
Precedido por una cita del filósofo rumano Emilio M. Cioran,
este libro de poemas recoge textos de Los azares y Nosotros,
pero en la totalidad de este volumen, titulado
Liquidación
por reformas, el tono es concluyente y con él el autor
quiere clausurar una etapa de su vida.
Poemario escrito con versos endecasílabos, heptasílabos y
alejandrinos blancos, a manera de silvas en algunos poemas y
tercerillas en algunos casos, el marchamo intimista está
presente en todo el libro. A través de su lectura el autor
va devanando el hilo de sus reflexiones líricas en la rueca
del lenguaje: “Que en las palabras hay belleza y música / es
de sobra sabido, pero os hablo / del trazo de sus letras, de
la gracia / que reúne el, azar, tan caprichoso, / de la
armonía, en fin, del equilibrio / que advierto en su
apariencia y en las curvas / que muestran sin pudor sus
atributos”.
En todas las secuencias que devienen de los soliloquios del
poeta, está presente esa preocupación por el significado
real de la palabra y su introspección, independientemente
del tema: “El jugador”, “Los ríos tienen suerte”, “De gira”
“La bandera”, por ejemplo; en todos ellos están las
preguntas esenciales que siempre ha mantenido en pie la
poesía; por eso, este poemario está en esa línea tradicional
de la poesía entre lo íntimo y lo social que empieza en el
Quevedo preocupado por su entorno y la repercusión de éste
en su intimidad, hasta tocar fondo en el Dámaso Alonso de
Hijos de la ira, si bien, en estos poemas editados en los
inicios de la postguerra encontramos la expresión
consternada por el existencialismo, justa en una época de
convulsiones políticas y sociales.
El autor de
Liquidación por reformas no vende su materia
poética con una voz desesperada, sino que intenta abrirnos
su corazón desde unas instancias poemáticas de la
experiencia; esto es, mostrándonos trazo a trazo ese
laberinto de intimidades en claroscuro del conocimiento que
es la poesía desde que el verso se hizo palabra y habitó
entre los hombres. Poemario denso que hay que leer
detenidamente para degustar su hondura de lo cotidiano
pasado por el tamiz de lo personal: “La hondura inalcanzable
de ese pozo / donde habita la culpa que escondemos… / El abismo
insondable de esos mares / donde aguardan, eternos, los
naufragios… / Esos versos que, al ser leídos, siguen /
habitando la cárcel de mi pecho…”