Siempre he tenido gran interés por presenciar una operación de corazón en vivo y en directo. Y
el pasado mes de julio tuve ocasión de verla en el Hospital Universitario Puerta del Mar de
Cádiz.
Se trataba de una operación para eliminar un trastorno cardíaco denominado flutter auricular,
un tipo de arritmia que produce una frecuencia cardíaca acelerada y que, de no tratarse
quirúrgicamente, aparte del riesgo de producir ictus, embolias sistémicas o isquemias con
resultados fatales, puede llevar con el tiempo a una insuficiencia cardíaca y a diversos
pronósticos de gravedad extrema (baste saber que, en conjunto, las enfermedades cardíacas y
los accidentes cerebro vasculares son la principal causa de muerte de España y del mundo).
La intervención, cuyo nombre técnico es el de "Estudio electrofisiológico con ablación",
consiste en dos procedimientos; el primero, un estudio eléctrico del corazón analizando
ciertos parámetros e induciendo diversas arritmias mediante la administración de impulsos
eléctricos, y el segundo, cuando los hallazgos del estudio muestran que la arritmia es
abordable mediante ablación, la aplicación de pequeñas quemaduras por radiofrecuencia en los
puntos donde se originan los fallos. Las técnicas actuales permiten acceder al corazón sin
necesidad de abrir el pecho, y se realizan mediante la canalización de la arteria femoral con
unos introductores por donde se pasan uno o más catéteres -normalmente, tres- a través de los
cuales se realizan todas las operaciones. Una vez realizadas éstas, tras comprobarse que la
arritmia no puede ser ya provocada de nuevo, se considera que la taquiarritmia ha sido
eliminada por completo y concluye el procedimiento. La duración de la intervención,
dependiendo de las arritmias tratadas y su complejidad, suele ser entre 2 y 4 horas (en este
caso duró sólo 2 h.). Concluida la intervención, se retiran los catéteres, se realiza
compresión en los puntos de acceso vascular y se pasa al paciente a su habitación para
observación. Las complicaciones no son habituales, por lo que se suele dar el alta al día
siguiente.
El paciente, varón de 64 años y sin ningún tipo de antecedentes cardíacos previos, fue sedado
con sólo anestesia local. Cooperante durante la intervención, se mantuvo tranquilo y no dio
muestra alguna de dolor o molestias ni siquiera durante la aplicación de las descargas en los
puntos comprometidos por la arritmia.
Hasta aquí, una breve descripción del tema y sus particularidades. Ahora, si me lo permiten,
considero obligado hablarles de lo que vi.
Por contra de las críticas negativas que suele escucharse en pacientes y afiliados a la
Seguridad Social (por desinformación y recelos las más de las veces): falta de medios en todas
las áreas, personal de servicios escaso y poco profesionalizado, equipamientos tecnológicos
anticuados o poco actualizados, cirujanos y facultativos con escasa experiencia y una
formación distante de los últimos avances en metodologías médicas y quirúrgicas, etc., etc.,
yo, que estuve presente en ese quirófano, puedo afirmar y afirmo que la realidad de lo que la
S.S. pone a disposición de sus pacientes y afiliados es todo lo contrario.
Me sorprendió gratamente la dotación del quirófano de cateterización cardiovascular, con
aparatos, controles, monitores y dispositivos de última generación y la más avanzada
tecnología. En mi opinión, sin nada que envidiar a las más reputadas -y caras- clínicas
privadas de todo el mundo. La sensación que produce su contemplación, o la disposición del
material quirúrgico que cirujano y auxiliares disponen junto a la mesa de operaciones, ya
inspiran la suficiente confianza como para desechar cualquier temor por falta de medios o
equipamientos.
Pero, lo que me causó la más grata de las sorpresas fue comprobar, in situ y paso a paso, la
precisión y el dominio con que actuaron el cardiólogo-cirujano y los otros cuatro miembros
componentes de su equipo. Se advertía claramente la preparación, el perfecto conocimiento, la
profesionalidad y la gran experiencia con que llevaron a cabo cada uno de los procedimientos
de la, a mi entender, complicada y difícil intervención en el corazón de aquel paciente que,
con ojos tan asombrados como complacidos, no perdía detalle de todos y cada uno de los actos
que realizaba aquel equipo de profesionales. La operación, como no podía ser de otra forma,
fue un rotundo éxito desde el principio al fin. Afable y cordial, tras echar una última mirada
a los monitores, el cirujano jefe terminó por exclamar: "Ha quedado como un reloj".
El paciente asintió con leves movimientos de cabeza sin poder evitar su complacencia y la
admiración que le producía el resultado de la operación y el buen hacer del equipo que la
había llevado a cabo. Y, déjenme decirles que, naturalmente, aquel paciente de ojos tan
asombrados como complacidos era yo.
Por eso quiero aprovechar estas líneas para, además de confirmar todo lo dicho, agradecer
sincera y profundamente al cardiólogo-cirujano actuante, doctor D. Rafael M. Fernández Rivero,
y a los miembros de su equipo, Dres. Cano, Chueca y demás, por la extraordinaria y
sorprendente actuación médico quirúrgica que desarrollaron sobre mi corazón y ante mis ojos.
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