Saltemos al siglo XX y veremos
cómo Antonio Machado alude a
ellos con cierta frecuencia y
ve las ramas de los álamos del
Duero habitadas de pardos
ruiseñores.
Pero ha habido poetas que han
cantado también a otras aves
como al mirlo (Luis Cernuda,
Salvador Rueda), al verderon
(Juan Ramón Jiménez), a la
curruca (Leopoldo Lugones), al
jilguero (Pedro Soto de
Rojas), al papagayo (Gabriela
Mistral), al pájaro carpintero
(Leopoldo Lugones), a las
golondrinas (Juan Ramón
Jiménez y la poesía popular en
la saeta, a la lechuza
(Leopoldo Lugones), al ave del
paraíso (Salvador Rueda),
Rómulo Gallegos canta a los
pájaros policromos, tales como
el perico, el guacamayo, el
moriche, el turpial, el
arrendajo, el verdín, el
cardenal, el panzalito, el
aruco, el güiriríla, la garza,
la cotúa, la corocora...
Incluso tenemos un poema
dedicado a los pájaros que
cantan mal, obra de Salvador
Rueda, al que hemos citado ya.
Rueda cita como a cantores
deficientes al lúgano, a la
chiribita, al alcaudón, al
pechuguito, a la riblanca, al
alzacola, al zarzalero, a la
cogujada, al verderón, al
pardillo, a la oropéndola, a
la zumaya, al corneta, al
andarríos, al abejaruco...
Los pájaros -sin especificar
el subgénero- siempre han sido
tema para la poesía y la prosa
próxima a la atmósfera
poética. Por ejemplo, Luis
Cernuda escribió un poema
dedicado a un pájaro muerto.
José Antonio Muñoz Rojas
escribe una elegía a la
pájara.
Pero, lo que se dice cantar al
canario, en poquísimas
ocasiones podemos tener la
suerte de leer unos versos
dedicados a él. Solamente el
poeta Alonso Quesada,
seudónimo de Rafael Romero
(1885-1925), escribe una
elegía al canario. No es
casualidad que el poeta fuese
de Las Palmas.
Hoy, al dar el sustento al
pajarillo,
le hemos hallado muerto. Fue
una extraña
emoción, un dolor tan extraño,
como si lentamente fuera
saliendo el alma
de nuestro pecho, y viéramos
partirla
sin tener el valor de
sujetarla...
Un silencio infantil, sobre
nosotros
pone las suaves alas...
¡El pájaro de oro se ha
evadido
por un rayo de sol en la
mañana!
Fuera de esta breve elegía, no
he hallado ninguna otra
referencia al canario como no
sea la de Juan Ramón Jiménez
en Platero y yo. Se trata de
"El canario vuela " y "El
canario se muere". Por cierto,
el canario que cita el poeta
era verde, aunque luego añade
que tenía trazos amarillentos.
El poeta onubense rinde un
homenaje al canario cuando,
después de muerto, lo ve,
transfigurado, salir de una
rosa blanca:
"Esta misma primavera,
Platero, hemos de ver al
pájaro salir del corazón de
una rosa blanca. El aire
fragante se pondrá canoro y
habrá por el sol de abril un
errar encantado de alas
invisibles y un reguero
secreto de trinos claros de
oro puro".
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