LXIV
4ª Parte: descripción, estilo y conclusión
Todo lo que describe Efraín se embellece por la sensibilidad subjetivada del “pacto
autobiográfico”, como dice Benito Valera Jácome en Introducción a “María”, de Jorge Isaacs.
Mediante este pacto, el autor transmite al agente-narrador su interpretación lírica de la
naturaleza y Efraín proyecta sobre ella los sentimientos amorosos: “sus labios suaves como el
terciopelo de los lirios del Páez”. Y advierte Benito Valera que la descripción de las
relaciones es muy tímida, mientras la de la naturaleza no escatima en detalles. En cualquier
línea del texto, prácticamente, podemos encontrar cualquier tipo de referencia a elementos de
la naturaleza; su relación con María, por el contrario, queda reducida únicamente a la segunda
parte, desbordada de ese acercamiento soñado.
La presencia del sueño es fundamental en toda la tradición literaria, pero sobre todo en el
Romanticismo, donde la marca principal es el misterio. En este fragmento, el sueño significa un
halo de esperanza, de alegría para Efraín. Pero al despertar, la realidad se encarga de ponerlo
todo del revés otra vez.
Respecto al estilo, es importancia no pasar de largo ante la inquebrantable e irrefrenable
adjetivación. Predominan los adjetivos explicativos, que dan una musicalidad especial al texto
haciendo especial hincapié en la abundancia de lo sensorial en la obra, y en este capítulo en
concreto: “inolvidable y última noche”, “pampas abrasadas”, árbol destrozado”, “mi alma
abatida”, “frondosos naranjos, gentiles y verdes sauces”, lozano huerto”, “susurradores
vientos, rumoroso río”, “últimas palabras”, “inmortal amor”, “postreras confidencias”,
“castísimo delirio”, etc. Es un estilo denso en cuanto a contenido por ese uso de epítetos,
pues casi cada sustantivo va acompañado de un calificativo. Sin embargo, no emplea palabras
rebuscadas, cultismos, neologismos, estructuras sintácticas complejas o demasiadas figuras
retóricas…sino un vocabulario bastante simple y conocido. Eso sí, los periodos oracionales son
largos, como larga es la agonía de Efraín sin su María.
Aparte de la adjetivación, otros recursos retóricos empleados son: las estructuras bimembres,
que también ayudan a dar sonoridad al relato: “inolvidable y última”, “rosas y azucenas”,
“gentiles y verdes”, “marchitas y carcomidas”, la personificación: “gentiles sauces” (a los
cuales dota de esa humanidad como agradecimiento por haber crecido a su lado y se sorprende de
que hayan envejecido, pues para él el tiempo se ha parado); epanadiplosis, que da un cierto
énfasis al elemento repetido: “delantal azul, azul como si hubiese sido…”, “un grito, grito
mío”. Tan importante es el que el delantal sea azul como el hecho de que responda a ese
principio romántico de lo sensorial, que en este caso va unido por una comparación con un
elemento de la naturaleza. Igualmente el grito se enfatiza para añadir relevancia a la ruptura
de un bello sueño y la nueva pérdida de su amada. También las comparaciones son significativas,
por el hecho ya mencionado de que pone en paralelo la naturaleza con los sentimientos de Efraín
o con María: “como el ave impelida por el huracán…así mi alma abatida va en las horas de
sueño”, “azul como si hubiese sido formado de un jirón del cielo”.
En conclusión: Principio y finales son siempre muy importantes en los textos y Jorge Isaacs
hace honor a dicha tradición con un comienzo perfecto tanto en forma como en contenido: es una
oración enfatizada por las exclamaciones y que sintetiza la idea de todo el capítulo; y con un
final sombrío que desemboca en la triste realidad del principio. Por ello, podríamos analizar
esto con una estructura circular y tripartita: realidad-sueño-realidad.
En las partes reales el agente-narrador Efraín transmite al lector, a través de la experiencia
personal del autor, la melancolía y nostalgia que le produce la despedida del hogar y lo que
ello conlleva, ambientando la acción en una noche en la hacienda “El Paraíso”. Logra transmitir
ese sentimiento a través de comparaciones con la naturaleza. Sin embargo, ésta es vista en tres
perspectivas distintas: naturaleza como tal, en relación a María o en comparación con las
emociones que afloran en Efraín. También ayuda el hecho de que todo lo que ve le recuerda a
María, recordemos el pasaje de las cartas en el segundo párrafo o los momentos en que incluso
hace referencia a su muerte.
Poca es la acción del texto, todo transcurre en dos horas aproximadamente; es todo emoción. Y
eso es lo justo siendo una obra heredada del Romanticismo. Como también lo es el hecho de que
la poca acción existente se produzca en el lúgubre escenario de la noche. Por supuesto en
consonancia con las referencias a lo sensorial y la naturaleza hemos de subrayar el empleo en
abundancia de adjetivos o las estructuras bimembres y comparaciones que aumentan la sonoridad y
musicalidad del texto. Esa sensación de tristeza se ve intensificada por los momentos en que se
hace referencia a la muerte de María o al reloj que midió sus últimas horas. El pesimismo
presente en el segundo párrafo al mostrar cómo el tiempo se ha llevado a su amada y las flores
que ella puso ya se habían marchitado (fusión del hombre con la naturaleza) y las lágrimas que
él derrama al leer las cartas, vuelve en el último párrafo del texto donde ya no le queda nada,
y cuya situación, indirectamente, ha sido provocada por él: su grito lo ha devuelto a la
realidad. Incluso hace aparición el frío, manos yertas, la lámpara consumida. El sueño es el
único momento feliz que aparece en el capítulo. En él se nos presenta a una María pura, casta,
hermosa, perfecta (en consonancia con una naturaleza en flor. La imagen de la mujer está
representada en los elementos de la naturaleza, que se embellecen con su presencia) y se nos
transporta a un encuentro entre los amantes que nunca antes habían tenido. Un sueño, casto, sí,
pero no tanto como lo había sido siempre cuando María vivía. El contacto entre los dos es mayor
y toma las riendas del párrafo lo sensorial, el amor a través de los cinco sentidos.
El acierto de Isaacs no está en el uso de tropos o vocabulario complejo, sino en la forma de
armonizar el contenido típico romántico que baila en sintonía con una gran simpleza y
perfección en la forma.
Es deslumbrante cómo el autor introduce en este marco del Romanticismo un mundo de emociones,
que se ve intensificado y arropado por la gran adjetivación sensorial y de la naturaleza, por
la estratégica elección del nombre femenino, por la ambientación en la lúgubre y romántica
oscuridad de la noche que lleva a evadirse de la realidad e introducirse en el mundo de los
sueños, por el uso exacto de ciertas palabras que ayudan a crear ese efecto de nostalgia…
