El famoso pintor, retratista y escultor sueco, Anders Zorn, nació el 18 de febrero de 1860
en Utmeland, una aldea de Mora en Dalecarlia (Dalarna) situado en el corazón de Suecia. Hijo
de una empleada doméstica y de un cervecero alemán. Jamás tuvo contacto con su padre, Johann
Leonhard Zorn. Y su madre, Grudd Anna Andersdotter, tuvo que abandonar varias veces su casa
para trabajar en la cervecería Dübens. Posteriormente fue empleada de la cervecería Bayer
ubicada en la ciudad de Uppsala. Durante una década hizo largos viajes entre su trabajo y su
pueblo. Así que el pequeño Anders, creció en el campo con sus abuelos maternos. Desde niño
acompañaba a su abuelo a pastar ovejas, a recoger leña y le ayudaba en su taller de herrería.
Le gustaba esculpir caballos en madera, y a menudo dibujaba animales y personas en el reverso
de las cartas que enviaba su madre desde Uppsala. Sus primeros estudios los hizo en una
escuela de Mora. En 1872, año en el que fallece su padre y gracias a una reducida herencia,
empezó su educación secundaria en un colegio de Enköping. Tres años más tarde ingresó a la
Academia de Arte de Estocolmo, donde finalizó sus estudios con gran éxito. Aunque en una carta
confesó que odiaba las matemáticas y otras materias; pero desde tierna edad mostró una
capacidad artística asombrosa. A sus 20 años deslumbró al público con un cuadro, al cual lo
llamó “Tristeza” (Sorg). El motivo de esta pintura; es el rostro triste de una mujer viuda.
Sin dudas que este triunfo le abrió las puertas para codearse con los pintores suecos de la
época. Empero, Zorn tuvo que luchar contra la pobreza. A parte de su talento artístico; era
disciplinado, consciente de su quehacer y, por lo tanto, trabajaba duro para llegar a las
metas que él se trazaba.
En 1880 conoce a Emma Lammy, mujer, interesada en el arte y la cultura, que tocó las fibras de
su corazón. Provenía de una familia judía acaudalada. Los jóvenes se enamoraron, y en la
primavera de 1881 intercambiaron, secretamente, anillos de novios. Pero pronto tuvo que
abandonarla a Emma, por un buen tiempo, para realizar sus viajes por Europa. Por eso pintó un
autorretrato, y le dejó a su novia para que no se olvidara de él. En España se interesó por la
obra de Velázquez. En Londres, en Lisboa y en Paris expuso sus cuadros en diferentes galerías.
El amor a distancia hacía lo imposible entre los novios, de manera que decidieron casarse en
1885. Esta unión matrimonial, los llevó a efectuar una separación de bienes; porque Zorn no
quería tocar la supuesta fortuna de la flamante esposa. Para entonces ya ganaba dinero
vendiendo algunos cuadros, y empezaron a viajar juntos. Se afincaron en la capital francesa
durante varios años, pero cada verano solían regresar a Suecia. Pasaban sus días libres en el
archipiélago o en la bella naturaleza de Mora, en donde compraron un terreno.
En Paris pintó retratos de personajes famosos, y lo nombraron Caballero de la Legión de Honor
francesa. Mientras tanto su fama internacional se afianzaba y surgían nuevas expectativas.
Zorn era un pintor que dominaba los colores, la luz, los espacios y tenía un buen conocimiento
de la naturaleza. Indudablemente el bien valorado prestigio de su obra hicieron de él, “un
mago de los pinceles” cotizado en todas partes del mundo. Llegó a Nueva York, por primera vez,
el año 1893 para una Exposición Internacional, y regresó a suelo norteamericano varias veces.
Allí retrató a presidentes, como a William Taft, a Theodore Roosevelt y a otras personas
adineradas. Parte de su obra se encuentra en museos de Estados Unidos y en colecciones
privadas. De su puño salieron también retratos de los miembros de la familia real sueca, pero
gran parte de su fortuna la hizo en Estados Unidos.
Anders Zorn se relacionó con reyes, con príncipes, con presidentes, con políticos y con
personas de la élite cultural europea y norteamericana. Se vestía con traje de levita,
sombrero de copa alta. En Londres tuvo su atelier en la famosa calle “Brook Street”. Pero en
realidad, no se sentía muy bien con ese ropaje, ni en los círculos de la élite cultural.
Mostraba contradicciones en su conducta. Más bien era un hombre sencillo de costumbres
campesinas. Estaba consciente de la clase social a la cual pertenecía, y era enemigo de
ciertos avances tecnológicos de la época.
Anders y su esposa Emma nunca tuvieron hijos. Regresaron definitivamente a Suecia en 1896. Y
en su tierra natal (Mora) hicieron construir, en el mismo lugar, una enorme casa para ellos,
un atelier y otra casa para la madre de Zorn y sus hermanastras. A lo que podríamos denominar
el “Complejo Zorn”. El pueblo lo recibió como a un rey, como al pintor que ponía en alto
relieve el nombre de su país. El orgullo era enorme entre los lugareños. Zorn, se juntaba con
la élite sueca, pero también con la gente común y corriente. Iba a los mercados donde se
hacían fiestas, hablaba con los campesinos sin ningún problema y regalaba los premios a
diferentes concursos que se realizaban. Su casa era un centro de reunión para los amigos más
allegados. Los cobijaba por varios días y hacía fiestas de lujo; a las que acudían príncipes,
pintores, poetas, escritores y artistas.
A principios del siglo XX, parece que Zorn da un giro en su forma de trabajar. Empieza a
pintar a sus modelos desnudas dentro de cuatro paredes, en su atelier. O sea, posan más cerca
de él, sentadas en un sillón, delante de un telón de fondo y sus ojos son más observadores a
los encantos femeninos. Zorn está más viejo y probablemente con algunos sueños carnales en la
mente. Algunos críticos buscaban un equilibrio más ético en su obra. Otros lo consideraban un
capitalista que tenía el cinismo de cobrar grandes sumas por hacer retratos. Quizá por eso
decían que la celebridad de Zorn se caracterizaba por tener una moral floja. Lo cierto es que,
en aquella época, el afamado pintor no fue comprendido en toda la extensión de la palabra. Sin
embargo, los últimos años de su vida donó dinero a diferentes asociaciones culturales. Junto a
otros pintores famosos, como Carl Larsson y Bruno Liljefors, inauguró, en 1916, la célebre
Galería de Arte “Liljevalchs”.
Finalmente, Zorn muere el 22 de agosto de 1920, y deja una fortuna de más de 4 millones de
coronas suecas. Emma se queda sola en la enorme casa. Y los años que le quedan de vida, se
dedica a comprar los óleos que su marido pintó y que los había vendido en momentos de
necesidad. De su testamento se deduce que Anders Zorn y su esposa Emma Lammy donan al Estado
sueco todos sus cuadros, esculturas, retratos y el “Complejo Zorn”.
En fin, los cuadros de Zorn están impregnados de materias terrestres, pero también de
ensueños. La figura humana, para él, fue el tema central de su pensamiento y de su creación.
Su interés y curiosidad por los aspectos anatómicos lo llevó a describir con pinceladas, una y
otra vez, esas formas que son muy atractivas estéticamente: el cuerpo de la mujer.
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