El mirlo, como la calandria, la tórtola o el verderón es también ave secundaria en su
protagonismo literario. Recordemos aquel pasaje que le dedica Luis Cernuda.
“Marzo anochece gris entre las olmos desnudos, aunque sobre la hierba, donde el asfodelo y el
jacinto ya apuntan en sus tallos, están abiertas las corolas del azafrán, encendidas de color
lo mismo que una mejilla fresca contra este aire punzante. Cerca, desde tal cima sin hojas o
cual alero, echándose penas a la espalda, silba sentido e irónico algún mirlo.
Tiene su cantar ahora la misma ligereza sin cansancio ni sombra que tuvo a la mañana, y al
recogerse tras de la jornada volandera calla en su garganta la misma voz alegre de su
despertar.
Para él la luz del poniente es idéntica a la de oriente, su sosiego de plumas tibias ovilladas
en el nido, idéntico a su vuelo de cruz loca por el aire, donde halla materia de tantas coplas
silbadas.
Desde el aire trae a la tierra alguna semilla divina, un poco de luz mojada de rocío, con las
cuales parece nutrir su existencia, no de pájaro, sino de flor, y a las cuales debe esas notas
claras, líquidas, traspasando su garganta. Igual que la violeta llena con su olor el aire de
marzo, el mirlo llena con su voz la tierra de marzo. Y equivalente oposición dialéctica,
primaveral e inverniza, a lo que expresa el tiempo en esos días, es la de pasión y burla que
expresa el pájaro en esas notas.
Como si la muerte no existiera, ¿qué puede importarle al mirlo la muerte?, como si ella con su
flecha pesada y dura no pudiera pasarle, silba el pájaro alegre, libre de toda razón humana. Y
su alegría contagiosa prende en el espíritu de quien oscuramente. le escucha, formando con este
espíritu y aquel cantar, tal la luz con el agua, un solo volumen etéreo”.
Salvador Rueda dice del mirlo:
El mirlo se pone
su levita negra
y, por los faldones, le asoman las patas
de color de cera.
El verderón tuvo la suerte de que Juan Ramón Jiménez le dedicara un poema que está en las
antologías de su etapa modernista, en concreto la época sensitiva. No recuerdo que otro poeta
lo haya cantado con un poema como el que se puede leer a continuación:
Verde verderol
¡endulza la puesta del sol!
Palacio de encanto,
el pinar tardío
arrulla con llanto
la huida del río.
Allí el nido umbrío
tiene el verderol.
Verde verderol
¡endulza la puesta del sol!
La última brisa
es suspiradora,
el sol rojo irisa
al pino que llora.
¡Vaga y lenta hora
nuestra, verderol!
Verde verderol
¡endulza la puesta del sol!
Soledad y calma,
silencio y grandeza.
La choza del alma
se recoje y reza.
De pronto ¡belleza!
canta el verderol.
Verde verderol
¡endulza la puesta del sol!
Su canto enajena
(¿se ha parado el viento?)
el campo se llena
de su sentimiento.
Malva es el lamento,
verde el verderol.
Verde verderol
¡endulza la puesta del sol!
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