No conozco cosa más aburrida que el sexo.
Claro, el sexo y el erotismo están de moda y quien
vaya contra la corriente pagará por su temeridad, al punto que ya el lector, influido
mentalmente, estará pensando en qué fácil resultaría hacerme objeto de burlas. O tal vez no.
Voces como la de Rainer María Rilke, el escritor del siglo XX devenido clásico, hablan de “una
relación con lo sexual no influida por convencionalismo ni moda alguna”. Y el escritor agrega:
“el goce corporal es una vivencia de los sentidos que no difiere del mero mirar […]”.
Y así
como el mirar acaba aburriendo, el sexo también.
Pero la mayoría de los hombres, prisioneros
del machismo, no van a reconocerlo. Y creen que la solución reside en el incesante cambio de
pareja. Y en retirar de la mente el lírico “hacer el amor” de otrora y aceptar en su lugar el
descarnado “tener sexo” de hoy, hasta que mueran de aburrimiento.
Ah, por cierto, los invito a celebrar mi nonagésimo cumpleaños... ¿o es mi centenario? ¡Ya no
me acuerdo!
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