Sos ese amor que llegó a mi vida
en una fría tarde de primavera.
Todo en mi vida era rutinario,
mecánico hasta el momento en que
apareciste. Al verte sentí renacer
en mí esa intensa sensación de
inquietud que sólo da la
esperanza.
El sol seguía negándose pero el
cielo brillaba ante mis ojos y no
lograba concentrarme en otra cosa
que no fueran tus ojos, tu boca,
tu sonrisa.
Fueron días de felicidad con aroma
a amor, días en que sentí que la
soledad ya no era mi inseparable
compañera.
Mi renacer duró el tiempo que
duran los pétalos en una rosa pues
me di cuenta que serías un eterno
amor, pero imposible.
Tus amarras eran tan fuertes que
ni siquiera este sentimiento tan
intenso podría llegar a
desatarlas.
Entonces, llena de dolor cerré
nuevamente las persianas, me
recosté en los sueños, y así, como
al descuido arropé el alma y
entorné los ojos en ésta aún fría
tarde de primavera
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