La historia de las mujeres, a lo largo del desarrollo humano, ha sido una historia cargada de
dolor, de abuso y de penurias de toda índole. Desde los más eruditos hasta los más ignorantes
han tratado de subordinar a la mujer bajo su poder. En muchas culturas, incluso antes de
Cristo, la mujer era vista como una ciudadana de segundo grado. Zaratustra, poeta del siglo VII
a. C. decía por ejemplo: “La mujer debe adorar al hombre como a un Dios. Cada mañana debe
arrodillarse nueve veces consecutivas a los pies del marido”.
Por otro lado, distintas religiones han contribuido, de una u otra manera, al sometimiento de
la mujer. En Génesis 3:16, del Antiguo Testamento, se revela esta situación: ”… y tu deseo será
para tu marido, y él se enseñoreará de ti.” Grandes sabios, que han pasado por la Tierra,
escribieron pensamientos peyorativos en contra de las mujeres. La herencia romana del “pater
familias”, es otro factor que ha contribuido a la sumisión de la mujer. Es decir, el jefe de la
familia tiene total dominación sobre la mujer. La “vitae necisque potestas” (poder de vida o
muerte), en la época romana, jugó un papel de mucha importancia. Y se expresaba como el poder
que tenía el “pater familias” sobre su esposa, sus hijos y sus esclavos. El patriarcado, como
organización social, en donde el patriarca de la familia tiene el poder, trajo consigo la
opresión y la dominación de la mujer.
En la antigüedad, las mujeres no tenían derecho a voto, derecho a estudiar en las
universidades, no tenían acceso a la política ni a la vida pública. Eran consideradas propiedad
del marido y, en consecuencia, se dedicaban solamente al hogar, y a las tareas cotidianas de la
casa. En otras palabras, sus ideas, sus deseos y sus inquietudes intelectuales se esfumaban
como pompas de jabón dentro de cuatro paredes. Pero a pesar de muchos obstáculos en el camino,
siempre han existido mujeres que han mostrado gran inteligencia, rompiendo ese cerco impuesto
ante ellas por las sociedades retrógradas y machistas. Además, han existido mujeres que
lucharon por liberarse del yugo patriarcal. El escritor y filósofo italiano, Umberto Eco, nos
recuerda: “No es que no hayan existido mujeres filósofas. Los filósofos han preferido
olvidarlas”. Hiparquía de Grecia (300 – 346 a. C), quizá sea una de las primeras mujeres
filósofas. Otro ejemplo digno de citar es Hitapia de Alejandría (370 – 415 d. C), filósofa y
matemática. Hitapia trabajó como profesora de matemáticas y elaboró, junto a su padre; también
matemático, textos para sus alumnos.
En Suecia a partir de la segunda mitad del siglo XVIII, el sometimiento de la mujer ante su
marido; estaba determinado por la ley, y el matrimonio era considerado una institución eterna.
El divorcio existía en casos muy extremos. En muchas partes del mundo, las mujeres y los niños
trabajaban en condiciones infrahumanas. Y con el advenimiento de la era industrial, el trabajo
de las mujeres se convirtió en un trabajo pesado, monótono y esclavizado. No tenían ninguna
protección y solían trabajar doce horas o más, teniendo solamente una hora de descanso para
comer. Algunas mujeres se escapaban de las fábricas para casarse o trabajar como sirvientas.
Marx y Engels, en sus escritos, hablan de la sobreexplotación que sufrían, especialmente las
mujeres y los niños. La proletarización de las mujeres en el sistema capitalista, se muestra,
decían, en las mujeres sin formación profesional, en la mano de obra barata y en los contratos
masivos. Para Marx, estaba claro: la emancipación de la mujer se logra a través de una
Revolución Socialista. Por eso, aseguraba, que la lucha de las mujeres debería unirse a la
lucha de clases.
Contrariamente a las teorías progresistas de Marx y Engels, han existido ideólogos del
movimiento obrero que no supieron comprender, en toda su esencia, el trabajo de las mujeres.
Pierre Proudhon (1809-1864) y Ferdinand Lassalle (1825-1864) eran teóricos que mantuvieron
posturas incoherentes en cuanto a la mujer se refiere. El más reaccionario era Proudhon quien
afirmaba: “Si la mujer es igual al hombre, entonces significaría el fin del matrimonio, la
muerte del amor y la ruina de la raza humana”. Dicho de otra manera, las mujeres, según ese
pensamiento ultra rancio, deberían ser objetos sexuales, amas de casa y, como efecto,
totalmente dependiente de sus maridos (!). Proudhon nunca supo entender el protagonismo de la
mujer en la evolución de la especie humana. Sin su madre, él mismo jamás hubiera escrito sus
razonamientos equivocados.
Lamentablemente los juicios de Proudhon y Lassalle que manifestaban la inferioridad de la mujer
respecto al hombre; habían calado en las mentes de las capas sociales del mundo. En el Congreso
de Fundación del Partido de los Trabajadores de la Socialdemocracia alemana (SDAP), que tuvo
lugar en 1869 en Eisenach, los marxistas lanzaron protestas contra los argumentos atrasados de
Proudhon y Lassalle. Sin embargo, no fue suficiente. Se exigía tomar medidas adecuadas para la
protección del trabajo de las mujeres. Y los marxistas, en un principio, hicieron formulaciones
un tanto ambiguas, suscitando confusión y desconfianza por parte de las militantes más
combativas. La creciente presencia de trabajadoras en las fábricas textiles, de tabaco y en
otras manufacturas, en el mundo, hizo factible la organización de las mujeres en sindicatos.
Así por ejemplo las trabajadoras de Berlín fundaron, en 1873, una asociación de obreras. Un
hecho bastante riesgoso, tomando en cuenta que las leyes prusianas prohibían a las mujeres
participar en asambleas. Clara Zetkin (1857-1933) y Alexandra Kollontai (1872-1952) fueron
figuras importantes en el proceso de emancipación de la mujer. Ellas comprendieron
perfectamente los enunciados de Marx y Engels. Zetkin perteneció al Partido Socialdemócrata
Alemán. Fundó el periódico “La Igualdad” que se convirtió en un excelente foro para las
conquistas sociales de las mujeres. Sus ideas fueron válidas para la creación de la Segunda
Internacional (Asociación Internacional de Trabajadores), fundada en Paris en 1889.
En el II Encuentro Internacional de Mujeres en Copenhague, en 1910, Zetkin junto a Kathy
Duncker; otra mujer socialista, propusieron instaurar un día dedicado a las mujeres obreras de
todo el mundo. Este día es el 8 de marzo de cada año. Junto a Rosa Luxemburgo y Karl Liebknecht
crearon la “Liga Espartaco” que fue un grupo revolucionario.
Kollontai, por otro lado, militó en el Partido Comunista ruso, y ocupó una cartera en el
gobierno de su época. Estudió historia del trabajo y escribió artículos defendiendo las
posiciones de las mujeres. Vale decir; luchó por la igualdad de la mujer. Sus aportes teóricos
y prácticos ayudaron a la liberación de las trabajadoras rusas. Gracias a su talento
organizativo condujo una huelga de amas de casa contra los altos precios de las mercancías. Un
aspecto importante de su formación humanista se reveló cuando se opuso a la Primera Guerra
Mundial. Podríamos decir que Zetkin, Kollontai, Luxemburgo y otras mujeres de ese tiempo fueron
las precursoras del movimiento feminista.
Como podemos observar, en diferentes épocas de la historia, las mujeres han puesto en tela de
juicio el patriarcado y la opresión a su género. Y esas polémicas se han intensificado, al rojo
vivo, en las décadas del 60 y 70 por los movimientos feministas en ciertas partes del mundo. En
lo que a Suecia respecta, se fundó el grupo 8, en Estocolmo el 8 de mayo de 1968, como una
respuesta al monopolio de los hombres. Se trataba de un movimiento feminista que ejercía una
lucha política en todos los estratos de la sociedad sueca. Incursionaron en la cultura, en los
medios de comunicación y crearon debate. Se estableció lo que llamaron “la cultura femenina”
que sigue vigente.
Estamos en la era de la informática. Nunca antes la humanidad había alcanzado tanto desarrollo
tecnológico. Se ha avanzado mucho en el campo de la psicología, las ciencias sociales y la
pedagogía. Está demostrado que la capacidad intelectual del hombre y de la mujer son iguales
dependiendo del medio en el que se desarrollan. Sin embargo, existen miles de miles de hombres
en el mundo que se han aferrado a las teorías de Proudhon y Lassalle. Y viven aún en la Edad de
la Piedra. Actualmente, las mujeres siguen siendo víctimas de los hombres. Los abusos y la
violencia de género siguen causando problemas intrafamiliares, incluso, en casos extremos,
traumas psicológicos. Las mujeres aún son discriminadas en el trabajo. Las mujeres son las que
luchan en la faena de la casa y cuidan a los hijos. Una de las hijas del Premio Nobel de
medicina, cuando la entrevistaron en la televisión refiriéndose a su padre dijo: “mi madre lo
inspiró espiritual y gastronómicamente”. ¡Palabras sabias!
En las guerras, las mujeres son el blanco de los soldados. En la República Democrática del
Congo, en una aldea, 200 mujeres fueron violadas por los soldados en una noche. Así contó el
ginecólogo, Denis Mukwege, cuando llegó a Estocolmo para recibir el Premio Derecho a la Vida.
Mukwege es Director y fundador del Hospital Panzi, en donde trabaja curando a esas víctimas. La
violencia de género no es solamente física. Muchos hombres no aceptan que sus mujeres sean más
capaces que ellos intelectualmente. Difícilmente aceptan que sus mujeres tengan mejores
trabajos y ganen más que ellos. La envidia profesional carcome sus vísceras en silencio. Y su
frustración y mediocridad, la sacan a relucir con insultos verbales a sus mujeres. Insultos
infundados. Sin lugar a dudas, que este tipo de hombres son débiles y cobardes.
Todavía queda mucho por hacer por las mujeres, y los hombres que apuntan al desarrollo de la
humanidad, tenemos que aportar nuestro granito de arena. Sin las mujeres, nosotros los
hombres no estaríamos transitando por este mundo. Sin las mujeres, la familia no existiría.
Son ellas las que inspiran al poeta, al escritor, al escultor y al artista en general.
¡Viva el 8 de marzo! ¡Vivan todas las mujeres del mundo!
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