni en las negativas.

Tampoco me agrada reunirme con otros escritores a hablar de las tendencias, las ideas, la política o cualquier área del pensamiento y la cultura Y no me resulta agradable por una sencilla razón: no me creo capaz de estar a la altura de esa situación. Yo solo sé hacer una cosa en la vida: escribir con el corazón, normalmente la forma de hacerlo se la dejo a mi intuición (quien, tras las pocas lecturas que he podido hacer a lo largo de mi corta vida, sabe llegar a buen puerto ella solita). Sé que los grandes (y puede que los no tan grandes) escritores criticarán lo que acabo de decir porque no parece un método muy serio o eficaz. Puede ser, pero de momento mi método consiste en una técnica casi enteramente condicionada por mi intuición; es el método de una joven que recién comienza a introducirse en el mundo del libro.

Sin embargo, esa obsesión del artista bohemio por aprehenderlo todo, casi sin pararse a vivir su vida; ese hablar del cómo se ha creado un relato o un poema (tanto yo como el resto de escritores) suele romper la magia, a mi modo de verlo. Lo realmente fantástico es que la gente te lea e interprete lo que quiera interpretar y que sienta algo bonito al leerlo; de manera que el hablarle de cómo surgió el texto que ha leído o de qué manera se juntaron los pedazos para conseguir ese resultado, saciará su sed de curiosidad pero romperá la magia que vuela como una aureola entre escritor, texto y lector.

Yo muchas veces me he dejado llevar por una lectura, la he llevado a mi terreno, he imaginado cómo el autor ha podido escribir eso, cuáles han podido ser las experiencias personales que le hayan llevado a crear esa historia; y cuando se me revelan algunos aspectos de su metodología, lo cierto es que me decepciona. Y no solo eso, sino que cuando voy descubriendo por conversaciones con amigos escritores más asentados en este mundillo que yo, cómo funciona el mundo del libro, el mercado, el proceso de publicación… me invade una desilusión tan grande que mi sueño se empieza a desvanecer…

Creo que todo escritor (todo buen escritor, mejor dicho) ha de tener una sensibilidad destacada que pueda conmover a los lectores a través del fondo y de la forma, que produzca en ellos las más variopintas sensaciones: optimismo, tristeza, esperanza, envidia, amor o rabia.

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