Hoy lo vi pasar. Mis ojos se aferraron a los suyos de una manera
tan poderosa que no podían desprenderse.
Él también me miró, pero su mirada fue diferente, hablaba, decía
palabras que sólo mi corazón sabía descifrar.
El tiempo se hizo pasado y el futuro se borró.
El presente era etéreo, angelical; campanas sonaban en mis
oídos, mis brazos acariciaban el soplo tibio del verano, mi
cabello se llenaba de estrellas, mis manos florecían
transformadas en nardos que inundaban el aire con aromas
profundos y dulzones.
Y ahí estaba, mirándome, llenando todos los espacios con su
presencia, con sus formas, con esa mirada que me contaba de sus
días en soledad.
Inconscientemente comenzamos a acercarnos, nos separaban sólo
metros para que nuestros cuerpos pudieran tocarse y reconocerse
aún más, pero alguien lo llamó, nombrándolo y diciéndole que la
ayude con el maletín.
En ese momento sentí que el mundo era absorbido literalmente por
un embudo oscuro que se llevó miradas, sensaciones,
pensamientos, añoranzas, recuerdos, pasado, presente y futuro.
Es por eso que digo que hoy lo vi pasar, sólo eso: pasar.
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