La Esclerosis Múltiple (EM) es una enfermedad del
sistema nervioso que afecta al cerebro y la médula
espinal. Lesiona la vaina de mielina que rodea y protege
las células nerviosas, lo que hace más lentos o bloquea
por completo los mensajes entre el cerebro y el cuerpo.
Se considera una enfermedad autoinmune porque, aunque se
desconocen las causas que la producen, se sabe con
bastante certeza que hay diversos mecanismos autoinmunes
involucrados. El primer gen de susceptibilidad es el
HLA-DR15.
La EM es más frecuente en climas templados que en los
trópicos y afecta a 3 mujeres por cada varón. Los
primeros síntomas suelen aparecer entre los 20 y los 40
años, siendo raro por debajo de los 15 o por encima de
los 60. No es hereditaria, pero se sabe que está
influenciada por la constitución genética del individuo,
y que existen genes relacionados con un mayor riesgo de
contraer la enfermedad.
Se han realizado numerosos estudios sin que se haya
descubierto la causa o un marcador específico de la
enfermedad. Las hipótesis más convincentes son las que
asocian la alteración genética con un factor ambiental,
infeccioso o no, que pone en marcha un proceso
inmunológico. El estrés parece obrar como desencadenante
en muchas ocasiones.
La EM se caracteriza por la presencia de placas de
esclerosis en diversas partes del sistema nervioso
central (SNC), y puede aparecer y cursar con síntomas
diferentes, según las localizaciones de las placas. Para
valorar la incapacidad ocasionada y formular criterios
objetivos en el seguimiento de su evolución, la
sintomatología suele agruparse en siete sistemas
funcionales: visual, piramidal, troncoencefálico,
cerebeloso, sensitivo, esfinteriano y mental. A su vez
en cada uno de estos sistemas funcionales los síntomas y
signos son también muy diversos. Los síntomas
principales son alteraciones de la vista con pérdida de
visión o agudeza visual, debilidad muscular, problemas
con la coordinación y el equilibrio, sensaciones como
entumecimiento, picazón o pinchazos, problemas con el
pensamiento y la memoria, alteraciones de la marcha y
del habla, nistagmo (temblor de los globos oculares),
afectación del nervio trigémino y el facial, problemas
de esfínteres (raramente incontinencia), impotencia o
excitación sexual disminuida y problemas psiquiátricos.
El curso de la EM puede ser en brotes, con remisión
parcial o completa (forma remitente-recurrente), que es
el tipo más frecuente, o progresivo (forma progresiva
primaria). Cuando el grado de discapacidad persiste y/o
empeora entre brotes, se considera una EM avanzada y más
grave (forma progresiva secundaria). Hay personas que
permanecen asintomáticas tras largos años de evolución (EM
benigna) y otras con brotes frecuentes y marcado
deterioro progresivo. En algunos casos el curso puede
ser fulminante. El curso de la EM no se puede
pronosticar. Algunas personas se ven poco afectadas por
la enfermedad y en otras avanza rápidamente hacia la
incapacidad total, pero la mayoría de afectados se sitúa
entre los dos extremos. La recuperación total es posible
siempre que se diagnostique y trate en los primeros
estadios de la enfermedad.
El diagnóstico de la Esclerosis Múltiple es
esencialmente clínico, pues no hay pruebas específicas
para esta enfermedad y ni una sola es totalmente
concluyente. El dato más determinante es el de la
punción lumbar, que muestra que hay un exceso de
inmunoglobulinas G con bandas de distribución
oligoclonal en el líquido cefalorraquídeo. La resonancia
magnética (RM) revela zonas de hiperseñales diseminadas
en el seno de la sustancia blanca del SNC. El
reconocimiento neurológico y las pruebas de potenciales
evocados auditivos y visuales pueden aportar datos
significativos, pero con los que no se puede llegar a la
conclusión de qué es lo que provoca la anomalía y, por
tal motivo, deben eliminarse otras causas posibles de
enfermedad que producen síntomas similares a los de la
EM (procesos malformativos y tumores de la fosa
posterior y médula, y la enfermedad de Lyme, entre
otros).
Los fármacos de elección para disminuir la duración y
gravedad de los brotes son los corticoides (prednisona y
metilprednisolona), pero hay un elevado arsenal para su
abordaje: inmunosupresores (azatioprina, ciclofosfamida
y ciclosporina), interferón beta 1b (Betaferón y Extavia),
Mitoxantrona, Acetato de Glatiramero (Copaxone),
anticuerpos monoclonales como el Natalizumab, etc. Para
las diversas afecciones también se utilizan, diazepam,
carbamazepina, gabapentina, clorhidrato de amantadina,
pemolina, fluoxetina, mianserina, trazodona, etc, y se
sabe de varios fármacos de primera línea en espera de
comercialización.
El pronóstico, como ya dijimos, depende siempre de la
forma de la enfermedad y de su evolución. Es mejor si se
presenta y diagnostica antes de los 40 años, con
evolución en brotes, síntomas iniciales de duración
menor a 6 meses y ausencia de historia familiar.
El Régimen Ancestral
El Dr. Seignalet, con amplia experiencia en el tema, nos
refiere diversas remisiones completas y sustanciales
mejoras en la mayoría de los casos que trató con el
Régimen Ancestral. En todos los casos la evolución de la
EM se detiene y la enfermedad parece extinguirse. En las
formas recientes, cuando aún no se han producido
destrucciones de los órganos o tejidos afectados, el
retorno a una completa normalidad es posible. No así en
las formas más antiguas, donde existen lesiones que son
irreversibles y sólo cabe esperar una estabilización y
una probable mejoría en todos los aspectos. Así, pues,
no cabe duda de que el seguimiento del Régimen es
aconsejable en todos los casos.
Nota:
En
La Web de la Artritis Reumatoide, además de un consultorio
on line, dispone de descripciones de
otras muchas patologías comprendidas entre las reumatológicas,
neurológicas, autoinmunes en general
y de las denominadas de
ensuciamiento y
eliminación.
URL: La Web de la Artritis Reumatoide