1. LA NOTICIA
El comando estratégico de las fuerzas armadas del País Uno
detectó una flotilla de misiles en vuelo hacia su
territorio. El coronel operativo, según las instrucciones,
activó sin más la alarma, corriendo de inmediato a las
oficinas del premier, a quien informó e hizo la pregunta:
¿Da usted la orden de disparar nuestra flotilla de misiles
rumbo a los blancos del País Dos? Permítame, coronel: ¿Hay
modo de destruir en vuelo éstos que vienen hacia nosotros o
desviarlos de los blancos? Sólo a unos cuantos y se aprecia
que son más de un centenar. Estas señales, las que denuncian
la presencia de misiles enemigos ¿no podrían estar
equivocadas, deberse a una falla en el sistema, una mala
interpretación, o tratarse de falsas imágenes? No, señor, no
en este caso, me lo acaba de informar el comandante de zona
estratégica. Entonces ¿los misiles en vuelo causarán
inevitablemente nuestra destrucción? Afirmativo, señor.
¿Cuántos podremos abatir con las defensas? Con suerte, la
mitad, los que quedan son suficientes para arrasar a nuestro
país, señor. Se hace un silencio. Coronel, comuníqueme con
el Ministro de la Defensa. No, espere... El premier deja de
apoyarse con una mano sobre el escritorio, y da la vuelta.
2. LA DECISION
Han permanecido todo el tiempo de pie, dos personas
decidiendo, o quizá sólo una, la suerte de la humanidad. El
premier está ahora tras su escritorio, continúa de pie. ¿Y
para qué quiere usted, coronel, sumar, a la nuestra, la
destrucción del País Dos, y tal vez volver inhabitable el
planeta? ¿Qué repararíamos con ello? ¿Cuál sería nuestra
ganancia? Perdone, señor: ¿Doy la orden de disparar nuestra
flotilla de misiles nucleares? Negativo, coronel. Como usted
ordene, señor. ¿Buscará usted ponerse a salvo? No, coronel,
con el barco me hundiré. Tampoco voy a recurrir al teléfono
rojo. No tiene caso. El premier del País Dos me negará todo,
intentando ganar tiempo. Ya qué: ni ellos podrían detener
sus propios misiles. Se hace un silencio. ¿Cuánto falta,
coronel? ¿Para qué, señor? ¿Cómo, para qué...? ¡Coronel...!
Para que nos alcancen los misiles. El coronel consulta su
reloj: alrededor de 28 minutos, señor. Ya no hay tiempo,
tiempo para nada, para que el gobierno intente ponerse a
salvo, la familia... nada.
Falta nos hace un arca de Noé... Otro silencio. No avisaré a
nadie. Los angustiaría sin objeto, que mueran así, el
verdugo ha levantado el hacha y ellos no lo saben, no saben
donde les han colocado el cuello. Mejor así. Coronel, por
favor, siéntese. Después de usted, señor. ¿Eh? No lo había
advertido, los dos estamos de pie, pues... sentémonos. ¿Un
whisky? Yo me tomaré uno... ¿o prefiere vodka del bueno,
nada de falsificaciones? Gracias, señor, no bebo estando de
servicio. Coronel, coronel, en unos minutos más habrá dejado
el servicio. Pero ya no podrá beberse un whisky o un vodka.
En fin,... Vuelve al escritorio, saca la botella, dos vasos
-por las dudas se arrepienta-, bebe, los dos siguen de pie.
Un silencio. ¿Tiene familia, coronel? Sí, señor. ¿Estaba
pensando en ella? Afirmativo, señor. Otro silencio. ¿Sabe,
coronel? yo creo en el eterno retorno. Todo volverá a
suceder. Usted entrando con la noticia, nuestro diálogo, yo
con el vaso de whisky en la mano... todo.
Esta impotencia... es lo que me desespera, repetir el último
acto de nuestro país, bueno, no el último, habrá
sobrevivientes, pero ¿en qué condiciones? Alguien dijo: “los
vivos envidiarán la suerte de los muertos”. ¿Cuánto falta,
coronel? No -atajándolo-, no me diga. Han sido capaces de
hacernos esto... ¿por qué? Prestos a discutir la propuesta
de eliminar las armas de destrucción masiva, las
negociaciones están a punto... Señor, disculpe, ¿puedo
aceptar su whisky? Desde luego, ya está servido. ¿Hielo?
Negativo, señor, gracias. ¿Podemos brindar, coronel, o le
parece impropio? ¿A la salud de quiénes? De nuestros
sobrevivientes, sus hijos, sus nietos... bueno, a la salud,
no. A la sabiduría que algún día les roce, al nunca más una
jornada como la de hoy. Chin, chin, un silencio.
3. MAS EXPLICACIONES
El premier se sienta. Le diré, coronel, cómo veo las cosas.
Antes de que nos atacaran, la consigna era: devolver golpe
por golpe. Y se proclamaba a los cuatro vientos, a ver si
así se disuadían de golpearnos primero por miedo a la
represalia. Como se dijo, el País Dos tenía de rehén a
nuestra población y nosotros a la de ellos. El equilibrio
del terror, que conoció la guerra fría. Pero eso era antes
de la agresión. Antes, se trataba de disuadir. Ahora se
trata de otra cosa: salvar lo que se pueda de la humanidad.
Paradójicamente, “el malo” no pagará las cuentas, saldrá
ileso. La víctima queda paralizada, no puede defenderse.
Para estos últimos minutos que nos quedan, la consigna es
otra: preferible que sobreviva media humanidad a que sea
borrada del mapa, sin contar el daño a la biosfera. No puedo
contestar a la agresión nuclear, el criminal tiene asegurada
la impunidad, es la lección final que da la especie humana:
la impunidad al criminal. No me sumaré a ella, no entraré a
ese juego.
Claro, el genocida arriesga, es cierto, que del otro lado
-nosotros- haya una mente gemela y la agresión sea
contestada. Pero yo no lo soy. No habrá respuesta. El
silencio será mortaja. ¿Me permite una observación, señor?
Adelante. Me suena a la dialéctica de poner la otra mejilla,
también eso. Un silencio. Del otro lado del océano, coronel,
hay familias como la suya y la mía. Puedo hacerlas un
amasijo de cemento y sangre ¿para qué? ¿Por venganza?
¡Vamos...! Ellas están tan ausentes de la jugada como
nuestras familias.
4. SE IMPONE EL TUTEO... HAY NOVEDADES. SE CANCELA
EL TUTEO
Prosiguen el diálogo en una zona de soledad e impotencia
donde las jerarquías se abaten, dos malos mensajeros: se
niegan a dar la noticia. Y que, cómplices, se abren a la
fraternidad: sin reparar en ello, comienzan a tutearse.
¿Tienes hijos...? Dos, mañana debía llevarlos a... ¿Estás
separado? No, los niños querían esta vez una salida con su
padre, el “siempre ocupado”. ¿Qué edades tienen? Cinco y
ocho, pero... en el País Dos ¿las familias son como las
nuestras? Espera, los minutos corren, déjame preguntarte una
tontería. ¿No hay ninguna posibilidad que todo esto sea un
sueño, un mal sueño, una pesadilla, o bien una falsa alarma,
las computadoras han enloquecido, no sé, algo...?
Suena el teléfono, los dos se miran absortos, el premier
despaciosamente levanta el auricular. Señor -una voz tensa
que no espera el saludar-, aquí el comandante de zona
estratégica, la nube de misiles ha desaparecido de nuestros
controles, como esfumada. ¿Ha pasado el peligro? Afirmativo,
señor. ¡Alabado sea Dios! ¿Y a qué se debió...? El premier,
el comandante al otro lado de la línea y el coronel, que lo
ha comprendido todo, están a punto de llorar. Señor -el
comandante se controla-, son formatos eléctricos, de
morfología caprichosa, esta vez nos confundió el diseño de
una flotilla de misiles... señor, una pregunta: ¿está el
coronel operativo con usted? Sí, acaba de entrar. El coronel
hace un gesto de sorpresa. Entonces, ¿sólo se dio la orden
de alarma uno? Correcto, comandante. El coronel lleva a sus
labios el tercer whisky. ¡Bendito sea Dios, que usted, Señor
Presidente, así lo decidió! ¿y cómo supo...? Verá,
comandante, bien: mañana, ya calmos, se lo platico y usted
me informará sobre los motivos que tuvo para descartar la
posibilidad de un formato eléctrico. Sí, señor. Se despiden,
cuelgan.
Suena el teléfono rojo. Por favor, con el premier del País
Uno. ¿Eres tú? Discúlpame, iré al grano. ¿Por qué activaron
el sistema de alarma uno? Ejercicio de rutina. Pero, no nos
dieron aviso, querido amigo. Te ruego nos disculpes, se nos
pasó, no volverá a suceder. ¿Todo normal? Todo normal. ¿Cómo
está tu esposa? Muy bien, gracias. Me la saludas. Lo mismo a
la tuya... cierto que eres soltero. Bueno, que los saludos
sean para la galana de turno... siempre te he admirado:
¿cómo hiciste para hacerte elegir siendo soltero? Oye, hace
tiempo que quería agradecerte los chistes que me mandaste
por Internet, ése de la suegra está buenísimo. A ver si
chateamos un poco uno de estos días. Claro que sí. Pero,
dime, ¿no advirtieron como una...? ¿Una qué, mi queridísimo
amigo? No, nada, olvídalo. Naturalmente, levantarás la
alarma uno. Cuelgo y lo ordeno, no temas, mi buen. Nos
vemos. Nos vemos. Cuelgan. Otro silencio. Coronel...
Desaparece el tuteo. Sí, señor. Tal vez usted... Voy a
recapitular lo sucedido entre las cuatro paredes en esta
media hora, no ¿qué digo? en unos minutos, sólo en unos
minutos. Entró usted y no acababa de dar la noticia cuando
sonó el teléfono, era el comandante para comunicarme que el
peligro había pasado. Eso fue todo. ¿Me entiende, coronel?
Perfectamente, señor. Ah, y corra a levantar la alarma. Sí,
señor.
5. EN EL PAIS DOS
En el País Dos, el premier, después de colgar, reflexiona.
¿De modo que supieron distinguir entre un formato eléctrico
de flotilla y la flotilla misma? Debemos andarnos con
cuidado, a estos tipos no les creo, pero nada. Y
visualizaron el formato eléctrico en sus aparatos antes que
nosotros, sino ¿a santo de qué la alarma uno sin avisarnos?
Y yo, que quería buenamente advertirles sobre la falsa
imagen... y que de una vez quitaran la alarma uno.
6. EPILOGO
Cien días después de estos sucesos, EL País Dos logró una
innovación tecnológica que posibilitaba amplio margen de
maniobra en situaciones críticas: un mecanismo adosado a
cada misil, permitiendo su destrucción en vuelo desde base
remota. Así las cosas, el País Dos se las jugó. Dos oleadas
de objetos voladores partieron un día hacia el País Uno. La
primera de misiles nucleares y la segunda de aviones
transportando tropas de élite y armamento. De momento, iban
casi juntas. Pero una de ellas deberá dejar la escena
bastante antes de divisar el blanco. Si lo hace la flotilla
de aviones, es porque el País Uno iba a ser destruido. Si lo
hace la flotilla de misiles, es porque va a llegarse a un
acuerdo evitando el holocausto tras la rendición del País
Uno, que aceptaba ser ocupado militarmente.
Y ése fue el planteo del premier del País Dos al premier del
País Uno: se entregan o los borramos del mapa. Olvidas
nuestra capacidad de respuesta, replicó el atacado. No será
usada, contestó el atacante. ¿Cómo sabes? Aquí, junto a mí,
está un cierto coronel; me pide te salude de su parte y te
agradece los excelentes whiskys que tomó en tu oficina.
Bien, tú decides. Tercera opción no hay. Tu lógica de
impedir a toda costa la destrucción de la humanidad, es
sabia. Te será reconocida por las generaciones venideras.
Yo, lo confieso, te admiro. Además, y esto no es poca cosa,
estás mejor situado ahora que la otra vez cuando ustedes
confundieron formato eléctrico con ataque muy real de
misiles. Porque fue así ¿verdad, mi queridísimo? Me lo contó
todo este amigo nuestro, el coronel, que tú seguramente
calificarás de otra manera. Y esto, precisamente, gracias a
él y a la innovación tecnológica que nos permite destruir
los misiles en vuelo. Y bien, no te queda mucho tiempo para
decidir.
Ya lo he hecho, contestó el aludido. Acabo de ordenar un
ataque nuclear masivo contra ustedes, permíteme una
expresión brutal, ustedes son ya cadáver. Yo no tengo medios
de destruir la flotilla en vuelo, cada misil dará en el
blanco, en el mejor de los casos, podrán parar uno de cada
dos misiles, no te preocupes, cada blanco tiene asignados
dos misiles de cabezas múltiples. Del otro lado de la línea,
un silencio que bien puede calificarse como silencio de
muerte. Finalmente, una pregunta: ¿Por qué lo hiciste? Para
saber si mi sabia lógica, que tanto alabaste, la aplicarás
ahora haciendo estallar tus misiles en vuelo. ¿Admiras mi
sabia lógica? Pues, aplícala -tú lo puedes, yo no-. Las
generaciones venideras te lo reconocerán, no es necesario
cambiar el rumbo de los aviones. ¡Ah! Tus soldados en vuelo
hacia aquí serán recibidos en son de paz . ¡Tú decides! Te
he pasado la pelota, a ver si eres hombre sabio.
Y colgó.
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