Segunda Parte
Es importante señalar algunos aspectos que marcaron profundamente la vida del pintor sueco.
Recordemos que jamás conoció a su progenitor. Por eso nunca pintó un cuadro de su imagen. En
algunas ocasiones se quejaba a su abuelo por sentirse huérfano de padre. Y las situaciones
adversas de la vida, hizo que no la tuviera a su madre en su infancia; cuando él más la
necesitaba. Zorn escribe en su autobiografía: “Recuerdo vagamente que, en mis primeros años,
alguien me sujetaba en su regazo, pero no era el de mi madre. También recuerdo que una vez
estuve llorando sentado en el trineo de uno de los vecinos. Ese día mi madre nos acompañó a
cruzar el Silja (enorme lago) porque se iba a trabajar a Uppsala. Desde muy niño me di cuenta
que era un hijo sin padre. Siempre tuve la sensación de ser una vergüenza para mi madre, de
ser fruto de un error cometido por ella”. Pero a pesar de llevar ese peso, del destino, en sus
adentros; siempre escribía a su madre cuando se encontraba lejos de él. Estaba consciente del
trabajo sacrificado que hacía. Inspirado en ella pintó un cuadro, en donde se ve la energía y
los brazos fuertes de mujeres levantando botellas.
A su madre le aseguró una vejez sin preocupaciones materiales, le obsequió una casa, le daba
dinero y vivía cerca de él junto a sus hermanastras. Según algunos historiadores, la relación
con su madre era respetuosa, pero fría y distanciada. El hecho de no haber recibido amor y
cariño de un padre y de una madre, afectó enormemente el fuero interno del artista. Nunca pudo
dar un amor profundo a su pareja. El afecto y la ternura que tuvo por Emma en un principio, se
fueron languideciendo como pompas de jabón. La trataba fríamente, con autoridad y, a veces,
decía que era asexuada. Cuando uno visita su casa en Mora, inmediatamente salta al aire esa
relación de frialdad que prevalecía entre ellos. Dormían separados. El dormitorio de Emma luce
una cama pequeña con toldo, bañadores, jarras de porcelana, peinetas, floreros y botellas de
perfume. Mientras que la habitación de Anders es un poco más grande; y uno puede observar en
un escritorio cigarreras, cortaplumas y bolígrafos. Enfrente a su cama hay un cuadro de una
mujer desnuda. Su amigo Carl Larsson la había pintado especialmente para él. De manera que
podía contemplarla todas las noches antes de dormir, y todas las mañanas cuando abría los
ojos. Zorn fue un hombre mujeriego, un hombre que practicaba el placer con diferentes mujeres.
Y, como castigo según las malas lenguas, dicen que había contraído una enfermedad venérea.
Alguna vez dijo: “me encantan las mujeres, y me he acercado a ellas; no siempre con buenas
intenciones”.
Gran parte del repertorio temático de Zorn, a lo largo de su carrera artística, incluye sus
cuadros de mujeres desnudas bañándose en un río, sentadas en un sofá o simplemente echadas en
una cama; pero muy lejos de lo vulgar y lo pornográfico. Las finas pinceladas que trazó en
esos lienzos, pusieron de relieve los encantos femeninos para quedarse en la memoria de los
espectadores. La mujer para él, como lo fue La maja desnuda para Francisco Goya, era una
fuente de inspiración, era una imagen de la belleza terrenal, a la cual los varones se
aferran.
Es decir, lo erótico, en los cuadros de Zorn, está plasmado entre la naturaleza de un paisaje
o de un determinado lugar y el misterio del cuerpo desnudo de la mujer. Las posturas más
sugerentes de sus modelos, fueron motivo de especulación y críticas, por aquellos que no
estaban preparados para ver a la mujer como soporte de su arte. En otras palabras, existe un
diálogo secreto en medio de la modelo desnuda y la avidez visual del artista. Algunos de sus
cuadros reflejan la relación que existe entre la mujer y su rol como madre.
Los últimos años de su vida, se la pasaba, horas de horas en su atelier, pintando cuerpos
desnudos de mujeres hermosas y jóvenes. Algunas de ellas fueron empleadas que trabajaban en su
casa. Mientras que su mujer se encontraba sola y muchas veces furiosa, a unos 70 metros de su
atelier. Emma fue su compañera comprensiva, una madre protectora y una mujer que aguantó las
ocurrencias de su marido. Algunos críticos, apoyados en las teorías de Lacan, han dicho que en
las pinturas de Zorn, hay un deseo de lo ausente. Quizá haciendo alusión a la falta de un
contacto íntimo con el sexo opuesto. Sin embargo, se ha especulado que en su atelier tenía
relaciones con las mujeres que posaban como modelos. Hoy en día, en el pueblo donde nació y en
Mora, existen anécdotas e historias relacionadas con mujeres, y hablan de algunos posibles
hijos que dejó.
Dicen que el tiempo de duración de algunas obras es efímero, pero esta afirmación no es válida
en el caso del pintor sueco. La obra de Anders Zorn está presente año tras año, y todo ese
arte conceptual que él quiso transmitir; se fusiona entre el artista y el espectador. Una vez
más, el arte ha encontrado la manera sublime de tocar los corazones de su público.
Ver Curriculum
