La
Cirrosis Biliar Primaria (CBP), conocida también como Colangitis Crónica no
Supurativa, es una enfermedad hepática de tipo autoinmune y causa desconocida que ocasiona
inflamación de los conductos biliares y destrucción progresiva de los hepatocitos hasta llegar a
la cirrosis.
La enfermedad se suele dividir en cuatro estadios, comenzando con la llamada "lesión hepática
florida" -que consiste en inflamación por células mononucleadas y la destrucción de los
conductos biliares de tamaño intermedio (de ahí el nombre de Colangitis Destructiva no
supurativa)-, continúa causando lesiones periportales y fibrosis septal en los siguientes
estadios, para, a medida que la enfermedad progresa, producirse necrosis de los hepatocitos
periportales, fibrosis portal y periportal y más tarde la formación de tabiques fibrosos
interportales hasta constituirse la cirrosis. Se asimila a otra enfermedad colestásica llamada
Colangitis Esclerosante Primaria.
Se ha especulado con la existencia de varios agentes infecciosos que podrían gatillar la
enfermedad, entre los que se cuentan la Escherichia coli, Mycobacterium gordonae, Paracoccus
denitrificans, Chlamydophila pnumoniae, Propionibacterium acnes y algunos retrovirus, si bien no
hay nada comprobado ni se han aportado pruebas formales.
La Cirrosis Biliar Primaria afecta principalmente a mujeres en la edad media de la vida, en
tanto la Colangitis Esclerosante Primaria es mucho más frecuente en hombres (sobre el 70 %).
Como tantas otras autoinmunes, no se sabe sus causas, pero se cree que existen factores
genéticos y ambientales que inducen a células del sistema inmune (linfocitos T supresores) a
atacar. El componente genético, además de por una incuestionable asociación con antígenos del
sistema de histocompatibilidad, está apoyado en el hecho de que la enfermedad es más frecuente
en los familiares de los afectados, si bien no hay evidencias epidemiológica de que la
enfermedad sea de tipo hereditario o que esté limitada a ciertos grupos sociales o étnicos.
Debería dar datos sobre la clínica, laboratorio, diagnósticos, tratamientos y pronósticos de los
tipos que se engloban en estas Hepatitis, pero, como otras veces, por considerarlo más
importante en nuestro campo, sólo voy a ampliar el tema con unos datos descriptivos del profesor
Seignalet y su experiencia con una paciente afectada de Cirrosis Biliar Primaria.
Sobre la
Cirrosis Biliar Primaria el profesor Seignalet nos cuenta:
"Esta rara afección afecta a una persona de cada 10.000 y a 8 mujeres por cada varón. Afecta
principalmente a adultos cerca de la cincuentena. Se considera una enfermedad autoinmune y, por
otra parte, esta relacionada con otras patologías autoinmunes (Jones, 1996). La enfermedad es
polifactorial. Los genes de susceptibilidad tienen, con seguridad, un papel (Donahue y Williams,
1996 y Jones y Bassendine, 1997), como lo prueban:
· Una posibilidad de padecer la enfermedad 500 veces mayor para los parientes directos de los
pacientes.
· La correlación moderada, pero irrefutable, con HLA-DRS
También intervienen factores del medio ambiente (Donohue y Williams, 1996), como indican:
· La frecuencia más elevada en Europa del norte que en Europa del sur.
· La frecuencia más elevada en las zonas industriales que en las zonas rurales.
En la búsqueda de agentes causales de la CBP (Neuberger, 1997) se han considerado algunas
bacterias: Escherichia coli, Mycobacterium gordonae y Paracoccus denitrificans, pero no se han
aportado pruebas formales.
La CBP se caracteriza por una afección de los canalículos biliares intrahepáticos de medio
calibre. La agresión inicial afecta al endotelio de estos canales (Gershwin y Mac Kay, 1995).
Las células endoteliales expresan en gran cantidad las moléculas HLA de clase II (Spengler y
col., 1998; Neuherger, 1997). Un infiltrado inflamatorio, en el cual predominan los linfocitos
TCD4 (Neuberger, 1997), destruye progresivamente los canalículos biliares que son reemplazados
por tejido fibroso. Se extienden la fibrosis y la inflamación. Las consecuencias de las lesiones
son dobles (Erlinger y Benhamo, 1994).
· Colestasis (dificultad de la salida de la bilis fuera del hígado).
· Hipertensión portal (aumento de la presión en la vena porta y en las venas afluentes).
El estadio final consiste en una cirrosis. En el aspecto clínico, la CBP evoluciona en tres
estadios (Lindor,1997):
· Un primer estadio de latencia clínico, donde están presentes los auto anticuerpos
característicos de la enfermedad: anticuerpos anti mitocondrias, detectados en el 96 % de los
casos, y anticuerpos antinucleares, detectados en el 25 % de los casos. Los tests hepáticos
permanecen mucho tiempo normales.
· Un segundo estadio en el cual aparecen los signos clínicos: prurito generalizado (picores),
fatiga, dolores en la región hepática, aumento del volumen del hígado, problemas digestivos. La
ictericia suele aparecer mas tarde. Los tests hepáticos (transaminasas séricas, gamma
glutamiltransferasa y fosfatasas alcalinas) están cada vez más alterados. Las tasas de
bilirrubina (pigmentos biliares) en la sangre aumentan más tarde.
· Un tercer estadio en el cual se instala la cirrosis: hígado grande, duro, bazo grande, ascitis
(derramamiento de líquido en el peritoneo), circulación colateral abdominal, varices esofágicas
que sangran... Entonces, la evolución suele ser mortal.
Si el diagnóstico de CBP es dudoso, puede confirmarse en todo momento haciendo una biopsia de
hígado.
Los tratamientos (Jones y Bassendine, 1997) recurren a los corticoides e inmunosupresores; al
acido ursodeoxicólico, que facilita la eliminación de los ácidos biliares tóxicos y disminuye el
prurito, e incluso productos que serian antifibróticos (colchicina, metotrexato). Estos
medicamentos sólo retardan una evolución inexorable. La supervivencia media es de 7 años y
medio. El único medio de salvar a los pacientes es el trasplante de hígado.
Al aplicar mi teoría de las enfermedades autoinmunes a la CBP, propongo que el agente causal es
un péptido alimentario o más probablemente bacteriano, que penetra en el organismo a través de
la mucosa del intestino delgado, muy permeable, y que tiene preferencia por las células
endoteliales de los canalículos biliares, donde se deposita. La aparición de moléculas HLA de
clase II en estas células permite la captación del péptido extraño y su presentación a los
linfocitos TCD4. Seguidamente, se desencadena una respuesta inmunitaria que destruye las células
de los canalículos biliares que contienen el péptido y que conduce a las lesiones de la CBP.
Si mi hipótesis es correcta, el régimen alimenticio ancestral debe ser el mejor tratamiento.
Sólo he probado mi método en un enfermo con CBP. Es una observación extraordinaria que merece
ser descrita de manera detallada.
Observación DIV39.
La señora G., de 43 años, no presenta ningún antecedente patológico. En 1989 sufre varias
situaciones de estrés, primero tres robos -que se produjeron en el banco donde trabaja- y, a
continuación, problemas de salud de sus padres.
Algún tiempo más tarde, puesto que se sentía anormalmente cansada y sufría falsos vértigos,
consulta a su médico. Se efectuaron los análisis clínicos correspondientes, que revelaron un
aumento moderado de las transaminasas séricas (SGOT y SGPT) y de las gamma glutamil transferasas
(yGT). El hígado parecía normal en la ecografía.
Los problemas clínicos persistían y la enferma consultó a un gastroenterólogo en 1991. Se le
practicó una biopsia de hígado que puso de manifiesto ciertas anomalías:
· Una alteración de los canalículos biliares intrahepáticos.
· Un infiltrado inflamatorio canalar y pericanalar.
· Una fibrosis portal y periportal moderada, sin signos visibles de cirrosis.
El examen biológico evidenció una hipergammaglobulinemia, anticuerpos antimitocondriales
(1/2.560) y anticuerpos antinucleares (1/1.280). No se encontró ningún otro anticuerpo. No había
anticuerpos dirigidos contra los virus de hepatitis A, B o C. El gastroenterólogo dictaminó, con
toda la razón, el diagnóstico de CBP, que fue confirmado dos años después por un profesor y
especialista de Marsella.
Se prescribió a la paciente un tratamiento con ácido ursodeoxicólico, acupuntura y osteopatía.
Las manifestaciones clínicas desaparecieron y los tests hepáticos se normalizaron. A partir de
1993, apareció un prurito intermitente, con predominancia nocturna, acompañado de un aumento
moderado de la bilirrubina a 15 mg. Sin embargo, la paciente permaneció con bastante buena salud
durante los cinco años siguientes.
En febrero de 1998 se produce una descompensación elevada del estado hepático, con aparición de
ascitis y de otros signos clínicos y biológicos, que indicaban con certeza la existencia de una
cirrosis avanzada del hígado. La enferma acude a un gastroenterólogo, un profesor de medicina de
Nimes. Éste punciona la ascitis y prescribe 20 mg de Cortancyl, un diurético y ácido
ursodeoxicólico. Advierte a la señora G. de la gravedad de su estado y la previene de la
necesidad de un trasplante de hígado, sin el cual está condenada.
La enferma acudió a mi consulta algunos días más tarde. En el examen clínico, la ascitis es
evidente, acompañada de una circulación colateral, de sangrados por rotura de varices esofágicas
y de un bazo grande, signos de una hipertensión portal mayor. El prurito crónico y la elevación
de la bilirrubina indicaban una colestasis. El hígado era grande y duro, debido a la estasis
biliar y la cirrosis. Los tests hepáticos estaban muy alterados y revelaban una citólisis
(destrucción de las células hepáticas). En suma, el estado general estaba alterado, la paciente
padecía diarrea y anemia.
Efectivamente, el estado de la señora G. era desesperado y el trasplante de hígado parecía la
única solución. Pero la paciente quería probar mi régimen alimenticio. Yo creía que había venido
a verme demasiado tarde y que el intento sería inútil. Sin embargo, le explique mi método, al
mismo tiempo que me decía a mí mismo que, si fracasaba al tratar lesiones de la cirrosis tan
avanzadas, podría, sin embargo, ser útil en caso de trasplante hepático, si permitiera evitar
que el proceso autoinmune de CBP afectara al hígado trasplantado.
Tres meses más tarde, la señora G. me llamó. Seguía escrupulosamente las prescripciones
dietéticas y se sentía mucho mejor. El prurito había cesado y el vientre se había deshinchado.
Las hemorragias digestivas ligadas a las varices esofágicas habían cesado. El transito
intestinal se normalizó y las heces adquirieron color. El apetito y el tono eran excelentes.
Sorprendido por esta evolución favorable, le pedí que viniera a la consulta para examinarla.
Efectivamente, la ascitis y la circulación colateral desaparecieron y el hígado disminuyó de
tamaño. Sólo persistía un bazo grande que desbordaba en 4 cm. el borde costal y que destruía en
exceso los glóbulos rojos, los glóbulos blancos y las plaquetas, y, daba lugar a una anemia,
leucopenia y plaquetopenia moderadas. Los tests hepáticos habían mejorado claramente.
A partir de entonces, el estado clínico es excelente. La señora G. camina 6 horas todos los
fines de semana. Los análisis hepáticos son normales y en marzo del 2000 llegaron casi a valores
normales. Los anticuerpos antimitocondriales disminuyeron a la mitad y los anticuerpos
antinucleares a 7/8. Los únicos medicamentos que se le administran son dosis menores de
corticoides (en mi opinión, probablemente inútiles), un diurético y ácido ursodeoxicólico, que
es un depurativo biliar.
El gastroenterólogo, que no había visto jamás una CBP desarrollarse de esta manera, continúa
proponiendo un trasplante de hígado, que actualmente no tiene razón de ser. Salvo circunstancias
graves, como un estrés importante, otra afección hepática o un deterioro del intestino delgado,
la señora G. tiene muchas posibilidades de conservar este equilibrio -que dura desde hace ya dos
años- durante el resto de su vida."
El Régimen Ancestral.
Los efectos de la aplicación del Régimen en la
Cirrosis Biliar Primaria quedan
suficientemente explicados en este apartado que nos refiere Seignalet. Considerando que
consiguiera una remisión completa de clínica e indicadores bioquímicos-, podemos presumir que la
remisión en la CBP es tan exitosa como la observada en otras muchas patologías.
Obvio es decir que el Régimen, como ya referimos para la Hepatitis crónica, también tendrá
efecto en cualquier subtipo de afecciones hepáticas de origen autoinmune.
Nota:
En
La Web de la Artritis Reumatoide, además de un consultorio
on line, dispone de descripciones de
otras muchas patologías comprendidas entre las reumatológicas,
neurológicas, autoinmunes en general
y de las denominadas de
ensuciamiento y
eliminación.
URL: La Web de la Artritis Reumatoide