Rincón de la Poesía
Manuel Mejía Sánchez
Ciudad Real
Sus escudos de armas nobles
son siempre tan principales,
que sin sus escudos reales
no hay escudos de armas dobles.
Francisco de QUEVEDO Y VILLEGAS
ESTAMPAS DE VILLANUEVA DE LOS INFANTES
“RINCÓN QUEVEDIANO” (INTRODUCCIÓN)
En campos de Montiel raíz echaste,
bajo arcos de un paisaje luminoso,
y un agro horizontal no pedregoso
armoniza tu alfombra y tu contraste.
Creo en principio que con esto baste
para entrar en tu entorno prodigioso,
remanso de tesoros en reposo,
que a La Mancha por -dote- le entregaste.
El tiempo para ti se ha detenido
en alas de ese azul aturquesado
que cubre tus espaldas de realeza.
No en balde, cierto -docto- ha comparado,
Santillana contigo y tu belleza,
aunque quedóse corto en contenido.
“DESCOMUNAL PLAZA MAYOR”
CON SU IGLESIA DE SAN ANDRÉS
En tu alma voy a entrar, te pido paso,
quiero clavar mis ojos en tus piedras;
y adherirme a tu ser, como las hiedras,
aguardando hasta la hora del Ocaso.
Ya estoy dentro, voy dándote un repaso;
y al ver irte elevando y como medras,
mis retinas con tus arcos empiedras
levantando un altar hasta Pegaso.
Tu torre, de vigía permanente
y tu descomunal -puerta herreriana-
encierran en tu seno mucha historia,
tu henchido corazón, vivo y latente
nunca tuvo ni puerta ni ventana
y tu entrada es la ruta de la Gloria.
OSTUGO VENERADO
En un rincón, tranquila y cabizbaja
reposas arropada de tapiales,
exhibiendo tus líneas primordiales
siendo tu puerta, una valiosa alhaja.
Tu hermana fuente en este marco encaja
aun carente de flujo en manantiales,
rebosando, eso sí, de credenciales
en su frente, mas sobre el cuello y faja.
Tu portón enjoyado con veneras,
aunque es mudo, parece estar hablando
y tañendo la esquila en su espadaña,
despertando a las rejas compañeras,
del letargo que viven ensoñando,
asidas al tapial, laña por laña.
REGIA PORTADA
Herreriana portada: ¡Tu presencia
me saca de mi yo y me transmuta!,
dudo si el tren, tal vez cambió de ruta
o mi hechizo retrata tu apariencia.
Me sonaba el rumor de tu existencia,
llegando a mi cliché muy diminuta;
y al verte hoy colosal -reina impoluta-,
mi yo se reincorpora a mi conciencia.
¡¡Qué muros!, ¡qué columnas!, ¡qué sillares!,
¡qué armonioso conjunto arquitectónico
desde izquierda a derecha blasonado!!
¡Son tantos los sufridos avatares
que, tu espectro robusto y babilónico,
la carcoma, por partes te ha horadado!
PARA MUESTRA BASTA UN BOTÓN
Son tus bucles, besanas ondulantes
del tocado que llevas por montera,
estructural macizo en cordillera,
conjugando salientes con entrantes.
Herrerías de forjas rozagantes
se engarzan en tu frontis y espaldera,
camafeos que exornan tu pechera
con los rubíes más altisonantes.
Angular coronado y con -dosel-
se yergue tu blasón cara a los vientos
escuchando el sentir de dos ancianos,
bajo el terrado en forma de anaquel
que tienen los balaustres por asientos,
cual grupas de corceles alazanos.
ABIERTAS, DE PAR EN PAR
Preludios de balcones y ventanas
se vierten en un mar de sinfonía,
¡he aquí, tu esencial antología!,
sin puerto, sin fronteras, sin aduanas.
Un frondoso plantel de filigranas
mallan tu estructural anatomía,
latiendo el corazón en sincronía
con el eco que sudan las campanas.
Las calles del lugar, donde Quevedo
fue finado, son propia carne viva
que susurra, sin que los labios abra.
¡Su talle ahí lo tenemos, aunque quedo!
¿No nos basta con esta perspectiva,
sin que medie siquiera una palabra?
Premio de tema libre con Investidura
de Caballero de la Orden de Quevedo,
Villanueva de los Infantes, 1991