Mi madre azul y salada nació en un
mar del sur, mar del plata. Subió
desnuda las mareas y recorrió
escondites de gaviotas que se
perdían para olvidarla. Mi madre
era azul en las noches, cuando me
miraba oculta entre las sábanas.
Mi madre era tristeza de millones
y risa de puños firmes.
Cuánto le canté su azul, frente a
las playas de mi barrio. Porque mi
madre azul era la urgencia de los
mares, el torbellino del cristal
del cielo, el fulgor amargo de
atardeceres y de arena. De ella
aprendí la fuerza de golpear
contracorriente, de ahuyentar la
guerra tímida de las horas.
Aprendí a cerrar el alma entre los
dientes y a danzar en noches de
fuego.
Mi madre azul de los secretos me
desenseñó las mentiras, me suplicó
una canción llorosa entre piedras
y cales. Crecí viéndola irse,
crecí apretando sus manos, crecí
advirtiendo en sus ojos un don que
no era mío. Y así le robé el
aliento, sus olas y la difícil
lágrima.
Todo mar que toco es ella. Toda
sal que se hace vena en mis
pasiones es su lenguaje desmedido
y oceánico. Todo azul del cielo
tiene su nombre. Madre querida,
azul, Madre de plata. Quiero morir
en tu vientre de agua.
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