Las sergas de Esplandián – innovación sin mucho éxito.
Las sergas de Esplandián es la continuación del Amadís de Gaula, la novela de caballerías más
popular del género. Fue escrita por Garci Rodríguez de Montalvo, y cuenta las aventuras de
Esplandián, hijo de Amadís y Oriana,. Su primera impresión se realizó en 1510, con nueve más a
lo largo del siglo XVI. Gozó de bastante popularidad en su época, aunque menos que su
predecesor, Amadís. A pesar de las innovaciones y cambios que se produjeron para espolear su
popularidad, su legado hoy día es por lo general desconocido.
Las sergas más bien es el quinto libro que sigue a los cuatro “libros” anteriores (o “partes”,
mejor dicho) del Amadís, porque se ven concluidos ciertos episodios pendientes: se resuelve el
conflicto del rey Lisuarte, abuelo de Esplandián, se descubre la importancia de Leonorina, y
aprendemos sobre la importancia del joven héroe, no sólo para Constantinopla, sino para toda
la cristiandad. Ya en el Amadís nace Esplandián del matrimonio secreto de Amadís y Oriana,
acaba en la guarida de una leona, es salvado por el ermitaño Nasciano y al final es pasado a
la hermana de éste para que lo críe. Las profecías de Urganda la Desconocida prevén su futuro
resplandeciente en Las sergas. Va más allá de Amadís de Gaula. Esplandián supera la capacidad
guerrera del padre, salva Constantinopla de los árabes, y se casa con Leonorina. Él será mucho
más que su padre: lo vencerá en batalla y hereda Constantinopla (mientras Amadís sólo llega a
reinar la Ínsula Firme).
Muchos críticos no aprecian Las sergas porque queda a la sombra del Amadís de Gaula. Además de
acabar en la hoguera en Don Quijote, los críticos piensan que es inferior también por varias
razones. Henry Thomas explica que las continuaciones con “débiles exageraciones del original.”
José Amezcua, otro crítico, dice que Montalvo tenía “mayor talento para enmendar y corregir
textos ajenos que para componer los propios.”
Una diferencia es que Esplandián no es el caballero de las damas, como lo son Amadís, Palmerín
y otros héroes del género, sino un caballero de la Iglesia. El elemento del amor es desplazado
por el interés en el cristianismo. La conquista no es por el amor, sino por Dios. Marín Pina
lo llama “un tipo de héroe prácticamente desenamorado”. Aunque Montalvo escribió parte del
Amadís, y Las sergas por entero, hay una gran diferencia entre ambos textos. El primero es el
rebisnieto de una lejana época medieval de hidalgos y cortesanas; el segundo, una reflexión
contemporánea de las ideologías y empresas de los Reyes Católicos. Esta nueva idea de Cruzada
surge en España, la de la Conquista y Reconquista. Montalvo reanuda las viejas ambiciones
cristianas, como en una especie de renacimiento de las Cruzadas. En esta época España tuvo la
bendición del Papa porque el 'enemigo' moro estaba en la Península.
En Las sergas esta historicidad es obvia. El interés en fundir las viejas aspiraciones
artúricas con la actualidad es una táctica de Montalvo para hacer resurgir el interés en el
género. Después del Amadís había que intercalar materia nueva porque en comparación con su
predecesor, sin el elemento histórico, en Las sergas se hubiera visto una carencia
descollante. Esta postura es nueva, como explica Edwin Place, “Montalvo ya les había dado en
el Esplandián una nueva orientación anticaballeresca y antiartúrica.” El hecho de superar a su
padre en las armas muestra la supremacía de esta nueva determinación religiosa sobre las
viejas aspiraciones cortesanas. Este libro es esencialmente lo contrario de su antecesor. Es
anti-Amadís. Ya no es individualista y egoísta. Su enfoque es colectivo y divino. Se parece al
molde artúrico: la idea de la quête, la segunda generación con objetivos espirituales.
Hay dos elementos que distinguen Las sergas de otros textos del género: primero, el fascinante
protagonismo de la mujer -dos en particular- Carmela, ayudante de Esplandián, y Calafia, reina
de las californianas; y segundo, la atmósfera de odio contra el musulmán. En el Amadís las
mujeres y los malos aparecían esporádicamente y en una gran variación de papeles,
presentaciones y figuras. En Las sergas también hay una diversidad, pero las vemos en sus
respectivos grupos: las californianas y los árabes. Los dos grupos están presentados como
fieras que hay que amaestrar: a la mujer por desempeñar un papel reservado al hombre (según
ellos), y al árabe por su religión, en quienes sobresale la imagen de la maldad. Aquí se
explica en Las sergas la manera en que los turcos tratan a los cristianos: “siendo sojuzgados
o cautivos, muertos, robados de aquellos infieles, haciéndoles renegar la fe católica:
haciéndoles adorar aquella burla y falsa ley: forzando a las mujeres e hijas, y aun hijos,
aquellos que ley ninguna tienen.” Lo que hacían los caballeros “malandantes” en el texto
anterior, aquí está reservado al musulmán. Hay una clara distinción entre los buenos y los
malos.
Y estos fueron los motivos para procurar continuar el interés en el género, pero sin mucho
éxito. Las sergas acabó en la hoguera a pesar de su nueva historicidad y colectivismo. Un hijo
que quizás supera a su padre en las armas, pero sin legado literario.
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